La persona más inteligente que he conocido de cerca fue el profesor Yuval Ne´eman, quien dirigió mi tesis de doctorado en la Universidad de Tel-Aviv (sobre partículas elementales). Era director del Departamento de Física y luego fue rector de la universidad; después fue ministro de Energía y director del programa nuclear israelí, diputado en la Knesset y fundador de un partido (de derecha). Aunque no lo sospechaba entonces, era el número dos de la inteligencia israelí (nunca supe si del Mossad o del Shin Beth). Era coronel del ejército de defensa israelí y había sido agregado militar en París y en Londres, donde completó su doctorado en física en el Imperial College con el profesor Abdus Salam, premio Nobel. En junio de 1967, antes y después de la Guerra de los Seis Días pude escuchar de él reflexiones muy informadas sobre lo que sucedió y parte de su porqué. Desde el día de su independencia en 1947, Israel estuvo cercado por países hostiles que superaban su población en 20:1, y cuyas fuerzas armadas tenían contingentes y equipos en proporciones de 5 a 10:1. Fue la inteligencia lo que preservó al país de ser borrado del mapa. El profesor Ne´eman estuvo varias veces en México (la última en 2004, un año antes de su muerte) y siempre lo vi cálido y afable.
No dudo que en México haya individuos con capacidades similares, pero estoy seguro que las fuerzas armadas no aprovechan sus conocimientos para conducir con buen éxito la guerra contra el narco. Lo confirman las declaraciones del secretario de Defensa ante la comisión de la Cámara de Diputados, reportada el pasado jueves 20 de octubre [1], donde avala el uso del “detector molecular” GT200 para sus labores de interdicción de drogas y armas.
Por supuesto que existen detectores moleculares, ampliamente usados por la industria y la medicina, pero ninguno con las propiedades maravillosas del GT200 anunciadas por sus fabricantes para detectar hasta 24 substancias prohibidas desde el aire, a 200 metros en tierra o 15 metros bajo el mar, sin uso de circuitos electrónicos ni baterías y sin partes móviles más que el pivote de la antenita que apunta a los depósitos o a los malhechores. La información al respecto en la internet es extensísima y creciente: entre el lector a Google y teclee “Sedena GT200” y verá 29 mil 200 resultados [2]. Tanto en reportes como en conversaciones con colegas y en mi propio conocimiento de la física me baso para concurrir que el GT200, fabricado por Global Technical en Londres, es un gran fraude a la nación. wEsto fue advertido por el doctor Luis Mochán, investigador de mi instituto, los doctores Alejandro Frank, Francisco Sánchez Sesma y Arturo Menchaca, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, ante una comisión del Senado. Pero el señor secretario la ignora y la Sedena dice que el contrato firmado con el fabricante le prohíbe realizar pruebas sobre su eficacia (¡…!). Sería interesante saber qué piensan nuestros primos expertos del Plan Mérida sobre este impedimento legal.
El asunto no es baladí en lo absoluto, tanto por el peligro de los falsos negativos (los cargamentos de droga que pasan retenes) como por la tragedia de los falsos positivos (los inocentes llevados a prisión). Es importante que las fuerzas armadas cuenten con la confianza y respeto de la ciudadanía; pero no hay peor irrespeto que el causado por el ridículo y peor desconfianza que la generada por la ignorancia. El asunto tampoco es barato: cada juguete detector cuesta 20 mil dólares; la Sedena ha comprado 742 GT200 por 272 millones de pesos, la Semar 102 por casi 30 millones, y Pemex 54 en 18 millones, más comisiones. Esto supera con creces el presupuesto anual de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Por asuntos menores han renunciado ministros en otros países. Que se eche tierra a este asunto y sigan usándose las varitas mágicas, o la ouija, el péndulo, las pruebas de fe medievales o el azar en los operativos castrenses es, a mi juicio, inaceptable y peligroso.
[1] “El Universal” Jueves 20 de octubre 2011. Véase en http://www.eluniversal.com.mx/primera/37972.html
[2] En particular, véase
http://em.fis.unam.mx/public/mochan/blog/20110913senado/boletin.pdf