Este es uno de los mejores días de mi vida, porque hoy entrego a esta noble población una parte muy bella de mi vida: la colección de objetos de arte antiguo de México que, durante 24 años, he reunido con sacrificio y pasión.
Los mil doscientos objetos que desde hoy pertenecen, al pueblo de Tepoztlán, constituyen un pequeño conjunto que da fe del genio artístico de nuestros antepasados indígenas; es un muestrario pequeño de todas las antiguas culturas de México, en que con modos diferentes e idéntica genialidad, el tiempo quedó capturado y hecho instante sin fin.
El sentimiento humano, por oscuro que parezca, en ocasiones resulta una carga de luz para un gran artista. Aquí podemos comprobar la variedad de la expresión artística de nuestro mundo prehispánico; es tan extraordinaria, como no hay otra en el mundo.
La geografía artística de México nos conmueve y apasiona como muy pocas. En ninguna parte el artista dio tanto y tan diferente fruto admirable de la tierra y del sol; y sigo repitiendo que nunca seremos sinceramente mexicanos en tanto no conozcamos, para amarlo y admirarlo, el arte de nuestros antepasados indígenas. Es una forma de integración, por ser ello, creo yo, lo más entrañable.
Muchos años de venir a Tepoztlán, sitio incomparable por su belleza, su clima, su historia y su gente –al que mi corazón debe muchas horas de paz y poesía-, son las causas por las que decidí dejar aquí este pequeño tesoro mío como prueba de cariño y admiración.
Aquí nació, en Tepoztlán, uno de los personajes más importantes de nuestra historia: el señor Ce Ácatl –que quiere decir: Uno Caña-. Modelador de la cultura tolteca y que mereció repetirse en el nombre de Quetzalcóatl. Me cuentan amigos tepoztecas que en el sitio donde este hombre magnifico nació, a unos cuantos kilómetros de aquí, hay un pequeño estanque en el que un pájaro cuida de levantar las hojas que caen, durante el deshojamiento otoñal. Sitio de soledad. Belleza impresionante en la que el día transcurre como una flor dentro de un canto.
Tepoztlán acudió en ayuda de Cuauhtémoc en días de gloria tristísima; fue un señorío de cultura mayor. Y todavía, hace menos de cien años, reducido y aislado, tuvo escuela y periódico semanal. Aquí se habla aún la lengua náhuatl, con pureza y elegancia.
Dejo en Tepoztlán un pequeño museo hecho por mí, lleno de vivas presencias.
Toda mi gratitud hago pública aquí al gobierno del muy ilustre Lic. Adolfo López Mateos; a la Secretaría del Patrimonio Nacional, que dio el hermoso local del siglo XVI, que fuera granero del convento; al arquitecto González del Sordo, personaje de la Secretaría de Educación Pública, que hizo posible la habilitación de las salas para convertirlas en museo; al generoso donativo de la señora Dolores Olmedo de Olvera y a otro de la Aseguradora Nacional. Contribuyeron a la terminación de las obras, fuera del proyecto original.
El pequeño museo le devuelve a Tepoztlán el que ya tuvo y que se dispersó en días de zozobra nacional.
El hecho que está cumpliéndose, es causa de uno de los mejores días de mi vida, pues ya sea por gloriosa coincidencia, esta fecha es aniversario del nacimiento de Bolívar.
*Texto leído por el poeta tabasqueño hace medio siglo.