Muchos han sido los intentos, por lo menos a nivel de promesa, en el sentido de modernizar el sistema estatal del transporte público, pero ha sido en vano; cientos de unidades “chatarras” siguen prestando el servicio en condiciones inapropiadas, por el deterioro y desgaste físico que presentan.
Son automotores con 15 o 20 años de edad, que mediante mejoras superficiales, como el repintado interior y algún ajuste menor, aparentan seguir siendo útiles, pero cuando usted las utiliza, se da cuenta que siguen rodando de milagro. Muchas de ellas se asemejan más a una locomotora de ferrocarril, por el ruido que generan, que es ensordecedor.
Bueno, ayer nos tocó usar una de ésas y observábamos a algunos pasajeros cubrirse los oídos por los efectos tan fuertes que hacía el motor, sobre todo en las subidas. Como ésa hay casi en todas las rutas que atienden esa necesidad en Cuernavaca y la zona conurbada y que no cumplen para nada las normas previstas en la ley en la materia, que sólo permiten seguir trabajando a modelos con diez años o menos de antigüedad.
Desde que el entonces gobernador Lauro Ortega Martínez, por ahí por el año de 1986 conformó lo que hoy conocemos como el sistema de rutas del autotransporte, acabando con lo que se conocía como “pulpo camionero”, que consistía en envejecidos autobuses que igualmente habían llegado a su límite en su funcionamiento, no se ha aplicado alguna transformación de importancia al respecto.
Hablamos de más de 30 años bajo este esquema y como que ya hace mucho que se le tenían que haber hecho mejoras, sin embargo, no se ha pasado de pequeños remiendos que no se reflejan en la calidad de la prestación de dicho servicio al ciudadano, que enfrenta toda clase de inconvenientes para su traslado al trabajo o a la escuela, para llevar a sus hijos.
Independientemente de lo que pasa al interior de ese sistema en deterioro, la ciudad misma –caso concreto Cuernavaca- se ve rebasada ya por el enorme flujo vehicular, que es agravado por la sobrepoblación de unidades del servicio con itinerario fijo –taxis- que en determinadas horas del día, parecen escenificar un desfile en el primer cuadro, porque esos autos superan a los particulares.
Ya como en la capital del país, somos presa continua de los congestionamientos, porque además la capital del estado no fue diseñada para algo así, hay accesos que más que vías amplias de comunicación, son callejones que con dificultad admiten el tránsito vehicular y peatonal.
Para completar el cuadro, la capital del estado de Morelos es una de las pocas metrópolis en el país que adolecen de una central de autobuses y seguimos padeciendo de la presencia de terminales en distintas partes de la zona urbana que se suman a la anarquía y al complejo escenario vial.
Recordamos que en la década de los noventas se comenzó a “trabajar” sobre un supuesto proyecto para construir esa necesaria central de autobuses y se hablaba de la parte noreste de la ciudad; un espacio entre la empresa Firestone y el poblado de Ocotepec; cerca del entonces libramiento, para que les fuera más sencillo salir del área urbana.
Aquello sólo quedó en el escritorio, porque pareciera que se trataba simplemente de mantener a la ciudadanía tranquila y a fin de dar la impresión de que el gobierno en turno trabajaba y atendía las necesidades de sus gobernados, pero de aquello nunca se volvió a hablar.
Ya en el periodo del panismo, con el gobernador Sergio Estrada Cajigal en los años 2000-2006 se promovió insistentemente el proyecto de hacer de la vía del tren entre Cuernavaca, Jiutepec y Emiliano Zapata, una vialidad alternativa, paralela en un tramo a la avenida Plan de Ayala y al bulevar Cuauhnáhuac.
Incluso se decía que se iba a tratar de un tren ligero que ofrecería un servicio de transporte rápido desde Zapata a la capital. Igual que en el caso de la central de autobuses; sólo fue tema de publicidad oficial que no pasó a más, mientras los conflictos en materia de tráfico seguían en desarrollo. Esas vías del antiguo ferrocarril siguieron siendo invadidas por grupos sociales y como que a nadie le ha importado recuperarlas, porque además ya se convertiría en un problema de carácter social. Los ocupantes llevan ahí muchos años, que igual y les da derecho a reclamar indemnización para poder desalojar.
En el periodo de gobierno actual, se puso sobre la mesa la posibilidad de traer a Morelos el modelo de servicio denominado “Morebús”, vigente en ciudades como Acapulco. Incluso el Congreso local autorizó un fondo especial para tal efecto. Los permisionarios de las rutas dicen que fueron mil 225 millones de pesos. No obstante, dicha propuesta fue permanentemente rechazada por los concesionarios, porque decían que les quitaría buena parte del mercado y finalmente, tras los destrozos provocados por el terremoto del pasado 19 de septiembre, se decidió cancelarlo y parte del dinero llevarlo a los damnificados.
Incluso, a principio de la administración se promovió la idea de construir vialidades para el uso de la bicicleta, con la idea de reducir los índices de contaminación urbana derivada de los automotores, pero tampoco se le dio seguimiento al asunto, ahí quedó estancado.
La Secretaría de Movilidad y Transporte (SMyT) a cargo de David Martínez Martínez parece que ha comenzado a echarse a dormir y a sacarle ventajas al ratito que le queda de ejercicio al frente de esa institución, y dejó de presionar a los empresarios del ramo a fin de que cumplan con las disposiciones de ley.
En la calle cada quien hace lo que le conviene en gana y para nada se aprecia la decisión de obligarlos -por lo menos- a que cuenten con un parque vehicular decente, que no ponga en riesgo la seguridad de los usuarios. Ni siquiera se nota que los vengan obligando a cumplir requisitos como el de la verificación, porque buena parte de esas rutas también lanzan humos a la atmósfera cual locomotoras.
El tiempo para hacer algo interesante en ese sentido se ha acabado, en lo que resta del sexenio no queda espacio, más que para ir cerrando etapas para poder hacer una entrega-recepción a modo y vamos a seguir esperando que quien llegue a partir del 2018, traiga una propuesta viable respecto al tema.