Y programada porque es el plan de una sociedad de consumo basada en convertir todo en obsoleto, que no dure, que sea frágil, fácil de descomponer o que tenga un tiempo límite de vida útil. Esto es base de la actitud comercial de “comprar, tirar, volver a comprar” que mantiene activa la economía. Así como el crear en las personas necesidades falsas que le llevan a comprar y cambiar constantemente sus productos por unos nuevos, tanto porque son hechos para fallar como por la moda, el glamour, el reconocimiento que vienen aparejados a quienes obtienen lo último y más nuevo. La sociedad de consumo es un asunto viejo ya, inició en los 1920 más o menos con el aumento de la producción en masa. Lo que a nosotros nos interesa es el resultado a largo plazo en la forma de pensar, de ser y en los valores morales de las personas, así como en su falta de sentido, o sensación de insatisfacción. Así como en la falsa percepción de felicidad por tener cosas o por hacer todo como si no fuera para siempre.
Nos hemos acostumbrado a que las cosas no duran, a que todo pasa de moda, a esperar la novedad en todo o se vuelve aburrido. Nuestros compromisos también tienen una vida limitada por el gusto y el confort de nuestro capricho. Las personas pueden ver en esta tendencia una buena manera de anidar su egoísmo, su autocomplacencia y su falta de entrega constante y duradera a una meta, un objetivo, una relación, etc. Así como la fantasía que teniendo cosas materiales se va a ser feliz. Inclusive solemos presentarnos con más frecuencia y con el apoyo de las visiones de muchos psicólogos, como seres siempre buscando, en crecimiento, con heridas emocionales que vamos sanando y que por lo tanto no parece haber momento en que seamos de una sola pieza, sin pretextos para fallar. Y el otro problema es que ante la insatisfacción de una entrega total con todo y hasta que la vida termine, nuestra relaciones se vuelven igual de obsoletas. Nos sentimos insatisfechos y rompemos nuestros compromisos con facilidad o mejor no los adoptamos. Eso nos deja vacíos y más presas del consumir cosas nuevas, amistades nuevas y de enfocarnos en lo último de la tecnología. No vamos al centro de las cosas y a sembrar con paciencia y esperar hasta que haya fruto.
La obsolescencia programada le ha arrancado a muchas personas el placer del trabajo, de crear algo lo más perfecto por dar un servicio o apoyo a alguien con la mejor intención, es decir, hecho 100% con amor. Por eso el trabajo se vuelve insatisfactorio. La gente movida por esta ideología puede querer evitar compromisos a largo plazo o que impliquen mucho sacrificio, entrega o tiempo. Y todo esto redunda obviamente en un reducido fruto de su trabajo y de sus relaciones que se vuelven superficiales, poco nutricias.
Hasta en la psicoterapia las personas pretenden lograr cambios rápidos sin profundizar en sus conflictos y sin muchos cambios, sólo en lo superficial porque en el fondo temen encontrarse con ese vacío, con que las cosas en su vida no son sólidas ni hay amor de verdad. Pero quienes están así atrapados en la vida moderna pueden un día conectar con su ser más profundo y recobrar su ser antiguo, ese que quiere eternidades, que se goza con hacer las cosas bien y con amor. Para ellos la psicoterapia es una opción.
* Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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