Escribí el silencio y escribí la noche.
Arthur Rimbaud
Acaso una de las nociones más acertadas de la crítica artística, y tal vez la peor desarrollada en nuestras días, es la que apunta a la construcción con la mirada en el espacio plástico de una imagen, a menudo un objeto visual, a través de la irreductible versatilidad de una tradición de las formas. De hecho, la creación de un universo propio – el arte que sólo se justifica ante sí mismo -contrapuesto al mundo de la realidad factual y cotidiana que habitamos.
Fruto de esa creación propia y única, nació el proyecto Lula’a(Oaxaca). Materia y memoria, creado por los artistas Rubén Leyva, José Villalobos y Luis Zárate; en complicidad y diálogo constante con artesanos de Oaxaca.
Los artesanos y tejedores -Alejandro Luis Martínez, Manuel Méndez, Alejandro Cuesta Alvarado y Néstor Marcial Ramírez- se vuelven intérpretes de ideas y conceptos de los pintores.
Lo son porque reflejan una determinada sensibilidad y una forma artística de crear y vivir el arte que responde a una realidad constatable e histórica de Oaxaca. Un arte que admira la discreción constructiva de la naturaleza. La memoria como centro nodal en el itinerario imaginativo de los artistas como detonante de la transformación sensible de su mirada moderna.
Dotados -artistas y artesanos- de una sensibilidad poética y visual única, que se alumbra en la contemplación del paisaje, cada “pequeña sensación” desarrolla Lula’a (Oaxaca). Materia y memoria, ya sea transformando los materiales, en este caso, el carrizo,planta gramíneade tallos largos, que ha abierto un surco de luz donde resplandecen las vibraciones cromáticas más sutiles diluyéndose en atmósferas, que filtran el fugaz brillo hiriente hasta amasar su sustancia, hasta darle cuerpo como de claridad coagulada, impregnante, muy sensual.
Todo responde a una potente trama constructiva que doblega las argucias convencionales del arte. En la intención de los artistas, paisaje y naturaleza se confunden. El carrizo en su configuración intemporal se convierte en un constante proceso cultural. El placer de la mirada se vuelve creación. La sensibilidad de la mirada se transforma en imitación creadora de la naturaleza.
“La flexibilidad y resistencia del carrizo, del otate y la bella solidez –se afirma en el boletín de prensa de la exposición- de las varas del yagalán son elementos que se transforman en materia plástica”.
Experiencia estética intraducible. No dice, afirma su fuerza poética constante. Orden, calma, sobriedad y libertad son los ejes que dan sentido. Un universo de sensaciones imprevistas que da vida a un mundo de arte único de extraña belleza. El carrizo se convierte y se hace materia y sombra. La armonía de lo que no existe, un universo de huidizas fantasías de color saturadas de premoniciones sensibles.
De esta manera, creemos encontrarnos ante un paisaje familiar que se ensancha sin producir sobresaltos; pero paulatinamente, se avistan las sutiles costuras con las que los artesanos tejen lo que han mirado con mayor hondura, porque ya no se conforman con manipular el carrizo, sino que desean interpretar hasta el surruro de la naturaleza, los espasmos luminosos y los olores y colores de la tierra al ser intimados por las manos para transmutarlos, en esa ruidosa calma del tiempo.
Leyva, Villalobos y Zárate ordenan el carrizo y sus huellas en el espacio. La sensualidad del paisaje se convierte en gesto visual.
Hay que descubrir, en esta marea de ideas plásticas asombrosas, las reveladoras cicatrices de la memoria que, a veces, se insinúan en el entretejido entre sí de los carrizos.
Con este proyecto los artistas vuelven, tras el romanticismo de sus sombras, a una corporeidad siempre presente en su obra.
Lula’a(Oaxaca). Materia y memoria se inspira en una tradición cultural muy antigua y muy moderna, pero también de una cultura poética y visual que sólo el paisaje de Oaxaca nos ha ofrecido a través de los siglos.