Transitar por la exposición Epidermis, es ir al encuentro con la frontera del cuerpo - predominantemente masculino, para recorrerlo y reconocerlo con la vista- como estímulo para el desenvolvimiento de la creatividad.
Es un fascinante recorrido de contrastes, en donde lo mismo caben las sutilezas de la composición para fotografía a color, que la exhibición –en blanco y negro- de la desnudez de frente, que para algunas sensibilidades podría rayar en lo burdo, y hasta la presentación de un mosaico de posibilidades atroces del autorretrato.
La muestra arranca de forma prometedora, con la exhibición de la instalación titulada Sobre la piel, de Claudia García, con un sentido etéreo que no sólo consigue al lograr que un vestido negro -¿usado alguna vez por alguien?- “flote” en el espacio de presentación, o en el par de plumas suspendidas, como finas metáforas del placer del contacto carnal, sino en la propia ausencia del cuerpo que porte la prenda, a pesar de que en el piso haya un espejo en donde ningún ser viviente se refleje.
Al observar de manera más detenida, un hallazgo lleva al otro extremo de la interpretación de la obra: la ropa está cubierto con punzantes alfileres, que si bien no tocan carne alguna para desangrarla, si nos recuerda que ella, nuestra carnalidad, además de fuente para las delicias del goce, es también receptáculo para el dolor.
En la presentación artística que tiene lugar hasta este viernes 28 de febrero en el Museo de la Ciudad de Cuernavaca, dialogan las inquietudes de jóvenes creadores surgidos del Centro Morelense de las Artes (CMA) y de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), con el trabajo ya consolidado de sus mentores, como la maestra Bela Límenes (“Sin título”, fotografía análoga con impresión en cianotipia).
Además de fotografía (análoga, digital, transferencia sobre aluminio) e instalación, la exposición se complementa con otras propuestas disciplinarias como el video, el arte objeto y el libro de artista.
En ella participan, conjuntamente con las artistas ya mencionadas, Javier Ocampo, Irving Mendoza, Kendi Rivera, Lilián León, Pamela Zubillaga, Raquel Punto, Daniel Guevara y Enrique Acosta.
Con un amplio despliegue del color y con el empleo de diferentes técnicas, Javier Ocampo le da forma a su Cósmosis, a In side y a su Políptico, para revelarnos, al mismo tiempo, las huellas de la piel que lo cubren y su universo interior cobijado.
Modelo de sí mismo para su obra, Ocampo va más allá de la gestualidad de su rostro, que lo mismo lo lleva a romper en llanto, que a tatuarlo con marcas de color: logra perturbarnos con los contrastes de los fondos que utiliza para enmarcar sus distintos retratos, en los extremos contemporáneos de la brutalidad y la violencia.
En esas inquietantes imágenes, Javier Ocampo nos recuerda la ferocidad e inclemencia del momento que vivimos. En sus autorretratos se presenta con sus manos y boca llenos de sangre, con un cuchillo a punto de cortarse la lengua, cubriéndose la boca con cinta adherente o la cara con un pasamontañas o con una asfixiante bolsa de plástico.
Todo ello con un fondo diverso de flores coloridas, mariposas monarca o bellísimos paisajes de playa o montañas.
Ese mismo artista que impacta con tales demostraciones de un desafiante talento, logra la fascinación del espectador en el otro extremo de su obra, con impresiones de sus fotografías en seda, para mostrar de manera sutil y sensual, la desnudez de un cuerpo que resalta entre un mar de conos de papel, cuyas amenazadoras puntas se dirigen hacia él y al que cubre tan sólo con sus manos.