La generación de empleos en la actual administración federal pareciera dar señales de que, contrariamente a lo que se observaba, sobre todo a finales del 2016 y principios de éste año, la economía nacional logra cierta estabilidad que sin embargo no se refleja en el bolsillo de los sectores sociales más pobres, ya que en contraparte, la inflación ha venido creciendo.
Tal vez sea producto de la experiencia en el desempeño de sus responsabilidades, pero las fuertes presiones externas y los conflictos diversos que debió enfrentar el presidente de la república Enrique Peña Nieto desde el comienzo como que lo obligaron a madurar aceleradamente y a mejorar su desempeño.
Generalmente, presidentes o gobernadores suelen alcanzar su mayor liderazgo y resultados entre el tercero y cuarto año del mandato y luego comienza la decadencia. Sin embargo, EPN pareciera haber logrado mayor control, particularmente en este 2017. Claro, habría que ver si las cifras de apertura de fuentes de trabajo -que se advierte, pudieran llegar a los tres millones en éstos primeros cinco años del sexenio- son reales o tienen alguna manipulación.
De todos modos, los números parecen interesantes. Los antecedentes indican que Vicente Fox casi no generó empleos y Felipe Calderón sólo superó el millón en los seis años.
Es indudable que la percepción de la mayoría de los mexicanos es de descalificación a la administración de Peña Nieto; sectores completos como el magisterio se siguen sintiendo lastimados por la reforma educativa que, estiman, les quita algunos beneficios y prestaciones y tienen una opinión bastante adversa del gobierno.
Más o menos es la misma posición de la clase trabajadora por la reforma laboral y a nivel popular como que la energética tampoco ha sido bien aceptada, aunque se asegure que viene siendo factor de millonarias inversiones extranjeras para el desarrollo e instalación de proyectos al respecto en el territorio nacional.
En medio de la alternancia, de un mundo que cambió radicalmente con la evolución de la tecnología en comunicaciones y en el que es casi imposible mantener o lograr un liderazgo por largo tiempo, se entiende la acelerada pérdida de imagen. Hoy difícilmente se pueden esconder detalles mínimos del proceder de figuras públicas como la presidencial y el desgaste al que se someten constantemente es terrible y a Peña le ha tocado padecer esas consecuencias.
Sobre todo, debió enfrentarse a las reacciones que le representaron las reformas estructurales y contrariamente a muchos de sus antecesores en el mandato, llegó a mitad de sexenio con los niveles de aceptación más bajos históricamente.
Sin embargo, parece que ha venido recuperando algo de terreno, más bien ahora que se acerca el final.
Como que a éstas alturas el fenómeno que significó la llegada a la Casa Blanca, en los Estados Unidos de Donald Trump, casi se ha diluido y su aparente fracaso al frente del gobierno de la Unión Americana le viene dando algo de oxígeno al mandatario mexicano.
Aquí sostenemos que tanto el priismo como el gobierno federal deben traer bajo la manga alguna jugada de final de sexenio a fin de remontar ciertas desventajas que traen ante los opositores rumbo a las elecciones presidenciales del 2018. De entrada, ya festinan el que estén generando más empleos que gobiernos pasados, pero eso tampoco les será suficiente.
Ahora bien, en efecto, pueden ser muchos los empleos generados en los cinco años de gobierno, sin embargo, se trata de oportunidades laborales con una remuneración insuficiente como para resolver las necesidades del trabajador; claro, dirían las voces oficiales, es mejor contar con algo seguro a padecer las consecuencias del desempleo total, pero la realidad es que el cinturón de la pobreza sigue creciendo en lugar de disminuir.
A éstas alturas se pueden vislumbrar señales de que la administración de Peña concluirá en medio de cierta tranquilidad, se han montado las estrategias que encaminan en ese sentido, pero de ninguna manera se habrán resuelto las grandes demandas que requería la nación en el 2012.
Por el contrario, los mexicanos hemos pasado por coyunturas bastante estresantes, que tienen que ver con la escalada de precios de insumos controlados por las instituciones gubernamentales, como en el caso del gas doméstico o la gasolina, de ahí que se generara tanta irritación social cuando se dieron sendos incrementos en ambos sentidos.
Es decir, como que las acciones gubernamentales contrarias al interés popular han quedado atrás y en lo que resta del ejercicio sexenal se evitarán contratiempos, sobre todo, por cuestiones de interés electoral y todo eso reduce el malestar colectivo. A través de algunos representantes populares como en lo referente a diputados federales, se puede saber que aun siendo un año electoral, durante el 2018 se intensificará la inversión pública en algunas ramas, buscando atraer voluntades en torno a la lucha por la presidencia de la república.
Es previsible que aún hacia la recta final, capitales extranjeros de singular cuantía aterricen en zonas petroleras como Tabasco o Chiapas, para el desarrollo de plantas transformadoras e industrializadoras de derivados del oro negro y eso coadyuve a la apertura de más fuentes de trabajo.
Hay, se viene publicitando, miles de millones de dólares comprometidos en ese rubro de parte de consorcios extranjeros, que una vez que aterricen, mostrarán si en efecto será posible que se cumpla – así sea a destiempo- aquella promesa de campaña de EPN, en el sentido de que disminuiría el precio del gas y la gasolina, lo que hasta ahora ha sido todo lo contrario.
Referíamos recientemente que la llegada como jefe de Estado de Donald Trump a Estados Unidos acabó más bien fortaleciendo la figura presidencial en México. El señor ya se ha retractado de la mayoría de las acciones que amenazaba aplicarle a los mexicanos; bueno, ahora resulta que en torno a los conocidos como “dreammers´” se aceptará una reforma a fin de darles una salida legal que incluiría la nacionalidad estadunidense.
La falta de seriedad en el comportamiento de Trump le beneficia a Peña, pero sobre todo, el que a juicio de buena parte de nuestra sociedad, se tenga la percepción de que supo aguantar los duros golpes de la Casa Blanca, hasta imponerse en algunos conflictos que nos llegaron a preocupar. Lo único que falta, para redondear el éxito, es que en las negociaciones del TLC con Estados Unidos y Canadá se logren ventajas para nuestro país.