Y esta vez venían muy poco amigables, las consignas no eran para nada amables, ni complacientes, simplemente daban fe de la incapacidad de las instancias públicas competentes en la materia para poder conservar el estado de derecho, es decir, expresiones como “Estado en barbarie, Estado fallido”, fueron el común denominador de la mayoría de quienes daban así testimonio público de su sentimiento frente al fracaso de las políticas públicas en torno a la seguridad y la justicia.
El rector de la máxima casa de estudios del estado Alejandro Vera Jiménez caminó al frente de una interminable fila humana que salió desde el campus universitario hacia el Centro Histórico y sólo se detuvo un momento, para que el propio rector hiciera entrega de una carta a los diputados en el Congreso local, en la que, entre otras cosas, hacía énfasis precisamente en el Estado fallido.
Algunos de quienes hicieron uso del micrófono, en un templete improvisado para tal efecto en la Plaza de Armas, respondieron a posicionamientos considerados ligeros y aventureros de parte del secretario de Gobierno Jorge Messeguer Guillén, en el sentido de que “son hechos intrascendentes y de bajo impacto”, sosteniendo que eso refleja la aplicación de una política errónea e improvisada ante un escenario que requiere mucho más que simples ocurrencias.
Incluso demandaron a los tres poderes del estado ir a un debate abierto en las instalaciones universitarias, para valorar en toda la extensión, el esfuerzo que en materia de prevención del delito se hace. Corrió a cargo del cuerpo académico dar el mensaje a la comunidad universitaria, entre ellos venía el poeta Javier Sicilia, que como usted sabe, es ya director de Extensión de la casa de estudios.
Pero incluso el mismo rector mostró una posición muy valiente, comenzó diciendo: “me dijeron que no era muy institucional de un rector encabezar una marcha de protesta como la de hoy, sólo que no soy yo quien la preside, son todos aquellos que como Alejandro Chao y esposa, han caído a manos de la delincuencia y sus casos siguen impunes”.
Luego agregaría que “no me resulta fácil la palabra, hay rabia, impotencia y coraje por los acontecimientos que vivimos, los sucesos no son cosa menor y muestran la gravedad de una sociedad en descomposición, una violencia estructural y cultural sin precedentes”.
Muy difícil es cuantificar a multitudes como la de ayer. A veces se abusa de los números, ya sea exagerando las cifras o minimizándolas, de acuerdos a la parte que lo hace, pero los cálculos llevan a considerar que hubo unos 25 mil participantes, es decir una manifestación sólo comparada con aquella realizada unos meses antes de la renuncia de Jorge Carrillo Olea como gobernador a inicios de 1998 o con la movilización magisterial del 2008 estimada en unas 24 mil personas.
Pero sean muchos o pocos, el objetivo de esa queja pública de ayer sólo busca un propósito: exigir a las dependencias competentes mejor desempeño en las tareas de seguridad y justicia. Ese es el mensaje y se espera que la reacción de las autoridades sea la correcta, corrigiendo deficiencias y eficientando resultados.
La participación fue muy alta, si consideramos que se hizo casi al vapor, es decir el rector llamó a consejo universitario apenas un día anterior, para valorar la posición y las acciones a desarrollar. Las estructuras fueron activadas en menos de 24 horas y estuvieron ahí contingentes de la mayoría de escuelas, facultades y preparatorias de la UAEM, es decir de la región oriente, sur y poniente, que llegaron en autobuses contratados para tal efecto.
Y es que la reacción de algunos centros educativos como el Instituto Profesional de la Región Sur (IPRES) fue prácticamente total, tienen fresco el dolor de la pérdida de varios alumnos que murieron hace unos cuantos días, en aquel doloroso accidente cuando regresaban de un viaje de prácticas.
Pero a los estudiantes, maestros y empleados de la UAEM se sumaron grupos diversos. Nos tocó apreciar a personajes de la política, algunos rostros de Organizaciones No Gubernamentales y abogados que también traen preocupación por lo que viene ocurriendo a su gremio: más de diez de sus compañeros víctimas de la delincuencia.
Y no obstante que se trató de una muchedumbre, podemos considerar que su comportamiento fue el esperado, tomando en consideración que la mayoría eran cuadros en vías de profesionalización, actitudes maduras y acaso reclamos al calor de la desesperación y la impotencia por haber perdido a uno de sus mejores cuadros en la enseñanza.
Chao Barona vivía muy relacionado con sectores sociales marginales, pueblos indígenas, su labor de trabajo social lo llevó al acercamiento con mucha gente, era un hombre bastante sensible y noble, por eso la gran respuesta a la convocatoria de la marcha. No era un personaje del montón, traía un intenso pasado y a pesar de que ya contaba con 77 años, seguía siendo un hombre activo y productivo.
La esperanza es que en verdad se haga justicia, por lo menos, aunque eso ya no reparará la pérdida, sin embargo es lo menos que se puede pedir a quienes tienen la obligación de salvaguardar nuestra integridad física. No importa el móvil del suceso, hay que atacar las causas que llevan a tanta barbarie, como dijeran algunos de los que encabezaron la manifestación pública.
Radiografia del Poder
“Inocultable descomposición social”: Vera Jiménez
Fueron muchos y poco amigables.
La comunidad universitaria dio muestra ayer de unidad ante el dolor y la injusticia a partir del artero asesinato de uno de sus miembros: el catedrático Alejandro Chao Barona y su esposa, el reclamo de una multitud en marcha, casi sin precedentes se dejó escuchar ayer frente a Palacio de Gobierno, espacio que resultó insuficiente para dar cabida a unos 25 mil participantes, entre estudiantes, maestros, autoridades y personal de apoyo de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM).
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