En este sentido, ya desde 1985 el sector cinematográfico mexicano está creando material documental, que registra la forma de vivir de nuestras comunidades más alejadas con la participación activa de la gente involucrada. En esta ocasión pudimos ver “Tejiendo mar y viento y La vida de una familia ikood” de Luis Lupone y Teófila Palafox que, hasta donde conozco, fue producto del primer taller de cine indígena en el país. También en este tenor la película ganadora del festival “No Meio do Rio, Entre as Árvores” de Jorge Bodanzky, es la narración de algunos pueblos del amazonas que presentan las problemáticas ambientales y sociales desde su propia perspectiva, apuntando a la educación como un elemento de la solución a esa problemática. En otro documental: “Silvestre Pantaleón” de Roberto Olivares y Jonathan D. Amith, con la participación de la comunidad de San Agustín Oapan, Guerrero; nos muestran aspectos tecnológicos sustentables en la elaboración de artesanías, que merecen ser detallados para su completa comprensión y, quizá lo más importante para esa comunidad, su difusión para la explotación comercial de esos productos, con la finalidad de obtener el pago justo de su trabajo. El documental que me ha parecido más interesante y bello es “Canícula” de José Álvarez, donde se retrata una comunidad totonaca. José Álvarez manifestó que la participación directa de la comunidad en el proceso de filmación del documental, condujo a plasmar actividades y escenas que retratan con autenticidad su cotidianidad y sentir de la vida. En particular me llamó la atención la bella forma de registrar y transmitir al auditorio aspectos tecnológicos, que al igual del documental de Olivares y Amith, pudieron ser profundizados y utilizados para catapultar el desarrollo sustentable de la región por la comunidad misma.
Quiero hacer énfasis en el aspecto participativo en los documentales, parece ser que ya en muchas de nuestras actividades, la participación social cada vez es más importante y decisiva para generar productos nuevos y de impacto local; pero de relevancia global. En esta columna hemos hablado de ciencia ciudadana, como la generación de conocimiento por parte de no científicos, pero usando metodología científica. En cuanto a esta ciencia ciudadana, hemos enfatizado el deseable papel colaborativo entre científicos profesionales y los ciudadanos involucrados. Claramente, los documentales que aquí he mencionado son productos de la colaboración entre profesionales del cine y ciudadanos, que han dado como resultado excelentes documentales, tanto en contenidos como en la componente artística. El manejo profesional del cine (luces, focos, ritmos, etc.) y el profundo conocimiento de las actividades cotidianas, permite crear imágenes con luminosidad y cadencia genuinas.
Desde la mirada de científico, estos documentales se quedan cortos en las descripciones de los procesos que son retratados, es decir, hay aspectos que pudieron ser mejor explicados dando la posibilidad de que los documentales además fueran útiles para la difusión y divulgación del conocimiento; pero para ello se requiere colaboración y apoyos específicos
En estas fechas electorales, conozco de muy oportunas propuestas para utilizar a la cultura como un motor de la economía, al mismo tiempo que se repara el dañado tejido social en que vivimos los morelenses. Estoy convencido que la ciencia también es otro de los motores. Sugiero que trabajemos juntos los científicos, cineastas, artesanos, en fin todos nosotros los ciudadanos para generar productos (cinematográficos, artísticos, científicos) que satisfagan aspectos educativos, económicos, recreativos y emocionales. Espero que los candidatos a los puestos de elección popular, reconozcan que la participación ciudadana es la vía para generar las soluciones a los problemas, y su deber es apoyar decididamente las acciones colectivas.