Esto pasó a una calle de mi casa, en el hogar de unos vecinos. Dijo la señora (la mamá, a quien conozco) que hace unos días, el lunes pasado justamente, uno de sus hijos, el mayorcito, salió al patio y ahí se encontró a un duende. Que el chavo se espantó mucho y se metió corriendo a avisarles a ella y al hermano menor.
Mencionó que les dijo que ahí estaba un duende, pequeñito, y que tenía la cara muy fea. Que la señora intentó salir y que el muchachito le pidió que mejor no fuera.
El hermano menor, muy gallito, comentó a su hermano que él iba, que lo acompañara, y los dos carnales se dirigieron al patio. Y en efecto, ahí estaba todavía el mentado hombrecillo.
No dieron referencia los chamacos (más bien, quien me lo contó, que es de toda confianza y fue la primera fuente por quien me enteré de este asunto, no tiene la paciencia de andar preguntando detalles ni minucias) del vestuario ni de otras características del duende, sólo volvieron a externar que estaba chiquito y muy feo, y que no saben si quiso hablarles pero emitió un chillido que los escamó y se metieron en chinga. Ahí se les acabó el valor.
No saben si el minihombre siguió en el patio, si se sentó en una silla o anduvo dando el rol. Habrá que investigar (de eso me haré cargo en persona) mayores detalles en estos días, nada más que haya un tiempecito.
Cuando me lo contaron me quedé pensando en tantas posibilidades. Me quedé imaginando. Estos rumbos donde vivo tienen todavía extensiones de campo, se está poblando. Por aquí dicen que han visto a la Llorona, a una que otra alma en pena, pero no había sabido de un duende. Tendré que echar una buena preguntada.
Honestamente, por lo del campo, este paraje se me antoja más para naguales, aunque también he sabido que se han dejado ver alguna vez las brujas, que son bolas de lumbre moviéndose de un lado para otro. Quién sabe que extrañas dimensiones se conjugan con la nuestra dejando ver a sus sorprendentes moradores.
Después de enterarme del suceso salí a la helada oscuridad del jardín, y quieran o no, comenzó la mente a preguntarme qué haría yo si se me apareciera en ese momento un duende.
Y en ese instante, por fortuna, descubrí a unos pasos a mis dos gatos acercándose con su esbelto silencio, que han cazado tuzas, ratas, culebras y otras alimañas, y me hicieron recordar un programa de televisión, de hace muchos años, en el que un duende gacho entraba al cuarto de un niño a robarle, de noche, la respiración, pero el gato lo descubrió y se lo tragó.
Al ver a mis felinos rudos, comprendí que le sería muy difícil al duende de los vecinos brincarse la barda e intentar enseñorearse del enorme jardín. De hacerlo así, simplemente pasaría a ser parte de la cadena alimenticia.