La pandemia de COVID-19 continúa cobrando víctimas y necesitamos redoblar esfuerzos y revisar las estrategias que hemos seguido para contender con ella.
En nuestro país se ha considerado el indicador del porcentaje de camas disponibles para pacientes graves de COVID-19 como un objetivo dentro de la estrategia.
Es cierto que este porcentaje es importante, pero me parece que no es el indicador con el que debiéramos medir el éxito de la estrategia contra esta pandemia. Para conocer si este indicador es adecuado debemos preguntarnos: ¿para qué es necesario tener camas disponibles? La respuesta obvia es para atender a los enfermos graves y evitar que mueran.
Así es, efectivamente, el indicador más duro para evaluar la estrategia es el número de personas que mueren por causas atribuibles a la pandemia.
Con estos antecedentes, es claro que la estrategia del gobierno federal contra el COVID-19 ha mantenido el porcentaje de camas disponibles dentro de parámetros aceptables, pero más claro es que el número de muertes no es para nada razonable. Aquí no hay que dar excusas. Argumentos como la situación previa de la salud de la población puede dar explicaciones, pero no resultados. Hoy buscamos tener resultados más que explicaciones.
Estas últimas nos sirven precisamente para diseñar estrategias y obtener resultados mediante la construcción de conocimiento ante lo desconocido.
La situación del país, marcado por una desigualdad entre la población que tiene acceso a bienestar y una mayoría que no lo tiene, implica que debemos tener estrategias para, además de contender contra el COVID-19, disminuir estas desigualdades.
Estas son algunas de las características de la problemática que enfrentan los gobiernos de todos los niveles en el país.
Para mí, es claro que a principios de año, el indicador camas disponibles era importante, ya que la infraestructura del sistema de salud no era la adecuada.
Hay que reconocer que ningún país tenía esa infraestructura lista, pero ese enfoque era necesario para los primeros momentos. Después, y quizás antes, la estrategia de prevención era y es muy importante.
Por esta razón, todavía me parece inexplicable que la estrategia del gobierno federal no use la recomendación clara y contundente del adecuado uso del cubrebocas. Por supuesto que se esperaría que se actuara con el ejemplo.
En estas fechas, mediados de octubre, los conteos de casos confirmados están creciendo y en algunos lugares presentan máximos históricos.
Por ejemplo, en la Ciudad de México los casos confirmados en la semana previa son más de 12 mil, número que no se había alcanzado en toda la pandemia. En otros estados la situación es similar y el número de casos confirmados han vuelto a ser similares a los del mes de agosto.
Esta situación se observa en Morelos, donde los casos confirmados han pasado de cien a casi trescientos en una semana.
Recordemos que estos números son los mínimos, ya que es posible que haya más casos. Lo que se avanzó en julio y agosto lo hemos perdido con la reapertura en septiembre.
Ante esta situación, reitero la recomendación: que nosotros como población responsable nos cuidemos y cuidemos a las otras personas usando adecuadamente el cubrebocas. La necesidad de apertura de las actividades económicas debe ser asumida por nosotros, la población en conjunto, con la responsabilidad de minimizar los riesgos de contagio.
Por otro lado, y en otro tema, la política de no invertir lo suficiente en ciencia y tecnología por parte del gobierno federal ha sido una tradición en nuestro país; por supuesto que no debemos enorgullecernos de ella.
Lamentablemente el gobierno actual también ha continuado esta política igual o peor que los anteriores. La comunidad científica ha luchado siempre para que se destine un monto de inversión adecuado a este rubro, sin embargo, nunca hemos alcanzado la inversión del 1 por ciento del PIB en ciencia, tecnología e innovación.
Esta misma comunidad ha afirmado en muchísimas ocasiones que la inversión debe ser a largo plazo y que la presupuestación anual no es adecuada para permitir que el conocimiento científico realmente contribuya en forma impactante al bienestar social.
Esta forma de ver la situación no está siendo compartida por la dirección del Conacyt, situación que puede limitar o hacer retroceder el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el país y, por ende, impedir que el conocimiento científico promueva el bienestar social. Es labor del poder legislativo revisar las políticas de asignación de recursos o de cambios en las formas de garantizar recursos a largo plazo.
Hoy es momento que se deje el nominalismo. Es claro que la realidad no se transforma por solo decirlo.
La implantación de proyectos sin la correspondiente evaluación económica, ambiental y social para entender los posibles impactos positivos o negativos de estos proyectos para nada es adecuada.
Para conseguir este conocimiento se requiere de personas capacitadas que generen conocimiento y lo puedan aplicar y con ello evaluar y prever las situaciones futuras.
Mientras, trabajemos para construir o evitar que se destruyan los avances logrados. Por supuesto, modificar lo que se ha hecho equivocadamente y, en lo inmediato y cotidiano, no olvidemos usar adecuadamente el cubrebocas.