Lo inesperado del suceso se debía a que la madurez del talentoso artista apenas rebasaba el medio siglo (53 años), pero sobre todo, a que su vitalidad creadora y potencial artístico, de esa manera, quedaron sellados para siempre.
Si bien no era originario de Cuernavaca, como se difundió en los primeros días del deceso –y más tarde se tuvo que aclarar que había nacido en Chicago, Illinois(28 de julio de 1959)-, también es cierto que su obra cinematográfica surgió a la luz durante sus muchos años de estancia en la Ciudad de la Eterna Primavera.
Desde su ópera prima Libre de culpas (apoyada en su presupuesto por el entonces Instituto de Cultura de Morelos, dirigido por Mercedes Iturbe) hasta A través del silencio, filme basado en la novela del mismo nombre y escrita por Javier Sicilia;además, esta ciudad fue testigo de su labor como maestro campeón del ajedrez.
A un año de su muerte sorprende, por otra parte, que no ha habido ninguna instancia que programe un ciclo dedicado a la obra fílmica de Sisniega -a pesar de su valiosa y refrescante aportación al cine mexicano-, ni por parte de las instituciones encargadas de la difusión cultural en el estado (Secretaría de Cultura, Universidad del Estado, delegación del Instituto de Antropología e Historia, et. al.), ni por iniciativa de particulares.
El año pasado, el 12 de abril, se rindió un homenaje en el Museo Cuauhnáhuac al desaparecido representante del séptimo arte, en donde participaron el poeta Javier Sicilia, el actor Martín Zapata, Luis Eduardo Mendoza y el campeón nacional de ajedrez Rubén Canales, a invitación de Óscar Menéndez, merecidamente reconocido en estos días, por parte de la Cineteca Nacional, con una retrospectiva de su obra y a quién el director de la institución federal, Alejandro Pelayo, no dudó en denominar “el cronista fílmico de México”, como lo publicamos en estas páginas el domingo pasado.
A quien bien obra, bien le va, no cabe duda, sin embargo –hasta el momento de escribir estas líneas- los participantes del homenaje a Marcel Sisniega no habían cumplido con lo prometido al final del acto, como lo escribimos en la reseña correspondiente: “‘El tejido social de Morelos está intacto, no nos han vencido’, advirtió Menéndez como despedida, y anunció la realización de un ciclo cinematográfico de la amplia obra dejada por el cineasta; ‘una retrospectiva de la fe, se la debemos a este estado’, opinó por su parte Javier Sicilia.” Veremos.
¿Y el Cine Morelos? Bien, gracias.
Por otra parte, y a propósito de instancias oficiales que duermen en sus laureles y dejan pasar la realización de actividades culturales relacionadas con su ámbito de competencia, ¿alguien le podría decir a quienes dirigen La Tallera que este lunes 6 de enero no fue únicamente el Día de los Santos Reyes, sino que se cumplieron cuatro décadas del fallecimiento del pintor David Alfaro Siqueiros en Cuernavaca?
Alberto Vadas –tantos años director de ese centro cultural – no habría dejado pasar esa conmemoración, a pesar del poco presupuesto que se le asignaba. Lo único que ponen en su cuenta de Facebook es la nota aparecida en Crónica. ¿No leyeron tampoco la de El Financiero?
¿Lo sabrán también en la Secretaría de Cultura o solamente partirían la rosca en esa fecha? Yo creo que no lo supieron, porque por lo menos en su programación de enero no hay ninguna alusión al artista con reconocimiento internacional.
Una anécdota relacionada con el muralista tuvo lugar en marzo de 2005, en el entonces Centro Cultural Muros, durante la presentación del libro Siqueiros: Del Paraíso a la Utopía, de la maestra Irene Herner.
En su texto, la autora hizo una revelación trascendente en el arte contemporáneo y durante la entrevista con Bajo el volcán, enfatizó en la falta de reconocimiento que se ha tenido a la influencia que el muralista mexicano ejerció sobre los artistas expresionistas abstractos.
Nos dijo en esa ocasión: “Estos creadores son así como el súmmum del arte norteamericano del siglo XX, hay que recordar que “La Meca” del arte del siglo XX pasó de París a Nueva York después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, no reconocer que en la base de la creación artística del gran Jackson Pollock, palpita la sangre del comunista mexicano, es una de las formas de la Guerra Fría, al negar esta aportación, esta relación tan cercana entre esos artistas jóvenes norteamericanos y los artistas muralistas mexicanos”.
Explicó que Siqueiros fue quien enseñó a Pollock, en 1936, en su taller de Nueva York, “a salpicar y a verter pintura industrial sobre el piso, porque eso es lo que estaba experimentando Siqueiros, pero Pollock nunca reconoció el valor de las enseñanzas que le dio”.
Más aún, decía Irene Herner, “gracias a Siqueiros encontró, en las pinturas de los indios norteamericanos un origen a su pintura, claro que no dijo que esto se lo había aportado su relación íntima con Siqueiros”, aseguró contundente la investigadora.
Hace unos meses y el año pasado, el periódico de circulación nacional La Jornada, publicó apenas lo revelado por Herner hace casi nueve años. Con una sonrisa en los labios, leímos la nota correspondiente.
Fuera del ámbito de las artes plásticas y la cinematografía, cabe decir que este año se cumplirán quince años del fallecimiento de dos grandes autores literarios: Ricardo Garibay y Gutierre Tibón, quienes, en mayo de 1999, nos dijeron adiós en Morelos, con doce días de diferencia (3 y 15 de mayo, respectivamente).
En un lapso de 2001 a 2005, a iniciativa de Rogelio Carvajal de editorial Océano, se fueron publicando, uno a uno, los diez tomos de las Obras reunidas, que abarcaban la totalidad de trabajos literarios del novelista hidalguense.
Por eso sorprende que, en los últimos meses de 2013, hubiera aparecido en Ediciones Cal y Arena el grueso libro Ricardo Garibay. Antología, con un prólogo y la selección de los textos por parte de la escritora, maestra universitaria y tallerista de reclusorios, Josefina Estrada.
La lealdad a una amistad y a un magnífico autor que debe seguir presente, se trasluce en el comienzo del largo y sustancioso prólogo: “La presente antología pretende dar a conocer a los nuevos lectores a Ricardo Garibay, escritor imprescindible, uno de los más prolíficos del siglo XX”, argumenta Estrada.
Por cierto, este domingo a las 12:00 horas, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en la ciudad de México, nuestra querida y admirada maestra de la UNAM – nos impartió la materia Taller de Literatura-, presentará esa antología “garibayana”.
Y ayer sábado, se cumplieron 91 años del natalicio del escritor (Tulancingo, Hidalgo, 18 de enero de 1923), protagonista de la serie para la radio y televisión estatales –en el entonces Sistema Morelense de radio y Televisión- titulada Palabra de Garibay, que fuera producida por nuestro también maestro de una escuela de periodismo, Luis Banda.
En las siguientes ediciones de Bajo el volcán seguiremos hablando del novelista y de la obra reunida por Josefina Estrada.
En cuanto a Gutierre Tibón, no cabe duda que, en esta década y media, quien logró el portento de volverlo a la vida para los nuevos y viejos lectores, fue el crítico de arte morelense Miguel Ángel Muñoz, quien realizó para Conaculta la antología Gutierre Tibón. Lo extraño y lo maravilloso, durante 2009, el año del décimo aniversario luctuoso del sabio italiano
Y para terminar nuestra columna de esta quincena, qué lástima que también se haya olvidado recordar, en la Secretaría de Cultura y durante 2013, los 90 años del nacimiento de dos grandes escritores –uno oriundo de esta tierra-, aunque ya desaparecidos.
Se trata del guanajuatense, pero radicado en Cuernavaca desde hacía muchos años, Rafael Gaona –incansable promotor de la lectura entre los jóvenes de Morelos hasta los últimos días de su existencia-, autor de El diablo de Tlayacapan así como deAndrés y Diego en la muerte de Frida, entre muchos otros libros;y del maestro Alejandro Ortiz Padilla, autor ni más ni menos que de la única novela de la Revolución Mexicana en el sur, en escenarios del estado de Morelos: Dos tercios de maíz, relato de aventuras que, me consta año con año, sigue gustando a los nóveles lectores.
Ojalá y pronto se subsanen estos lamentables olvidos. Si es que hay interés. ¿Qué opinan nuestros lectores?
*ESLABONES.
*Fuera del escueto “desafortunadamente, el maestro no pudo estar presente”, muchos de los asistentes a la inauguración de la exposición pictórica Zoología fantástica, en el Centro de las Artes de San Agustín Etla(CaSa) –reseñada el pasado 5 de enero en estas páginas-, nos quedamos con la duda de por qué Francisco Toledo no se apareció por el recinto del que es mecenas.
La incógnita la despejaría, al día siguiente de la apertura, el periódico oaxaqueño El imparcial, en la nota del 22 de diciembre de 2013 de la reportera Gina Mejía, quien vía telefónica se comunicó con el artista: “La obra de Zoología fantástica la vi hace treinta años, desde que la hice y no la he vuelto a ver, ni la quiero ver, porque ya es una cosa que me aburre; (…) todo lo que he hecho me aburre, no me causa ninguna gracia esas cosas pasadas”, le dijo Toledo a la periodista.
*De otro dos grandes olvidados hablaremos en nuestra próxima columna.