El 15 de diciembre de 1994, el Comité del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), determinó inscribir a los “primeros monasterios del siglo XVI en las laderas del Popocatépetl”, en la lista del Patrimonio Mundial.
Uno de los argumentos de ese comité para esa declaratoria, fue “la influencia ejercida sobre el desarrollo de la arquitectura, las artes monumentales y la organización del espacio”.
De igual manera, reflexionó la misma instancia, “por ofrecer un ejemplo eminente de un tipo de construcción que ilustra un periodo histórico significativo”.
Eran los tiempos en que el gobierno de Morelos estaba liderado por el militar en retiro Jorge Carrillo Olea, y el Instituto de Cultura de Morelos (ICM), en ese entonces encabezado por Mercedes Iturbe Argüelles, había publicado el libro Conventos coloniales de Morelos, en coedición con Miguel Ángel Porrúa y con un prólogo del doctor Miguel León Portilla.
La imagen “en las laderas del Popocatépetl”, ilustra a la perfección no sólo la manera como la Unesco ubicó a las edificaciones religiosas, sino también señala la ruta que realizaron las órdenes monásticas evangelizadoras que llevaron a cabo la conquista espiritual de México.
Siguiendo ese orden, de norte a oriente, se trata de los conventos establecidos en diez municipios morelenses: Cuernavaca, Tepoztlán, Tlayacapan, Oaxtepec, Totolapan, Atlatlahucan, Yecapixtla, Ocuituco, Tetela del Volcán, Hueyapan y Zacualpan de Amilpas.
La ruta conventual concluye en el estado de Puebla, en los poblados de Tochimilco, Calpan y Huejotzingo.
La importancia de que una decena de municipios de Morelos resguarde ese legado, la destacó en entrevista el maestro de la fotografía Adalberto Ríos Szalay, al decir: “Morelos tiene la característica de que la tercera parte de sus municipios tiene al menos un sitio inscrito, cosa que no creo que se repita ni en México ni en muchos lados del mundo.”
Acerca de esa situación privilegiada, Carlos Chanfón Olmos, en la obra referida, escribió: “La juventud del estado de Morelos como entidad federativa, su cercanía con la ciudad de México, capital del virreinato, la injerencia de Hernán Cortés en territorio morelense desde su regreso de las Hibueras en 1526 y el establecimiento de la sede del Marquesado del Valle de Oaxaca en Cuernavaca desde 1530, son razones importantes que ayudan a comprender porqué existen ahí tantos y tan variados conventos mendicantes del primer siglo de la ocupación española”.
Divididos por las tres órdenes religiosas que encabezaron su construcción, los monumentales edificios religiosos se dividen en: franciscanos: Cuernavaca, Calpan y Tochimilco; dominicos: Oaxtepec, Tepoztlán, Tetela del Volcán, Chimalhuacan y Hueyapan; y agustinos: Ocuituco, Totolapan, Yecapixtla, Zacualpan de Amilpas, Tlayacapan y Atlatlahucan.
En el número especial del 14 aniversario de La Unión de Morelos, Joyas del tiempo bajo el volcán publicamos hace siete años una serie de reflexiones y demandas que siguen vigentes: “El pequeño espacio que el estado de Morelos representa en el mapa de la República Mexicana, no tiene nada que ver con la grandeza espiritual, histórica, cultural y artística que distingue a la entidad en el conjunto nacional. Grandeza que, en muchos de los casos, acumula cientos de años de pasado.
“Uno de los más claros ejemplos, es el hecho de que, entre varios de los 33 municipios, se reparten once conventos del siglo XVI, que desde el año 1994, fueron declarados por la Unesco como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
“El hecho por sí mismo, es suficiente para darle brillo a nivel internacional al estado que ocupa el segundo lugar, por su tamaño, en el mosaico federal; sin embargo, al propio interior del país, la trascendencia de que Morelos cuente con semejante cantidad de recintos religiosos, provenientes de la época de la Colonia, tiene un agregado más, si se recuerda que esos espacios simbolizan la verdadera conquista que se realizó en estas tierras: la espiritual.
“En este número especial del suplemento cultural Bajo el volcán (…) hemos querido combinar un hecho doble. Primero, resaltar el magnífico trabajo que las instituciones internacionales, federales y estatales, han venido realizando en lugares como el convento de Tetela del Volcán, a fin de recuperar, para las futuras generaciones, esa parte de historia que representan y los tesoros del arte que resguardan.
“En segundo lugar, insistir –no ha sido la primera vez que lo hemos planteado- y dar la vez de alerta, en la necesidad de extender esa labor hacia otros lugares –en este caso el convento de Ocuituco-, en los cuales el paso y la acción del tiempo es por demás evidente, y a fin de evitar un daño irreparable en nuestro legado como nación”.