¿Estaba enterado de que también se localizó otra escultura igualmente llamativa porque es la figura de un jaguar sin carnes, a quién en el cuerpo se le ven las costillas y el espinazo?
¿A poco sí conocía que en la pirámide de las serpientes emplumadas, el edificio más representativo de esa zona del Morelos prehispánico, aparece en los relieves que lo rodean una representación extraordinaria de un eclipse de sol?
Con fascinación, el visitante tiene todas estas revelaciones al contemplar, con asombro, esos y otros materiales de nuestro patrimonio cultural tangible, pero en un sitio que no se encuentra en el territorio de nuestra entidad.
“El Creador”, escultura de espléndida factura a la que se le vincula con la fertilidad y con el origen divino de las dinastías gobernantes de Xochicalco. || “Jaguar descarnado” se le vincula “con el inframundo, el dominio de los muertos”. (Fotografía: José Antonio Gaspar)
Antes de continuar, cabe señalar que la zona de monumentos arqueológicos de Xochicalco cumplirá, el próximo 4 de diciembre, década y media de haber sido inscrita en la lista del patrimonio mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Esa categoría la tiene Xochicalco, de acuerdo a los criterios de la Unesco, debido a dos consideraciones: porque es “testimonio único sobre una tradición cultural” y es “ejemplo sobresaliente de un tipo de construcción o conjunto arquitectónico”.
Independientemente del espacio físico que ocupa en el estado de Morelos, esa cultura prehispánica tiene presencia dentro de la “Sala Tolteca y el Epiclásico”, reestrenada hace casi dos años, en el Museo Nacional de Antropología, en la ciudad de México. Con ello, un mayor número de visitantes, nacionales y extranjeros, puede tener conocimiento de su importancia histórica.
En el recinto del Distrito Federal, las piezas provenientes de Xochicalco, comparten la gran sala con objetos de otras culturas, como los procedentes de Cacaxtla-Xochitécatl y Cantona, de reciente inclusión en el guión museográfico.
Una de las estelas de Xochicalco, cuyas interpretaciones “versan sobre sucesos históricos y míticos”. (Fotografía: José Antonio Gaspar)
Todas tienen en común, por ejemplo, que fueron ciudades que antecedieron al esplendor tolteca y tuvieron su desarrollo en el periodo epiclásico, es decir, entre los años 600 y 950 d.C.
*CUNA DEL CULTO Y LA DEIFICACIÓN DE QUETZALCÓATL
En la primera cédula informativa del museo, destaca que Xochicalco alcanzó su máximo esplendor a raíz del debilitamiento de Teotihuacán y que fue abandonado alrededor del 1100, debido a rebeliones internas.
Puntualiza, de manera relevante, que “se considera cuna del culto y la deificación del dios Quetzalcóatl, de suma importancia para culturas posteriores, como la tolteca y la mexica”.
La ciudad de Xochicalco se edificó en la cima de varios cerros, modificados mediante fosos y terrazas artificiales, explica, “la accidentada topografía de sus elevaciones permitió construir una urbe fortificada, custodiada por atalayas y con una gran Ciudadela con basamentos piramidales palacios y juegos de pelota”, describe el texto.
También expone que su crecimiento es atribuido a su ubicación estratégica, lo que le permitió establecer intercambios con las regiones de Michoacán, Guerrero, Oaxaca, el área maya y las costas del Golfo y del Pacífico.
“La iconografía arquitectónica con temas bélicos, la astronomía y la refinada cultura material, que incluye complejos mensajes cosmogónicos, como los relieves de la Pirámide de la Serpiente Emplumada, hicieron de este centro un referente de la síntesis cultural mesoamericana y del surgimiento de las ciudades militaristas”, concluye la cédula.
Más adelante y en otra ficha explicativa, resalta que la arquitectura monumental de Xochicalco presenta diversas estructuras, tanto cívico-administrativas y residencias de élite, como construcciones dedicadas al culto, a la observación astronómica y al juego de pelota. En sus casi 7 km cuadrados, añade, también se construyeron fortificaciones, murallas y torres vigía.
Asegura que por las figuras talladas en la superficie de la Pirámide de las Serpientes Emplumadas, “se deduce que estuvo dedicado a Quetzalcóatl. También se infiere que su iconografía conmemora una reunión entre sacerdotes para celebrar una correlación calendárica, lo cual explicaría los variados estilos iconográficos de los personajes”.
Agrega que dentro de las formas se puede apreciar un eclipse solar, “identificado por unas mandíbulas descarnadas a punto de devorar un círculo que simboliza al Sol. También es probable que se hayan plasmado discursos destinados a legitimar a las dinastías gobernantes de Xochicalco”.
*VIDA COTIDIANA REGULADA POR LA VIDA RITUAL
Dentro de dos vitrinas de gran tamaño, se pueden admirar elementos utilitarios, empleados por los antiguos habitantes de Xochicalco, como un caracol marino, hondas, piedras redondeadas y una colección de puntas de flecha de obsidiana.
Sin embargo, lo que realmente atrapa la vista al asomarse en las cajas de cristal, es la presencia de objetos que debieron haber tenido un uso ritual, como las figurillas antropomórficas, las vasijas con elementos zoomórficos y hasta la reconstrucción de un guerrero, que parece parcialmente invisible, ya que sólo se exhiben sus extremidades, la cabeza y el chimalli o escudo que portaba.
Acerca de la vida cotidiana y el simbolismo, anota otra cédula del museo: “en la zona habitacional se han recuperado vasijas de cerámica utilitarias como cajetes, ollas, jarras y tinajas para almacenar líquidos. También se han detectado utensilios ceremoniales como incensarios, vasos y sahumerios con representaciones de diversas deidades”.
“La aparición de vasijas ceremoniales en los diferentes espacios urbanos de Xochicalco –destaca el apunte- nos permite suponer que la vida cotidiana, tanto de los sujetos adscritos a las élites como de la gente común, estaba fuertemente regulada por la vida ritual, que unía la supervivencia con las diversas fuerzas anímicas, y que al mismo tiempo permitía la cohesión y reproducción social de la cultura”.
*DE LAS PIEZAS ASOMBROSAS
La pieza titulada “El Creador”, llama la atención de cualquiera por su espléndida factura, pero se vuelve asombrosa cuando uno lee (hay que recordar que los hombres con barba llegaron hasta 1519): “representa a un adulto barbado y con colmillos, arrodillado sobre la pierna izquierda y ataviado con orejeras tubulares y un elaborado tocado”.
Una tarjeta informativa menciona que a esa pieza se le vincula con la fertilidad y con el origen divino de las dinastías gobernantes de Xochicalco “ya que tiene dos penes, con representaciones de hojas de cacao, que suben por detrás de sus brazos y le recorren la espalda anudándose en el pecho y descendiendo, uno hacia el muslo y el otro hasta el antebrazo izquierdo”.
En cuanto a la figura del “Jaguar descarnado”, otra cédula anota que es la representación de ese animal con las fauces abiertas. “Las patas delanteras fueron mutiladas y son evidentes sus costillas y el espinazo, dando la apariencia de una entidad descarnada, lo que le vincula con el inframundo, el dominio de los muertos”.
El hermoso objeto que de manera sintética y conceptual representa la cabeza de una guacamaya, subraya la ficha correspondiente, “sirvió como marcador del Juego de Pelota sur de Xochicalco. Esta obra no sólo tuvo una función utilitaria, sino también simbólica, pues las guacamayas fueron consideradas aves preciosas por su plumaje multicolor”.
En cuanto a las estelas -recuperadas en la Cámara de las Ofrendas de la Estructura A-, y que se encuentran labradas por sus cuatro caras y tienen representaciones de diferentes deidades, numerales y glifos alusivos a fechas calendáricas, otra ficha explica que indica que las interpretaciones que de ellas se han realizado, “versan sobre sucesos históricos y míticos”.
“Destaca que algunos de sus glifos se encuentran presentes en otras culturas, como el corazón sangrante detectado en representaciones pictóricas de otro sitio Epiclásico: Cacaxtla”, finaliza.
A quince años de la declaratoria de la Unesco que convirtió a Xochicalco “Patrimonio de la Humanidad”, la sala de exposición permanente de ese sitio, en el Museo Nacional de Antropología, demuestra para el asombro de propios extraños, las poderosas razones de ese reconocimiento a esa cultura de la patria chica.