El 11 de diciembre de este 2016, se cumplirá el centenario del natalicio de la autora de Testimonios sobre Mariana (1981); La casa junto al río (1983); Y Matarazo no llamó (1993); Busca mi esquela & Primer amor (1998); Un corazón en un bote de basura (1996) y La vida empieza a las tres (1997), quien vivió los últimos años de su vida en la capital del estado de Morelos.
Y si de recuerdos se trata, Luis Enrique Ramírez sostuvo una larga entrevista con la narradora en Cuernavaca hace casi 25 años, en el que, quizás, sea el mejor trabajo periodístico de ese género hecho a la novelista. La charla completa apareció publicada en la colección Periodismo Cultural, del Conaculta, como último trabajo que cerraba el libro La muela del juicio (1994).
«La entrevista –apunta Ramírez- se inicia en el jardín de su hermana Devaki Garro, en Cuernavaca. Habrá de desarrollarse en tres sesiones; la primera se prolonga hasta casi la una de la mañana y a Elena no le importa porque padece insomnio. Dice, empero, que ya dio con un remedio: “Ayer encontré por ahí un ejemplar de Los recuerdos del porvenir y me dispuse a leer a la Garro. En la segunda página me quedé dormida.”»
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Hace cinco años, en diciembre de 2010, cuando de manera equivocada el entonces Conaculta rindió un homenaje –en un boletín- “a la novelista en el 90 aniversario de su natalicio”, cuando en realidad ya eran 94 años, la institución destacó del trabajo literario más conocido de esta mujer de letras:
“Elena escribió su obra cumbre Los recuerdos del porvenir (1963), con la que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia, donde rompe con el realismo de la novela de la Revolución Mexicana y combina diferentes temporalidades y pasajes de corte fantástico. Por esta razón, se ha señalado que la novela de Garro es un claro antecedente del realismo mágico, pues se publica cuatro años antes que Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.”
Como ella pasó su infancia en la Ciudad de México, pero durante la Guerra Cristera, su familia se trasladó a Iguala, Guerrero, añadía el comunicado, “estas experiencias quedaron reflejadas en su novela Los recuerdos del porvenir (1963), y también en su teatro de corte social. Su escritura renovó la literatura mexicana.”
Como parte medular, el texto oficial señalaba: “Para Elena Garro toda la literatura tenía un asidero en la propia vida, así desde sus primeras novelas los hechos se desprenden de recuerdos suyos o ajenos, pasados por el tamiz de la fantasía o la indignación por las injusticias.”
Al respecto, la propia Elena reconoció que “no puedo escribir nada que no sea autobiográfico; en Los recuerdos del porvenir narro hechos en los que no participé, porque era muy niña, pero sí viví; asimismo, en Reencuentro de personajes y Testimonios sobre Mariana, trato las experiencias y sucesos que me acontecieron en la multitud de países donde he vivido. Y como creo firmemente que lo que no es vivencia es academia, tengo que escribir sobre mí misma”.
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La entrevista de Luis Enrique Ramírez con Elena Garro, tiene un primer párrafo memorable, en donde el periodista describe su primera impresión sobre la novelista en Cuernavaca: “Llega entre las bugambilias, las azaleas y las nochebuenas como una aparición. Elena Garro no camina, la mueve el viento. Frágil, pálida, delgadísima, lleva en su rostro la desolación como un tatuaje.”
Aunque Elena Garro y su hija Helena Paz vivieron en la Ciudad de la Eterna Primavera los últimos años de su vida –en la calle de la Luz-, igual que otros integrantes de la comunidad cultural y artística -a los que sí se les ha recordado-, sin embargo, hasta el momento no existe un lugar que haga referencia a la presencia de esa autora por estas tierras.
A estas fechas aún es temprano para saber de qué manera las instituciones culturales en la entidad, recordarán el centenario del natalicio de Elena Garro. Sólo esperamos, como ha pasado con otros autores, que no lo olviden.