Hay quienes viven huyendo de sus malos pensamientos de diversos modos. Huir de uno mismo realmente no es posible al menos que nos enajenemos, es decir, que anulemos nuestro sentido de identidad y de responsabilidad sobre lo que nos pasa. Es en cierta forma volverse como un objeto movido por fuerzas impersonales que no puede hacer nada más que dejarse llevar.
En resumen, es imposible renunciar a hacernos cargo de nosotros mismos. De bebés, de niños, nuestros padres “se hacían cargo de nosotros”, satisfacían nuestras necesidades y nos resolvían nuestros problemas, nos reequilibraban cuando nos poníamos alterados emocionalmente.
Muchas veces todavía de adultos recurrimos a nuestros padres o a otras personas para recobrar nuestra estabilidad. Pero en realidad, a la larga debemos enfrentar lo que somos, lo que hemos hecho, lo que no hemos hecho, nuestros rencores, nuestras frustraciones, nuestra zona más oscura. Y huir o guarecernos en la protección de otras personas no va a solucionar las cosas.
Huir no soluciona nada. Pero ¿qué hacer con los malos pensamientos? Para empezar habría que entender por qué tenemos pensamientos negativos. De entrada todos tenemos una parte de nuestra personalidad que se oculta, como el lado oscuro de la luna. Es parte de esa dualidad inherente a la mente en la que podemos estar adentro o en la superficie, en lo inconsciente o en lo consciente.
Tenemos pensamientos encontrados, indecisiones, dilemas imposibles de conciliar, deseos no aceptables según las reglas morales, espirituales o materiales. No podemos hacer lo que nos da la gana ni podemos tener todo lo que deseamos, simplemente por nuestras limitaciones. La imperfección es parte de nuestra naturaleza.
Además, somos seres viviendo en una tensión constante entre lo que somos y lo que queremos ser, entre lo que queremos y lo que podemos. Por no decir que también hay reglas que deben seguirse para que el mundo humano funcione. Esta condición genera un lado oscuro de nuestra personalidad con el que lidiamos. Somos seres emocionales, todas estas condiciones las sentimos y nos afectan de distintos modos. Podemos lastimarnos. Esperamos ciertas cosas y podemos recibir mucho dolor, en vez de lo esperado. Eso ha fraguado un lado negativo de nuestra mente, aquella que piensa por su cuenta cosas negativas, tragedias, conjeturas erróneas acerca de lo que pasará, de lo que no podemos controlar, de aquello que nos produce sentimientos encontrados de amor-ira, miedo-acercamiento, moral-inmoral, etc.
Cuando entramos en sentimientos de incertidumbre, enfrentamos lo desconocido es cuando podemos activar la necesidad de “controlar la situación” con una serie de conjeturas que torturan nuestra mente. También los deseos inaceptados, de odio, de venganza pueden verse realizados en fantasías que ocupan nuestro pensamiento, al mismo tiempo que nos torturen sentimientos de culpa y de indignidad moral.
Los deseos sexuales son otro de los contenidos de pensamientos malos o negativos en la persona y pueden ocupar gran parte de su tiempo, urgiendo a la persona a acciones que pueden no estar permitidas, o que canalizan el deseo frustrado de la persona, sin que llegue a realizarlos.
El contenido de los malos pensamientos puede variar. Reflejan los problemas mentales, emocionales y morales de las personas, así como sus temores y las frustraciones de su vida. Pero además de esa problemática está la dificultad para enfrentar la realidad. Esto es crucial, “la huida de la realidad”, la evasión en la mente hacia una realidad creada por la mente que va desde la tortura máxima hasta la realización de deseos de manera insospechada. Es necesario que la persona que ha perdido el dominio sobre su mente negativa recobre ese dominio y ello implica por supuesto el enfrentamiento de la realidad, de las limitaciones impuestas por ésta. El tratamiento psicoterapéutico es indispensable para parar la obsesión mental, el pensamiento reiterativo sobre ciertos temas. El manejo equivocado de la ansiedad, la angustia anticipatoria de tragedias, el ansia sexual, amorosa, la aprehensión hacia las acciones de la pareja que se cela y/o el pleito entre dos personas o bandos y lo que se imagina como defensa.
Irónicamente luego se pretende huir de estos pensamientos que eran para huir de la realidad. Y es que torturan a quienes los tienen y se dejan llevar por ellos. Entonces estas personas no pueden estar solas ni inactivas. Deben llenarse de ruido, de actividad y/o realizar parte de lo que fantasearon para dar calma a su mente, lo cual puede ser temporal y retroalimentarse cuando las cosas no sucedan según lo esperado o hasta la próxima frustración, desestabilización emocional. Es como una droga de la que se huye, pero a la que finalmente acaba entregándose aquella persona trastornada por este padecimiento. Es necesario romper el círculo vicioso y dar la cara a los problemas, a las limitaciones y resignarse a lo que no puede ser, a lo que no se puede controlar, a lo que no se puede arreglar, a lo que no se puede llegar a realizar. Además es indispensable trabajar con las frustraciones que fueron en un principio el motor que movilizó todo esto. La psicoterapia es indispensable en estos casos.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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