Este trabajo está expuesto desde el pasado viernes 17 de junio en LAMULI (Laboratorio de Arte Múltiple e Impreso), que dirige la artista Ana Rojas y permanecerá en exhibición sólo una semana más, hasta el próximo sábado 16 de julio.
A propósito de esa exposición, LAMULI organizó, el pasado jueves 7 de julio, una charla con el creador plástico –con café y pastelillos- dentro del pequeño recinto instalado en el centro de Cuernavaca.
Predominó como público el integrado por artistas y estudiantes de arte, por lo que el diálogo se enriqueció con las aportaciones que expusieron a lo largo de las intervenciones del invitado.
Antes de hablar acerca de la pieza expuesta, Madrigal llevó a los asistentes -apoyado en proyecciones fotográficas- a un viaje visual por varias de las series anteriores que ha realizado, a fin de revisar de dónde viene su última creación.
Luego de ese recorrido, explicó que El aire que nos separa es también el que nos une, “tiene que ver con negociación, con relaciones humanas. El ejercicio era hacer un múltiple, porque hace tiempo que no lo hacía, en donde un elemento se pudiera unir con otro para hacer una pieza más grande” y por lo cual optó por la “creación arbitraria de una especie de grecas o laberinto, para que al unirla con otra se pudiera ensamblar y negociar su espacio”.
Mencionó que antes de materializar su proyecto, realizó dibujos de las formas en papel milimétrico -los cuales también se exhiben en el recinto- y, al conceptualizar su trabajo, reflexionó acerca de esas uniones: “para que puedas estar con otra persona tienes que saber cuáles son tus espacios. Hasta que puedas convivir contigo mismo vas a poder convivir con otra persona”.
A manera de texto de sala, un pensamiento suyo aparece en la sala donde presenta su obra: “Estudio sobre la capacidad que tiene un cuerpo de dialogar con otro, coincidiendo y compartiendo el espacio en una relación simbiótica. Se encuentra, se negocia. Se encuentra, se negocia. Y de repente, sólo cuando encontramos nuestro espacio podemos estar al lado de alguien más”.
Reiteró que los dibujos, “son toda la negociación de una pieza con otra, ya que negoció consigo misma” y destacó que la obra se ensancha abajo, arriba o a los lados. “Es como lo más cursi que he hecho, pero me gusta”, admitió el artista, “ésta es la historia de una negociación o de cuando llegas a entablar una relación: no ensamblas a menos que ensambles contigo”.
Además, aceptó con humor ante quienes lo escuchaban: “todavía no lo entiendo, creo que estoy hablando de esto; creo que lleva una lógica de lo que a mí me ha marcado. Todo lo que cuento -en 15 o 16 carpetas con imágenes de su obra previa-, son cosas que creo que me han marcado. Son series que me llevaron a ésta”.
Resaltó que todas las obras que ha realizad han sido resultado de una investigación, en donde lo mismo ha abordado inquietudes acerca de la estructura sólida de la arquitectura, como lo absurdo de lo orgánico.
Cuando a Miguel Ángel Madrigal le cuestionaron porque “brincaba” de una técnica a otra, como ha sido una característica de su desarrollo artístico, respondió que desde hace quince años ya no quería hacer escultura, “el hecho de que esté brincando en parte es para no aburrirme fácilmente. Para no seguir repitiéndome y aburriéndome, es que empiezo otra cosa”.