En demasiadas ocasiones oímos decir, “es que tu carácter”… En muchos conflictos parece haber alguien con mal carácter que hace difícil la convivencia. Alguno suele decir “es que tengo carácter fuerte”. Pero en estos asuntos nos tenemos que ir con tacto, pues las relaciones humanas son más complejas de lo que parece a primera vista. De hecho, de cualquier situación somos cómplices y de algún modo nos influimos mutuamente.
Sin embargo, hay un espacio siempre abierto para escoger libremente cómo queremos reaccionar, actuar, pensar, sentir, resentir acerca de lo que los demás hacen o supuestamente “nos hacen”. Y digo supuestamente porque muchas veces lo que nosotros interpretamos como los motivos y razón de actuar de alguien pueden ser totalmente diferentes a los que nosotros supusimos.
Puede ser que consideremos que alguien es irritable y quiere imponer su voluntad, cuando podría ser que realmente lo que sucede es que esa persona está pasando por momentos dolorosos que como se aguanta no los deja ver, pero lo vuelve hipersensible y reactivo ante las exigencias de su medio.
En fin, pero ¿es nuestro carácter una forma de interpretar, actuar y reaccionar que nos hace sufrir? Si somos cómplices de una situación, reconocer cómo participamos se vuelve fundamental para comprender nuestro carácter y poder manejarlo mejor. Ciertamente nuestro carácter a veces nos hace sufrir o al menos eso nos hacen creer. Quizá sea cuestión de averiguar en qué sentido nuestra manera de ser se vuelve una forma de torturarnos a nosotros mismos.
Mejorar nuestro carácter es de por sí una necesidad de crecimiento y no sólo un requerimiento para relaciones más armoniosas con los demás. Lo que uno es, lo que uno manifiesta a los demás y la manera en la que uno recibe e interpreta lo que le pasa y lo que los demás hacen está en función de nuestro carácter.
Una misma situación es vivida de manera muy diferente por personas con carácter distinto. Lo que para unos es una pesadilla, para otros es algo sin importancia y para otros es una invitación a dar más de sí mismos. Nuestro carácter es a veces como unos lentes que nos ponemos y que distorsionan la realidad que percibimos. Como dice el dicho “todo es según el cristal con que lo mires”. De hecho esa sería una primera noción de lo que es el carácter, una manera de ver las cosas, de tomar los hechos, de interpretar las circunstancias. Pero es mucho más. En realidad parte de nuestra identidad se manifiesta hacia afuera como nuestro carácter, lo que creemos, lo que somos y la manera como procedemos en las distintas situaciones.
Nuestro carácter nos hace sufrir cuando se vuelve una especie de cubierta, coraza, armadura para protegernos de que nos lastimen y para evitar que nosotros volquemos lo que traemos dentro. Pero diríamos que esa es solamente la parte externa del carácter, que debe ser flexible para no ahogar lo que realmente somos en el fondo de nuestro corazón y para que no nos impida sentir las alegrías y las tristezas de la vida.
Nuestro carácter es también esa parte única de nosotros mismos que nos distingue. Por eso no se puede cambiar el carácter totalmente. Pero eso no es excusa para no cambiar. Se puede aprender a manejar mejor nuestra propia emotividad, conocer nuestro interior y encontrar mejores maneras de comunicar nuestras necesidades a los demás y negociar.
Para no sufrir con nuestro carácter debemos aprender cómo somos cómplices en cada situación conflictiva y reconocer que la manera en que nuestro carácter se ha formado ha sido por algunas vivencias que pueden reconsiderarse de otro modo. Al entendernos podemos modificar o manejar mejor. Además manejar nuestro carácter es aprender a dominar nuestras emociones, nuestra sexualidad, nuestra libertad y sus límites. Es guiarse por principios y no sólo por el egocéntrico deseo innato de darnos gusto en todo y hacer lo que nos venga la gana, pues a pesar de que tenemos ese impulso desde infantes no quiere decir que sea la mejor forma de ser. De hecho se sufre mucho cuando se actúa caprichosamente y se quiere tener el control a como dé lugar. Esos vicios de carácter nacidos del orgullo y hacer nuestra santa voluntad pueden acabar con una vida buena y satisfactoria de unión con los demás.
Por eso y en orden a esa necesidad de cambiar te invitamos a integrarte a un proceso psicoterapéutico. En él aprenderás a manejar tu carácter para que no te haga sufrir inútilmente. Si bien no se puede evitar el sufrimiento, por lo menos que tú no lo provoques con tu forma de ser. Que aprendas cómo dominarte a ti mismo. Se trata de ensayar formas de reaccionar, de reconocer áreas de conflicto, evitando ser un provocador. Manejar tus emociones, tu sexualidad, tus creencias, tus reacciones, etc.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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