No ha sido nada fácil lograr medio tranquilizar las aguas en materia de delincuencia, sin embargo, como que los niveles de inseguridad han venido a la baja, seguramente producto de arreglos con los grupos mafiosos, más que por la eliminación de los “focos rojos” que amenazan la paz y la tranquilidad desde hace ya casi una década.
Para nadie es desconocido que los ayuntamientos, en su mayoría están penetrados por las bandas delictivas; que buena parte de los presidentes municipales tienen serias dificultades para poder garantizar armonía en sus respectivos territorios y el caso del edil de Mazatepec, Jorge Toledo Bustamante es sólo una muestra de lo anterior.
Y mire que el hombre es un buen ser humano, ya había sido alcalde con anterioridad, claro, eran otros tiempos; pasó también por el Congreso local en calidad de legislador y formó parte de las estructuras del gobierno estatal durante el sexenio de Marco Adame Castillo. Sabe cómo manejar las cosas a nivel municipal, sin embargo, ha tenido que enfrentar a “la maña” y ya hasta le sacrificaron a uno de sus colaboradores.
Bueno, se afirma que son por lo menos unos 10 ediles los que han sido grabados en conversaciones con emisarios de la delincuencia y eso indica que el estado sigue padeciendo de los embates de los malosos, pero incluso, a escala de niveles de autoridad, porque han tenido la capacidad para ir instalándose en el interior de las alcaldías.
Quizás la mitad de los ayuntamientos estén obligados a pagar lo que en ese lenguaje se conoce como “piso”, cierta cantidad mensual con la promesa de mantener las cosas en calma, pero en otros casos, ya están representados en las estructuras gubernamentales como funcionarios de algunas de las dependencias que forman parte de las comunas.
En Xochitepec y Temixco, por ejemplo, un grupo procedente de Guerrero logró apoderarse de la Dirección General de Servicios, porque a través de ella se ofrece la recolección de basura, actividad muy a modo para la distribución y venta de estupefacientes; lo anterior, durante las administraciones de Rodolfo Tapia López y Miguel Ángel Colín Nava, respectivamente.
Sin embargo, las señales indican que lo anterior viene en aumento y que por lo menos los ayuntamientos del sur y poniente de Morelos casi en su totalidad son gobernados por células de la delincuencia organizada. La elección que viene es crucial en ese sentido; queda claro que los mañosos no van a bajar los brazos y por el contrario, entrarán en acción desde el comienzo de las campañas políticas. Más aún, por lo que se sabe, ya lo vienen haciendo con aquellos que, consideran, serán candidatos a algún cargo de elección.
No obstante, las cosas se van a complicar una vez que cada partido designe a sus cuadros que irán a la pelea por las presidencias municipales, porque es ahí donde consideran indispensable tener el control, para asegurar las plazas, como lo denominan ellos y el temor es que los demonios comiencen a soltarse a partir de ahí.
Desafortunadamente los alcaldes son muy vulnerables, carecen de cuerpos policiacos suficientes en número y capacidad para poder participar por lo menos a nivel de prevención. Sus armas son de juguete en comparación con las que porta el enemigo público; no hay nada que hacer y quiérase o no, a fin de salvar el pellejo, se acepta pactar, sólo que cualquier incumplimiento de compromisos puede llevar a situaciones como las que padece el edil de Mazatepec.
Dadas las circunstancias, pareciera que a lo más que puede aspirar un edil es a lograr algún pacto de respeto mutuo, pero a cambio de impunidad y de mantener algo así como los ojos cerrados cuando se den casos de suma gravedad en materia de delito. Pero el temor que hay es que durante la transición y el cambio de mandos de las presidencias municipales se disparen los sucesos relacionados con el delito organizado.
Es lógico que con el final de un trienio los acuerdos entre munícipes y cabecillas de las bandas lleguen a su fin y tengan que hacerse arreglos nuevos. Mucho se insiste en que el asesinato de Gisela Mota Ocampo, quien ganara la alcaldía de Temixco en el 2015, obedece a esos factores; quienes mantenían la presidencia municipal como rehén con Colín, se negaban a dejar la plaza y cobraron las facturas.
No está descartado que eso vuelva a presentarse en algunos casos donde aquellos que lleguen a gobernar establezcan condiciones distintas e incluso, traten de “limpiar la casa”, como es natural que suceda y ahí vienen los encontronazos que dejan saldos rojos.
Y también es propicio para que nuevos cárteles intenten incursionar en la entidad, enfrentando a los rivales por la disputa territorial; eso es muy recurrente, no sólo en Morelos, sino en toda la república. Somos vecinos del estado de Guerrero, una entidad históricamente caracterizada por mayores niveles de violencia que Morelos.
La absoluta mayoría de los grupos que en esa materia dominan espacios en la entidad vienen de esa parte del país y no es sencillo contenerlos, finalmente ellos se mueven sin límites ni fronteras, es imposible evitarlo, de ahí que sea precisamente la parte sur la que presente mayores problemas al respecto.
El estado, como se aprecia en el resto de la nación, sigue teniendo dificultades en cuestión de delito, aunque reiteramos, como que se han superado etapas y la erradicación de delitos de alto impacto, como el secuestro o las ejecuciones entre pandillas de facinerosos.
Para nada son aquellos momentos en los que amanecían cuerpos colgados en zonas como Galerías o asesinados tirados por todas partes; Como que las cosas mejoraron sensiblemente, pero ya estamos prácticamente a un año de que concluya la actual administración.
Vamos entonces hacia un escenario de incertidumbre, porque además, los controles de los poderes públicos disminuyen considerablemente entre la salida de una autoridad y la entrada de otra, que casi siempre llega con mucho desconocimiento de la cosa pública, propiciando vacíos de poder y lagunas que son ocupadas por los maleantes, que para nada pierden tiempo y están permanentemente al acecho.