Pero igualmente le pronosticamos que el señor difícilmente iría a Chinameca, porque ahí el año pasado tuvo que huir como vil delincuente, ante la protesta de cientos de inconformes que amenazaban con llegar hasta él para reclamarle su falta de apoyo al sector y así fue, no se presentó.
Sólo estuvo en Cuautla, pero a pesar de que buscó protección de elementos del Ejército, del Mando Único y de corporaciones locales, no logró escapar de la rechifla, la exigencia de que renuncie al cargo y el griterío. Aquello parecía una romería, protestas por todos lados que opacaron un discurso que, como siempre, presentaba un ambiente inexistente en el campo, lo que provocó mayor encono.
Ya casi al final de la ceremonia, la cosa se puso más tensa y Graco debió salir casi corriendo por atrás de la estatua del General Zapata, mientras una multitud lo abucheaba a distancia, porque las barreras de contención y los cientos de elementos de seguridad con mucho esfuerzo hacían su trabajo: resguardarle la espalda a quien en sólo dos años y medio a logrado poner a todos, pero en su contra.
Y debió acudir al acto de Cuautla, más por fuerza que de ganas, porque cada año la presidencia de la república manda un representante presidencial que esta vez recayó en el titular de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, Territorial y Urbano (Sedatu) y habría sido de muy mal gusto que no lo acompañara, pero ganas de no asistir, seguramente tenía el tabasqueño.
Pero un poco más tarde, los priistas tomaron el control de Chinameca, fueron ellos los que presidieron las acciones del aniversario luctuoso y mire que el escenario fue diametralmente opuesto. Acá los organizadores, que comenzaron con una cabalgata, ofrecieron incluso comida, bebida y música a la concurrencia. Ya imagina el ambiente de camaradería, porque a decir verdad, echaron la casa por la ventana.
Y mientras en la Heroica Cuautla Ramírez Garrido debió aguantar toda clase de improperios y al final escapar corriendo como delincuente, acá en efecto pareció una fiesta y en grande, porque también la Federación les envió a su representante Manuel Cota, líder nacional cenecista.
Por eso le decíamos, Graco perdió la credibilidad social y el capital político con el que llegó a la gubernatura en el 2012, es lamentable decirlo, pero el señor anda arrastrando la cobija. Lo único que da es lástima y los liderazgos andan en cualquier parte, menos en su administración.
Y ¿quiénes fueron los organizadores del acto en Chinameca?, pues todo indica que el esfuerzo corrió a cargo de dos o tres frentes, independientemente de Cota, estuvo ahí el dirigente del CDE, Rodolfo Becerril Straffon, pero quienes le metieron buena cooperación para atender a la concurrencia en tres comidas diferentes –la última fue de puros líderes-, fueron entre otros Félix Rodríguez Sosa, ex diputado federal; Amado Orihuela Trejo, ex candidato a gobernador en el 2012 y el alcalde de Tlaltizapán, David Salazar.
Hace mucha falta un poco de dignidad y decoro, sólo cuando se ha perdido la decencia se puede seguir “gobernando” como si nada estuviera pasando. Pero además, nunca se había visto en el pasado –y mire que llevamos aquí dando fe del desempeño gubernamental desde mediados de 1980- un repudio de tales dimensiones en tan sólo tres años de gestión.
El señor podrá presumir de altos vuelos y relaciones con los grupos políticos poderosos en el país, pero será por acuerdos y componendas vergonzantes, aquí llegó no a trabajar por el pueblo y sus necesidades, que se vienen acumulando aceleradamente, sino para sí, su pareja Elena Cepeda y los retoños de ambos, que ya a estas alturas llenaron muchas maletas de dinero del erario que vienen transformando en propiedades.
Tantas voces no pueden estar equivocadas, las organizaciones campesinas acusan a las instituciones competentes en esa materia de estar incumpliendo con los programas y acuerdos, incluso federales, es decir la presunción de que una vez radicados los fondos en el Estado, el dinero es mal utilizado por los funcionarios locales.
Lo del pasado domingo muestra claramente que el gobierno del estado perdió todo el control y autoridad frente al gobernado y eso es muy delicado, porque a partir de ahí comienzan a adueñarse de esos vacíos de poder grupos que no siempre buscan el bien común, por eso observamos que la delincuencia organizada controla gran parte del territorio.
La ingobernabilidad es pues uno de los signos visibles en todo este desaseo por incapacidad oficial y a quienes se afecta es a campesinos, empresarios, comerciantes y prestadores de servicio, porque la maña está extendiendo sus redes y el alcance es impresionante. Aún en el corazón de la ciudad de Cuernavaca hay negocios que han preferido cerrar por incosteabilidad, a uno de ellos le pidieron 20 mil pesos mensuales de piso y se optó por dejar el negocio, no ganaría ni para los mañosos y hablamos de una escuela que se ubica en la contra esquina del restaurante el Vienés, a unos 200 metros de Palacio de Gobierno, en línea recta.
¿Cómo no podría haber decepción, si se han gastado todo el dinero del mundo para la construcción de una infraestructura de seguridad y un modelo policiaco que sigue dando palos de ciego, mientras el terror y la delincuencia azotan al estado?
Se necesita estar ciego, sordo o mudo para no ver y aceptar lo que pasa, denuncias y evidencias sobran por todos lados, las redes sociales son un termómetro, pero no hay voluntad para corregir. Ese es el mayor coraje de la gente porque le aplican aquello de que “a chillidos de marrano, oídos de carnicero” y a los gritos y reclamos se responde que los índices delictivos vienen a la baja, o que aquí no pasa nada.
Y en el sector rural las cosas no son diferentes, para empezar no hay apoyos gubernamentales, pero allá el abigeato no les permite mejorar la crianza de ganado, las cosechas se ven disminuidas por el robo abierto, sin que exista garantía o seguridad, la policía es pura decoración.