En la zona metropolitana de Cuernavaca se contabiliza un promedio de 150 barrancas, que se han convertido al paso de los años, en cauce natural de drenajes y toda clase de desechos sólidos por la ausencia de un programa de rescate de parte de las instancias gubernamentales.
La última acción significativa en esa materia, que incluyó algunos parques de la ciudad, la desarrolló quien se considera aún uno de los mejores ediles que ha tenido la capital del estado, Alfonso Sandoval Camuñas, que cubrió el trienio 1994-1997; Le metió recursos al tema, dándole vida a espacios como el Salto Chico, por el rumbo de San Antón, en la zona poniente o al parque Melchor Ocampo, ubicado en La Selva.
Incluso se le promovió como espacio turístico y atraía a muchos lugareños y hasta visitantes de fuera; pero gradualmente volvió a ser presa de la contaminación y del desagüe de aguas negras. Ello se replicó en algunas otras barrancas que han sufrido la misma suerte, por eso se antoja noble el que, a partir de un proyecto que casi está terminado, a cargo del Colegio de Morelos (antes CIDHEM) denominado “Plan Maestro en el manejo de barrancas”, se tenga la posibilidad de trabajar al respecto.
El Colegio de Ingenieros está sumado, tanto, que ha prometido aportar un generador de electricidad, porque cuentan con una empresa llamada Plantas Eléctricas Domínguez, que basan su origen en la producción de energía con el uso de aguas residuales para no tener que depender del servicio de la Comisión Federal de Electricidad, reduciendo así los costos e inversión.
La ciudad está pasando por un mal momento; esos que alguna vez fueron pulmones que ayudaban a mantener sano el medio ambiente son ahora focos de contaminación que amenazan con mayores índices de destrucción y que pareciera que a nadie le interesa.
Si lo anterior prospera, estaríamos ante la posibilidad real de recuperar lo que igualmente en el pasado eran cauces naturales de nacimientos de agua provenientes de la parte norte de la metrópoli. Da tristeza ver las condiciones en las que se encuentran. Prácticamente todas despiden olores fétidos a su paso rumbo al sur del estado.
Incluso la sociedad misma, dado el desinterés de las instancias oficiales al respecto, tendría que sumarse, porque todo lo anterior redundaría en bien del futuro capitalino y de sus habitantes. Lo que viene aconteciendo no es cosa menor, por eso el acelerado cambio climático de un tiempo a la fecha.
Los calores y los fríos son cada año más extremos pero no pasamos de discursos demagógicos y de promesas que jamás se cumplen. Hay que recordar aquello de que nadie hará por nosotros lo que nos corresponde hacer y aquí debemos hacer y como que en lo que se refiere al tema anterior, es tarea de todos.
El que el Colegio Morelos y el de ingenieros vengan ya avanzados en ese sentido ofrece excelentes señales, no podemos dejarlo perder; por encima de las instituciones se estaría trabajando en eso. Ahora bien, si el municipio y el estado lo hacen suyo, es otra cosa, se lograría un impacto mucho mayor a mediano plazo.
ELECCIÓN: INICIA LA LUCHA
Y en lo referente al tema electoral, a partir del pasado 14 de los corrientes comenzó la lucha a través de promocionales en spots publicitarios de cada uno de aquellos que van en busca de la Presidencia de la República y otros cargos de elección popular. Son millones de mensajes en busca de despertar el interés de los electores y que terminan por confundir y hasta confrontar, más que a partidos, a sectores sociales.
La tendencia sigue siendo la misma, si nos atenemos a lo que ha venido ocurriendo previamente. Lejos de hacer hincapié en ofertas pensadas en el bien común, se orientan hacia la denostación y descalificación del contrario, llegando al insulto, la calumnia y toda clase de expresiones de mal gusto.
Y en ello no parece haber diferencias; lo mismo viene de los cuadros del PRI, PAN, PRD o de Morena, empujando a una batalla de dimes y diretes con un pobre diseño de estrategias para poder sacar al país de la grave situación a la que se enfrenta por ausencia de políticas públicas congruentes.
El dinero a ser utilizado en esta contienda refleja un delicado derroche que no coincide con los graves niveles de pobreza y marginación que padecen millones de mexicanos. Un politólogo señalaba que analizando cifras y números, no serán los cerca de siete mil millones presupuestado en un inicio los que habrán de destinarse a la elección, que ya se antojaba una suma exagerada; Los cálculos llevan a un promedio de 11 mil millones y cada voto en las urnas representará un costo de 42 pesos.
Claro, los spors televisivos y radiofónicos serán gratuitos, acorde con la nueva ley en esa materia, pero más allá de ellos, cada partido y sus candidatos usarán dinero público para salir a las calles a “convencer” al confundido elector, que acaba decidiendo en función de aquel que le ofrezca más dinero, gorras, playeras, artículos domésticos o despensas.
No sólo lo están “convenciendo” con su propio dinero, cada uno de esos apoyos se los cobrarán muy caros una vez que se instalen en las posiciones por las que van. Pero además, ese aparente acercamiento y hasta súplica de los abanderados de partido a fin de lograr el sufragio se transformará en desprecio y cuando lleguen a necesitar de ellos, el ciudadano encontrará las puertas cerradas y si los encuentra en la calle ni el saludo le van a dar.
Un proceso electoral en éste país es además motivo de polarización popular, ya que el nivel de agresividad entre contendientes contamina el ambiente social y como decíamos, también siembran discordias y enemistades hasta al interior de la familia, porque aquí como en el deporte, hay pluralidad de ideas y de militancia partidista y cada quien defiende a los colores de su preferido.
Vendrá pues un largo periodo ensordecedor y hasta molesto, porque por todos lados nos van a bombardear con su alharaca. Primero en los procesos internos y a partir de marzo del año que viene, ya en la lucha constitucional. Algo así como seis meses para poder llegar al primero de julio del 2018, día en que se toma la decisión definitiva. Pero después, vienen los reclamos y acusaciones de fraude, porque casi nadie reconoce la derrota o porque en efecto le aplicaron toda clase de trampas.