Vlady murió el jueves 21 de julio de 2005, pero antes, en mayo de 2004, tuvo tiempo de informar su decisión de donar más de 4 600 obras de su autoría y de suscribir un convenio con el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), para llevar a cabo la primera etapa de la donación.
El legado artístico de Vlady estuvo en poder de su esposa Isabel Díaz Favela, quien falleció hace un lustro, el 1 de julio de 2010. Después de esa fecha, un litigio entre el sobrino del pintor, Carlos Díaz, y el INBA, mantiene en la indefinición el destino de lo donado. La dependencia oficial no ha informado sobre el curso del juicio.
Durante los funerales del pintor, en la capital morelense, cuestioné a la entonces directora del Museo del Palacio de Bellas Artes –y ex directora del Instituto de Bellas artes-, la también ya fallecida Mercedes Iturbe, qué es lo que iba a pasar con la obra del maestro.
“Él hizo el año pasado una donación muy grande de su obra a Bellas Artes –respondió-, queda en resguardo del Instituto, y sin duda, se tendrá que seguir mostrando y promoviendo. Por lo pronto –eso a mí me da una pena muy grande, porque era un proyecto en donde él tenía un gran entusiasmo-, habrá una exposición de él, para el próximo año, en el Museo de Bellas Artes, que desde luego haremos con la misma pasión y la misma intención como si él estuviera vivo, presente. De alguna manera va a estar presente en este proyecto que era tan estimulante para él.
“Creo que Bellas artes es una cosa, pero la obra tendrá que seguirse mostrando: es la obra de un gran artista mexicano, de una época de México; un artista que perteneció al Movimiento de la Ruptura, movimiento muy peculiar porque es un movimiento que no marca en forma muy precisa una línea.
“Los que lo compusieron eran artistas que, más que tener una línea en el arte, defendían la libertad en el arte. Vlady era un anarquista y, en consecuencia, un ser muy libre, que siempre defendió este derecho por la verdadera expresión, por la verdadera pintura”, señalaba Iturbe.
*UNA VIDA POR SU LOCURA DE LA CREACIÓN
-Ante la ausencia qué es lo que más se extrañará de una personalidad como ésta?
-Como tenemos su obra y la vamos a poder seguir viendo, y sin duda pienso que sus conversaciones.
-Él fue uno de sus espíritus cómplices.
-Así es, él fue uno de mis espíritus cómplices; yo tuve con Vlady una relación de muchísimos años y siempre me pareció interesantísimo hablar con él, porque era meterse en una aventura, en una aventura profunda en donde surgían uno y otro tema, siempre con ese aliento, con esa vitalidad que no perdió nunca.
Quizás en sus últimas semanas de vida tuvo una caída física que le impidió mantenerse en esa misma postura vital, pero su vida entera la vivió con esa entrega, vitalidad y fuerza que a mí me parece muy admirable, sorprendente; y que eso nos debe de dejar una especie de ejemplo a seguir: de la dedicación de alguien, de una vida entera por su oficio, por su trabajo, por su locura de la creación.
-¿Cuáles son sus reflexiones acerca de la trayectoria y de la obra de este maestro?
-Se trata de un gran artista, un gran pintor que entregó su vida por completo con una vocación, con una dedicación muy sorprendente a la pintura. A la pintura en todos los sentidos: a la pintura como oficio, como proyección, como forma de vida. Era un hombre interesadísimo en siempre por lo que representaba el oficio de la pintura.
Él decía que, hoy en día, los jóvenes artistas no sabían ya pintar, y no sabían utilizar las técnicas que él utilizó tanto, como la técnica al fresco, como la témpera y, por supuesto, el óleo. Era un pintor que pintaba a la manera del Renacimiento.
Era muy sorprendente ver esa capacidad que Vlady tenía y ese conocimiento del oficio, de la pintura; pero vinculado a esto, la cultura inmensa de un hombre que se formó en circunstancias muy complejas, muy difíciles, cuyo peso esencial del padre, Víctor Serge, fue determinante.
Aparte del afecto, el reconocimiento intelectual que él tuvo por su padre, fue algo que lo marcó a lo largo de toda su vida en forma muy interesante, porque aunque el padre estaba siempre presente, no fue un padre que le impidiera desarrollarse. Todo lo contrario, él se desarrolló en otra línea. No en la línea ni de la escritura ni de la política, aunque era un apasionado de la política y un apasionado de la escritura.
Vlady era un artista que era sorprendente por cómo escribía y cómo manejaba el español, siendo un artista ruso, aunque vivió toda su vida en México; y era un dominio total el que también tenía del francés.
Aparte de esta cultura y esta capacidad para manejar el oficio, destacaba el talento, el talento de un hombre que eligió siempre temas, en donde detrás de los cuales es obvio que existe un conocimiento y la cultura; son temas que están referidos siempre a cuestiones de la literatura, de la historia y de la política también. Y que los podemos detectar, pero en donde siempre lo esencial y ante todo, es pintar y la pintura.
Vivió rodeado de esto, vivió rodeado de muchos intereses, en un estado de alerta hacia lo que pasaba en el mundo que él vivía. Nunca se quedó en el pasado. Hablaba mucho con los jóvenes, era un gran conversador y es una gran pérdida, aunque una pérdida relativa en el caso de un artista que nos deja una obra tan importante, y que a través de la obra él sigue presente y va a seguir presente para siempre.
* “UNA PREGUNTA IMPERTINENTE”
Durante una larga conversación con Vlady –tuvo lugar en julio de 2003-, se le cuestionó sobre las motivaciones de su creación.
-Su obra se ha caracterizado por ser una denuncia de las atrocidades del siglo XX, ¿por qué pintarlas si ya ocurrieron?
-Uno ni siquiera sabe si pinta lo que le gusta o lo que le disgusta, uno pinta lo que es, esa es una frase de Soriano, por cierto, la dijo una vez. Tamayo pinta los colores, diría el, de la sandía. Yo diría que de las paredes mojadas de Oaxaca, con un inolvidable y penetrante olor a cal y tierra, toda la vida pintó en realidad cualquier tema con este código.
Rembrandt pintó las tinieblas, adentro de un molino de su padre, donde había una sola ventana y el aire era espeso de harinas, y descubrió y trabajó la luz de las tinieblas. Rubens pintaba el sol, la luz, la atmósfera diáfana, en fin.
Yo nací en la Revolución Rusa y esto no me lo puedo quitar de encima. En mi infancia, me fingía muchas veces enfermo, no me gustaba ir a la escuela, y entonces me ponían mil revistas, 500 revistas alemanas, de un general que las había dejado ahí. Y leí libros, diccionarios, libros de estampas de Durero, de grabados de las Guerras Púnicas.
Vi grabados del siglo XV, XVI y ahí había muchas matanzas, muchas torturas muchas mutilaciones, ejecuciones; entonces mi imaginería está hecha de todo eso… y yo vivía en un ambiente de revolucionarios rusos y europeos que venían a ver a mi padre.
Me daba cuenta de la gente que se jugaba la vida y que tenían ideas y convicciones, que me las transfirieron sin que yo siquiera tuviera que irlos a buscar.
Entonces, para mí también la vida fue lucha y después la asumí con mi padre, y desde la primera infancia. Ya no me acuerdo, además quizá miento, no sé, quizás invento, la memoria se transforma con el tiempo, pero en fin, hace usted una pregunta impertinente y le contesto lo más honestamente que puedo, quizás yo esté mitificando.
La primera fase de mi vida, de los 20 años, fue la de soldado raso en la revolución europea, de varias revoluciones; entonces, así como Tamayo vivía entre sandías, yo vivía entre revoluciones.
Dicho esto, me obliga a no ser tan frívolo, creo que todavía en mi subconsciente o en mi consciente –pues las dos instancias hoy en día se pueden confundir- yo todavía estoy muy preocupado por problemas sociales, por el destino del hombre y su significado en la vida, por las nuevas ciencias de la noosfera, la estética, la ética y todo el conocimiento en su totalidad.