De acuerdo a sus investigaciones, “todo el universo es un holograma, porque en el espacio también cada uno de sus puntos concentra información acerca de la totalidad.”
Consideraba que la humanidad, como organismo global que vive en la superficie de la Tierra, constituye “un solo cuerpo orgánico vivo y activo” y que en él se manifiestan las mismas leyes holográficas de organización.
Y sostenía, de acuerdo con los últimos descubrimientos psicofisiológicos, “que el cerebro humano mantiene un constante intercambio energético con el resto de los cerebros a través de la creación y la expansión de Campos Neuronales”, a los que definía como estructura energética del cerebro en su conjunto.
Y añadía: “Sabemos también que estos campos crean una especie de red de interacciones sostenidas por la estructura del espacio. Esta red vibrante, viva y dinámica constituye el nivel más refinado de la Noosfera –suma de los campos neuronales que conforman una super mente o conciencia planetaria- y en ella se inscribe el conjunto de la actividad cerebral de la especie humana.”
A esa red, escribió Grinberg-Zylberbaum en su texto Técnicas de meditación trascendente, la psicofisiología la denomina Hipercampo, “cada ser humano recibe influencias del Hipercampo que nutren su conciencia individual y, a su vez, cada cerebro individual afecta al Hipercampo modificando su estructura.”
Esta larga introducción viene al caso, porque la noche del pasado viernes 18 de marzo, fue inaugurada en el Museo de la Ciudad de Cuernavaca (MuCiC), una exposición que toca el tema de la conectividad humana: Telepatía. Estructuras y diagramas, del joven artista Enid Balam, quien también es un espléndido ilustrador de cómic.
Aunque su intención no es la de demostrar la existencia del fenómeno que da título a la muestra, el creador plástico sí aborda esa situación desde un punto un tanto novedoso, reflexivo y poético.
Además, las referencias previas sirven de marco para recordar que la conectividad a nivel humano no es un planteamiento ocioso, y que si bien ha sido motivo de polémica en diferentes momentos, sí ha habido científicos que se han pronunciado con claridad al respecto, como el citado Jacobo Grimber-Zylberbaum.
El texto de sala abunda respecto al tema abordado por el expositor, “partiendo de un interés en torno a la idea de red, la obra de Enid Balam explora la conectividad entre seres humanos. Esta figura de conexión o nexo, proviene de una necesidad de contacto y vinculación con el otro por parte del artista.”
Telepatía, define la presentación, “es una exhibición donde se plantea la búsqueda de un hilo invisible entre personas. La actividad telepática es la transferencia de sentimientos a través de largas distancias desde un sonar interior.”
Este emisor, continúa, “nos habla con un lenguaje subyacente y existe en un espacio psíquico que también habitamos. En la Internet de nuestra cabeza, todos hablamos una misma lengua de pulsos magnéticos llamada desamor, deseo, cariño, muerte...”
Aclara que las piezas que se exhiben en las salas, “son referencias del artista a experimentos famosos, envueltos en la investigación paracientífica de situaciones telepáticas.”
A manera de puntualización, concluye que, como en la mayoría de los casos, “lo importante no es la comprobación de la existencia de la telepatía, sino la telepoética de la conexión.”
El espectador descubre esa poética dentro de la sala: el artista representa sobre fondos negros figuraciones de la cabeza humana y del órgano que se encuentra en su interior.
Y, en medio de esas representaciones, pequeñas tablas de figuras de ondas, como obvia referencia al canal por donde se supondría se transmiten los pulsos magnéticos que nos comunican.
En otra sala, esas ondas se convierten en un encefalograma, al pie del cual hay un teléfono –quizás como alusión al tipo de telepatía más común del mundo moderno: el que ocurre cuando uno piensa en una persona y, de pronto, recibe una llamada de la misma- y un péndulo que oscila sobre un circulo negro.
*PROVOCAR INTERCAMBIOS Y NEXOS ENTRE ASISTENTES Y OBRAS.
Dentro de la invitación a la exposición, que Enid Balam publica en su página de Facebook, agrega información acerca de sus intenciones como creador.
“A partir del 2014, el trabajo de Enid Balam se centró en la investigación de la participación del espectador de arte, en la coproducción de obras para generar significados.
“Durante dos años, ha planteado series de piezas participativas, con la finalidad de provocar intercambios y nexos entre asistentes y obras. Esto a causa de un interés por problematizar la objetualidad del arte, pero principalmente para trabajar desde la intimidad con un público.
“Para Balam, el arte participativo es una forma de producción artística en la que el receptor se convierte a su vez en emisor, propiciando procesos interactivos entre el artista, la obra y el espectador. En este diálogo, muchas obras cobran sentido desde experiencias y acontecimientos.
“Más allá de objetos, lo que le interesa, es la posibilidad de las obras por crear relaciones entre grupos de personas.
“Él explora el concepto de red a través de la posibilidad de enlace y conexión entre personas; las actividades que propone, son situaciones simples que requieren de la implicación de otros, para evidenciar el potencial de unión en el arte.
“La telepatía es el deseo profundo de conectar con los pensamientos del otro, de hacer un llamado a través de cualquier distancia a otras personas. Esta idea parece seductora en cuanto al potencial para convertir a individuos en satélites a través de un fenómeno de la percepción.
“Y así es como viene a formular un nuevo comentario del arte participativo, donde los asistentes se conectan psíquicamente para establecer un lazo invisible”, dice el texto.