Bajo el Volcán

El perfecto ateo

Rius también habló sobre su ateísmo e incluso le dio opciones al público que lo escuchaba: “crean en Dios, pero no que los curas son sus representantes. Exíjanles la credencial que lo demuestre. Es una tomada de pelo”; “si quieren creer en algo, crean en ustedes mismos. Que la Virgen o san Judas los van a ayudar, esos son cuentos”.

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El autor de los libros Manual del perfecto ateo, Cristo de carne y hueso, El mito guadalupano y La Iglesia y otros cuentos, planteó una reflexión filosófica que admitió no era de su autoría: “No hay ninguna religión verdadera, porque Dios no existe. Dios no creó al hombre, el hombre creó a Dios”, por lo que  pidió: “no estén confiados en que la solución a sus problemas les va a llegar del cielo. Eso nunca va a pasar”.

Cuestionó que a un niño se le imponga una religión desde su nacimiento, cuando “el niño debe ser libre para decidir si quiere creer o no en una religión, cuando tenga uso de  razón”.

Dijo que a los menores, en la religión católica, “los llenan con falsedades y tonterías”, desde su bautizo y hasta llegar a la primera comunión. 

Mencionó que a la misa, “se ha terminado de verla como vida social, como ir de paseo” y comentó que la gente que acudía era para que “los amigos y parientes vean que va a la misa y no hablen mal de uno”.

Por lo que invitó a conocer una experiencia nueva para los que tienen esa costumbre: “la felicidad de no ir  a misa  los domingos es enorme, para los que quieran ser ateos”.

Recordó incluso su paso por el seminario. Dijo que a los cinco meses de nacido, murió su papá y que la familia paterna los corrió de su hogar en Michoacán, “porque se quería quedar con la casa”, por lo que sus primeros años los  pasó en vecindades del Distrito Federal.

Eran tan pobres, afirmó Rius, que junto con sus dos hermanos y su mamá, comía en donde los alimentos eran gratuitos en tiempo de la guerra.

Su mamá, añadió, tuvo un dilema: no había dinero para mandar a los hijos a una escuela particular y la de escuela de gobierno era socialista. 

“Entonces ella consiguió que unos millonarios le dieran una beca para que entráramos al seminario. Los tres hijos entramos, quizás con la intención de que uno saliera obispo y sacara de la miseria a la familia”, relató con humor.  

Sin embargo, finalizó, “a los tres nos corrieron a su debido tiempo, por descreídos”; y a él, en lo particular, un sacerdote le dijo: “tú no sirves para cura porque no tienes fe”. 

Años después, concluyó Rius, conoció la obra de Carlos Marx, “y el discurso de Marx fue como si me abrieran una ventana gigantesca”.  

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