La muestra del pintor belga Paul Delvaux Paseo por el amor y la muerte que se exhibió en el Museo Thyssen- Bornemisza de Madrid, hace unas semanas, tuvo algo de descubrimiento de un artista raro.
No deja de sorprender que tras una primera etapa marcada por el expresionismo flamenco, Delvaux (Antheit, 1897-Veurne, 1994)descubrió el surrealismo y experimentó la influencia de René Magritte y Giorgio de Chirico.
El propio Delvaux rechazaba esta clasificación, pese al paralelismo de la influencia del sueño y el mundo onírico en sus obras, y aunque fue amigo de un auténtico surrealista como Magritte, ambos no compartían su visión de la pintura.
Quizá por ello, su pintura haya quedado “silenciada”, ajena a la vertiginosa escena artística de la Europa surrealista del último medio siglo. Sin embargo, su obra destaca por la unidad estilística y está marcada por un ambiente extraño y enigmático, que lo llevaron a crear un discurso pictórico único en la escena artística.
A la mira contemporánea, Delvaux ha sido un pintor extraño en una generación de artistas excepcionales. Uno de los últimos partidarios de la “pintura pura”, espíritu desbordado y solitario.
La visita que Delvaux hizo en 1932 al Museo Spitzner, una barraca de feria itinerante por Bélgica que tenía como principal atracción una maqueta en cera de una Venus dormida de gran realismo, dejó huella en el pintor, que plasmaría frecuentemente este personaje femenino a partir de ese momento y durante el resto de su carrera.
Su primera serie bajo el tema de Venus yacentes, La Venus dormida –realizó cinco variaciones sobre el tema a lo largo de su carrera-, podrían ser una oscura celebración de esa diosa y una sucesión de misterios eróticos. Homenaje a Giorgione, a Tiziano, a Goya, a Manet. D
ebo decir que ha fascinado El sueño (1934), que configura, una poética visual única, pues convierte el erotismo de dos mujeres en una metáfora de la sexualidad femenina.
Las formas femeninas que pueblan sus pinturas, como Peluquería de señoras (1933), La llamada (1944), La anunciación (1955), nos descubren un delirio por descubrir los secretos femeninos, una mirada despierta, sin embargo, al que el artista añade un gesto visual e imaginario, que enriquece ese deseo feroz por la mujer.
Un dibujo al carbón, de tonalidades atemperadas, muestra una sonriente mujer, que quizá nos advierte de la abismal versatilidad del deseo.
El mundo de Delvaux tiene un inconfundible carácter onírico. Sus figuras femeninas vagan como sonámbulas por escenarios nocturnos, ofreciendo a la mirada del espectador su desnudez a la vez fría y sensual.
Ensus paisajes perdura un poso de clasicismo y academicismo y la influencia del arte de finales del siglo XIX e incluso del impresionismo con toques puntillistas.
El primer tema que aparece, en obras tempranas de los años 20, es el de los trenes y estaciones, aunque pronto pintará también desnudos femeninos influenciados por el expresionismo que en esa época se estaba empezando a desarrollar en Alemania.
De sus lecturas infantiles quedó la fascinación por las novelas de Julio Verne, en especial Viaje al centro de la Tierra.
Otro tópico recurrente es el de los esqueletos, a los que el belga dotaba en sus cuadros de más vida que a las propias personas, reflejadas en muchos casos como meros autómatas, y les otorgaba el protagonismo en escenas religiosas como El duelo de esqueletos (1934), Los esqueletos,(1944), Mujer y esqueleto (1949), Crucifixión(1954).
Territorio onírico, pero con una fuerza expresiva diferente, como el poeta que “desciende con una luz astral en los ojos, hacia el abismo silencioso de sus viejos sueños”.
El vibrante color de sus personajes y la narrativa trascendente de la pintura dan entrada en la obra de Delvaux a una nueva mitología figurativa, que descubre la armonía y el equilibrio constructivo que vivifican sus obras cierta nostalgia romántica, alejada del surrealismo.
En 1952, el Casino de Knokkele- Zoute le dedica una exposición conjunta con Magritte; en 1957 el Cercle Royal Artistique et Littèraire de Charleroi le dedica un gran homenaje junto a Marc Chagal; en 1965 recibe el Premio Quinquenal por el conjunto de su carrera y es nombrado presidente-director de la Académie royale des Beaux- Arts de Bélgica; en 1991 el Gran Palais de París, Francia, le dedica una gran retrospectiva, cuando su pintura está en la cumbre europea.
Un hombre dotado de una imaginación asombrosa para la pintura. Sin duda, Paul Delvaux tuvo consigo el poder del arte.