El artista, a quienes sus padres le dieron el nombre de Juan Francisco Rodríguez Montoya, en opinión del escultor Sebastian, es un importante representante de la plástica mexicana.
A nueve años de su fallecimiento, la obra de Juan Soriano ha estado presente al exhibirse a lo largo del país sus creaciones pictóricas y escultóricas en diferentes muestras, y su obra escultórica monumental está dentro de paisaje artístico de la ciudad de México, Guadalajara, Villahermosa, y Monterrey, con esculturas como La Paloma (1991), Luna (1993), Ola (1993) o Dafne (1998).
Actualmente tres representaciones semiabstractas creadas por Soriano en el año 2005 se exhiben en la Plaza Dag Hammarskjöld de Manhattan en Nueva York: Pájaro III, Pájaro de dos caras, y Paloma de bronce, aves que superan los tres metros de altura y las cuales permanecerán hasta el 30 de abril próximo.
El escultor Sebastian, en entrevista con Conaculta, expuso que Juan Soriano produjo una obra que ha representado a México de manera excelsa a nivel internacional. “Además de la gran pintura que realizó, en sus últimos años demostró su capacidad escultórica. Las primeras piezas que le conocí fueron cerámicas extraordinarias, pasó a los bronces monumentales e hizo colecciones muy grandes de producción monumental, es una figura absolutamente reconocida a nivel internacional y nacional”, destacó Sebastian.
El poeta Octavio Paz decía que la obra de Juan Soriano era la afortunada fusión de las tres potencias del arte: la tradición, la fantasía y la imaginación visual, en ese sentido el artista plástico Sebastian calificó como extraordinaria la fantasía del creador de la escultura Luna.
En opinión del miembro de El Colegio Nacional, Vicente Rojo, el legado de Juan Soriano es importantísimo dentro de la pintura mexicana. “El hecho de que su obra se mantenga vigente radica en la gran calidad que tenía su trabajo, esa es la manera en la que una pintura puede trascender”.
El escultor nacido en Barcelona, España, en 1932 destacó que Juan Soriano tuvo el valor de romper en determinado momento con toda esa trayectoria que tenía dentro de la Escuela Mexicana de Pintura para crear formas muy personales.
“De Juan Soriano me parecen muy valiosos todos los retratos que hizo de Lupe Marín. Fue una época muy rica y atrevida, creo que en algún momento debería verse toda esa obra reunida”, indicó Vicente Rojo.
En la década de los años treinta Juan Soriano realizó retratos, en los que exploraba el espíritu del retratado. Hacia 1940 hizo varios bodegones con ecos de la pintura decimonónica, provinciana y costumbrista, en donde las madréporas, frutas, caracoles, y calaveras son parte de su capacidad inventiva.
Entre 1942 y 1950 Juan Soriano privilegió el retrato y le realizó a Lola Álvarez Bravo, María Asúnsolo, y Pita Amor. A partir del año 1950 recibió diversos galardones, montó exposiciones y tuvo el reconocimiento creciente de la crítica, lo que se tradujo en años de intenso trabajo en los que pintó, esculpió, dibujó, y diseñó escenografías y vestuarios para montajes de danza y teatro.
En su obra pictórica también hizo alusión a la tierra, al mar, al aire, a animales como perros, gatos, cocodrilos, caballos, aves, y murciélagos. En los años 1961 y 1962 se dedicó a pintar una serie de Lupe Marín que se consideró un trabajo consagratorio de Soriano, y cuya etapa significó una indagación en el abstraccionismo.
Cuando se fue de México y se sumergió en un mundo artístico transnacional más amplio en Roma, París y otras ciudades, su arte comenzó a mostrar evidencia de la inspiración en las abstracciones del informalismo español, del tachismo francés y del expresionismo abstracto de Norteamérica.
“El color de sus pinturas está muy unido a los pintores de la época. Después de venir con una gran influencia de la Escuela de París él da un vuelco a retomar la tradición mexicana y se sienta en su color y forma, en el reconocimiento de lo que es la raíz de la pintura mexicana”, señaló el artista plástico Sebastian.
Para el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014 en el área de Bellas Artes, Arnaldo Coen, Juan Soriano se expresó en sus inicios de una forma muy clásica para luego cambiarla a finales de los cincuenta. “De alguna manera abrió un camino junto a un grupo de gente, para rescatar lo que es una visión universal del arte”, refirió.
“Creo que Juan Soriano aportó muchísimo en esa transición que llamaron de la ruptura, que pienso más bien fue una transición de un grupo de artistas que no se sumaron al movimiento nacionalista en México”.
El pintor y escultor dijo que Juan Soriano se dio la oportunidad de experimentar varias cosas, lo que reafirma la creatividad que tuvo. “No se estancó en una sola época o en un solo estilo que ya supuestamente había conquistado, fue un gran experimentador. Se dio la libertad de experimentar en varias épocas, en diferentes estilos, creo que no hay que tratar de encontrar en su obra una singularidad”, expresó Arnaldo Coen.
El miembro fundador del Salón Independiente en 1968, describió a Juan Soriano como un artista de gran calidad en todas sus épocas. “A mí particularmente me gusta su trabajo de finales de los cincuenta, donde incursiona un poco más hacía el abstraccionismo y semiabstraccionismo. Maneja elementos esquemáticos que evocan un poco el movimiento de vanguardia de principios de siglo XX y que de alguna manera retoma para regresar a una espontaneidad y frescura con las que encontró su propia caligrafía, un mundo de expresividad que enriqueció el colorido y las formas. Juan Soriano fue un gran espectador, nos enseñó a ver y nos abrió la puerta para encontrar nuestra propia, detalló Arnaldo Coen.
Vicente Rojo dijo en entrevista que Juan Soriano fue para él un importante maestro. “Aunque mi propuesta artística no tiene que ver con lo que él hacía, yo siempre lo tuve presente a la hora de hacer mi trabajo, era uno de los pintores a los que yo quisiera acercarme”.
Vicente Rojo Almazán recordó cuando se alojó en la casa de Juan Soriano en París. “Yo salía temprano y veía que Juan ya estaba sentado frente a un caballete con unos modelos, tenía una manzana, un vaso y algún otro elemento. Al volver por la tarde Soriano ya había transformado lo que tenía, el vaso si era azul, en ese momento ya era verde, la manzana era una pera. Me gustaba mucho ver cómo iba ajustando lo que necesitaba de acuerdo a un tema concreto, me emociona la capacidad que tenía de hacer ese movimiento en su obra”.
El escultor Sebastian recordó que con Juan Soriano compartió mesas redondas y foros. “Era hombre de gran humor y carisma. Muy simpático, siempre fresco, tenía una manera de ser a veces muy agresiva y bastante irónica, pero eso le daba una personalidad especial. Nunca dejó de ser el gran artista, nunca vi una pieza en la que flaqueara y se viera mediocre, siempre estuvo haciendo propuestas de avanzada y su obra en general creo que enaltece la cultura del arte mexicano”, puntualizó.
Juan Soriano murió el 10 de febrero de 2006, a la edad de 85 años. Recibió un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes.