Aquellas grandes naves descendían en las afueras de la ciudad. La gente llevaba sus contraseñas en la mano formando grandes filas para ser recibida en ellas. Todo era organizado; no cabía la menor duda que el Poder Central pensó en todo. Como dijo el Gran Canciller por la mañana: “¡Este era un día de fiesta para el planeta!”
Recordaba yo cuando por casualidad leí por primera vez en un periódico acerca de la idea de la desintoxicación del planeta; me pareció una utopía; empero, hoy que veo el gran desplazamiento de posibilidades que ha desplegado el gobierno para llevarla a cabo, no cruza una palabra por mi mente más apropiada que la de maravilloso.
Imagínese, el plan es dejar descansar a la Tierra del propio hombre. Dejar que el planeta retome sus ciclos ecológicos y se desintoxique de tanta contaminación, y de esta manera, devolver a su cauce las cadenas evolutivas tan afectadas por la humanidad.
Sólo plantas, animales, elementos y algunos hombres tal cual fuera antes de la aparición de la historia.
¿Adónde irá, entonces, la gran mayoría de la humanidad?
Recuerdo que mi madre tenía la costumbre de hacer una fumigación a su casa cada seis meses; por tanto, tenía que emigrar toda la familia por dos o tres días a casa de la abuela. Pues ésa es la idea; nada más que hacer emigrar a la humanidad por entero sonaba algo descabellado. ¿Utópico? Así me parecía.
Sin embargo, se han hecho avances notables en la ciencia y se han alcanzado tecnologías superiores que permitirán la odisea.
Las naves van despegando, dejando su lugar a otras que llegan por más pasajeros. Las insignias de las mismas son las de la Unión de Repúblicas por el Bienestar de Nuestra Tierra. Estarán fuera de la atmósfera de la misma por aproximadamente 200 años, tiempo en el que un grupo de científicos ayudará a la naturaleza a restablecerse.
Además de los estudiosos, se quedarán sobre la faz del planeta grupos étnicos que no han cambiado en esencia desde su aparición en los albores de la historia. Se pretende que ellos ayuden a la estabilidad de los ciclos ecológicos.
“Imagínese a la Tierra renovada” -decía la publicidad del Poder Central-. “Aire limpio, bosques, cascadas, restablecimiento de la capa de ozono, salvamento de animales en vías de extinción”.
Las nuevas generaciones volverían con una nueva cultura a visitar la Tierra de sus antecesores y conocerían de esta manera cómo fue la misma.
No como ahora... latas de aluminio y pañales desechables por doquier.
El autobús paró y vi, oí y sentí: basura, ruido, falta de pureza en el aire y en el ambiente todo.
Megaciudades, el verdadero destino de la humanidad.