El personaje no es una figura de gran presencia en las estructuras del partido en el gobierno, aunque se trata de un hombre con mucha formación académica, sin embargo todo indica que por ahí viene la sucesión y además se dará muy pronto porque los tiempos están encima a fin de encarrilar el proceso hacia la justa presidencial del 2018.
Desde la cúpula, tanto del instituto político como del gobierno, hay preocupación por el rumbo que han tomado las cosas en materia política, se prenden algunos focos rojos y amarillos que ponen en alerta a las instituciones por la reducción en las preferencias del electorado, que amenaza con volver a castigar al régimen en turno en las urnas.
Aún queda un buen trecho para intentar mejorar el desempeño institucional en bien de los mexicanos, pero las circunstancias, tanto locales como internacionales no parecen las mejores, como que la inercia sigue empujando hacia escenarios indefinidos en materia de desarrollo y crecimiento.
Ya el grueso de la sociedad mexicana ha empezado a resentir las presiones de la economía mundial y aunque la mezcla mexicana del petróleo venga recuperando terreno, el peso frente al dólar y otras monedas continúa a la baja, lo que nos lleva a concluir que los caminos para regresar a la bonanza son demasiado estrechos.
Todas esas cosas le pegan al partido en el poder, el presidente de la república Enrique Peña Nieto hace lo que humanamente puede para mantener el equilibrio, pero las presiones externas son demasiadas y se viene cediendo terreno.
Ahora bien, le toca a él enfrentar al monstruo, pero así hubiera sido el mismo Andrés Manuel López Obrador, estaría en las mismas condiciones. Las fuerzas que dominan y controlan la economía mundial son implacables, someten a los países a costa de lo que sea y como que eso viene pasando hoy día en el contexto internacional.
Sin embargo, eso la ciudadanía no lo entiende mucho y sólo recuerda que le prometieron un mejor nivel de vida, que se recuperaría el poder adquisitivo del salario, que habría más empleos y mejor pagados, que le iría más bien en pocas palabras y como nada de eso ocurre, pues muestra su descontento de la manera como lo puede hacer, con un voto de castigo en las urnas.
Y reiteramos, aún le quedan a Peña más de dos años en el cargo, pero la maraña a la que se enfrenta es demasiado intensa, más aún, con los conflictos internos –lo del magisterio que amenaza con desestabilización- el asunto está difícil, de ahí que el PRI no la tiene nada sencilla para recomponer las cosas a fin de buscar mantener el poder presidencial más allá del 2018 y a todo eso se debe el nerviosismo.
Pero si a nivel nacional el tricolor está en problemas, qué decir de lo que acontece en Morelos, donde ya el choque de corrientes a su interior comienza a subir de tono y hay acelerados que, como ha ocurrido casi siempre, tratan de sorprender a sus bases, adelantándose a los procedimientos en la encomienda próxima de reestructurar su dirigencia estatal.
Si realmente pretenden ir por buenos resultados en las elecciones del 2018, deberán llevar a la presidencia del CDE a una figura de peso, con experiencia, liderazgo, calidad moral y relaciones con las figuras de primer plano, tanto del PRI como del gobierno, por eso advertimos que eso de echar al ruedo al diputado local Alberto Martínez, como que suena a fantasía.
Pero sobre todo, considerando sus antecedentes y los intereses a los que sirve, es un apéndice del ex candidato a la gubernatura Amado Orihuela Trejo, de quien se dicen muchas cosas y no muy buenas que digamos, en relación al origen de la fortuna económica que ha acumulado.
Igual y sólo se trata de campañas negras y deseos de desprestigiarlo, pero como que sí existen ciertos elementos para pensar que algo no cuadra en el modus vivendi del originario de Mazatepec, igual que Alberto Martínez.
Pero reiteramos, no será con figuras de baja estatura política como el Revolucionario Institucional pueda recuperar el poder estatal perdido en el año 2000, para tal efecto se requieren personajes de peso completo y el arriba referido no cumple con esas expectativas.
Si el priismo sigue permitiendo que sean los grupos y corrientes, encabezados por desgastados personajes que usan al instituto como instrumento para seguir manteniendo privilegios, están fritos, continuarán viviendo de las migajas que les dejan otras fuerzas electorales y aceptando desempeñar un vergonzoso papel de comparsa ante el partido en el poder, como ocurre hoy día.
Y si a nivel nacional las cosas les vienen muy complicadas, acá tampoco es la excepción, requerirán de mucho esfuerzo para lograr elegir a un presidente de partido en unidad -cosa que se nos antoja imposible, conociéndoles su pasado- para después trabajar muy duro sobre la recluta de cuadros ganadores, que tampoco vemos por dónde aparecerán. Lo más seguro es que suceda todo lo contrario, que el choque de fuerzas deje aún más débil al CDE y quien llegue, lo haga con la mayoría de los militantes en contra.
Todo eso, además, suele dejar heridas que no sanan rápidamente, así como fuga de simpatizantes y priistas de valía que ante el desagradable espectáculo que suelen dar, optan por tomar distancia o hasta buscar filiación en trincheras de enfrente.
En concreto, el legislador local no tiene ni la menor idea de lo que requiere y necesita el PRI para levantarse, cumpliría además un papel poco digno si llegara a llegar a la dirigencia, defender con todo, los intereses de quienes lo instalaron ahí, así sea pateando el trasero de sus propios compañeros y por lo tanto no iría a reposicionar a la institución.
Claro, el único consuelo que tienen es que el resto de los partidos tampoco puede presumir de mucho, socialmente están mal calificados, pero su deber es sobreponerse a una larga pesadilla de fracasos que los alejó del control del gobierno estatal.