El mundo espiritual del periodo más antiguo del México prehispánico mira con pequeños rostros al visitante que se asoma a una vitrina de cristal, colocada a la entrada del Museo Cuauhnáhuac, la antigua residencia que erigiera en Cuernavaca el conquistador de este país.
Se trata de 23 personajes elaborados en barro que representan a los antiguos puentes mágicos, por medio de los cuales, los miembros de aquellas sociedades antiguas podían ponerse en contacto con otros mundos, más allá de su realidad: los chamanes.
De acuerdo con información del Centro INAH Morelos, se trata de piezas que “forman parte de la colección Leof-Vinot-INAH y podrían provenir de la región comprendida ahora como el estado de Morelos”, las cuales constituyen la llamada “Pieza del mes de abril”, que se exhibe en el Museo Regional Cuauhnáhuac – Palacio de Cortés.
Además de la antigüedad de los pequeños trabajos –más de tres mil años, por provenir del Preclásico temprano-, destacan dentro del conjunto las cinco representaciones femeninas de esos personajes.
“Ellas nos muestran -dice el Centro INAH- que en las sociedades en Mesoamérica, la mujer y el hombre podían acceder al poder de lo espiritual de manera igualitaria, es decir, que no era un ejercicio social exclusivo del género masculino, ya que para el chamanismo lo más importante se centraba en la respuesta del individuo ante las necesidades espirituales.”
En un comunicado, la dependencia en Morelos señala: “A lo largo de la historia las sociedades han plasmado en los objetos elementos que permiten conocer su cultura, es decir, atributos que distinguen su vida cotidiana, economía, religión, arte, conceptos de belleza, así como su entendimiento y aprehensión sobre el mundo. Las figurillas del Preclásico Temprano (1500 - 1200 a.C.) en Mesoamérica, son un ejemplo de ello.”
En estas sociedades, continúa la información, es fundamental la manera en que se estructuran los ritos, así como los mitos que los sustentan.
«En ese sentido, el chamán es el responsable de dar continuidad al rito y al mito apoyado por toda la comunidad, de tal manera que los rituales trasciendan la esfera de la representación para trasladar al momento mítico de la creación, siendo el chamán el garante del buen término de este “viaje”.»
Al describir a las piezas, resalta: “Estas figurillas muestran personajes de cuerpo contorsionado como una representación del chamán ante una experiencia extática; parecería un ataque (controlado o inducido) durante un ritual.
“En cuanto a aquellas que tienen barba, es posible que ésta formara parte de su atavío, ya que pudiera tener la misma función que las máscaras, es decir, al momento de usar la barba se transformaban en otra persona o animal, representando o atrayendo a sus espíritus familiares o auxiliares.
«Otras figurillas portan lo que parece ser un sombrero; casi siempre la copa está dividida en cuatro, formando una cruz que dentro de la tradición religiosa mesoamericana es la representación de los cuatro rumbos del universo siendo el centro el "axis mundi" (eje del mundo), de ahí que podría considerarse que en el momento en que el chamán vincula a su comunidad con el mundo sobrenatural, él se convierte en un árbol cósmico, un vaso comunicante entre ambos mundos.»
Para concluir con la descripción, la información señala que otro elemento que muestran algunas de estas figurillas es una pieza colgada en el cuello. “Podría ser la bolsa que usan los chamanes y en la cual cargan sus objetos de poder, o bien puede ser un espejo que servía como un portal hacia el mundo sobrenatural”.