A casi año y medio de gestión de la actual generación de ediles, ya se aprecia con claridad cuál será el resultado de esos gobiernos y la gran mayoría está enseñando que no estuvieron a la altura de las circunstancias, porque frente al escenario que se tenía en el 2015 había que apostarle a gente con talento y relaciones, a fin de que resolvieran los obstáculos a través de labores de gestión.
La insuficiencia de un presupuesto público, aunado a una pesada deuda heredada por sus antecesores, mostraba que la solución a tanto problema de la sociedad debería darse mediante la presentación de proyectos ante instancia estatales y federales. Sin embargo no ha sido así, la absoluta mayoría de los ediles ha resultado incapaz en su desempeño y además, tampoco supo elegir a los mejores colaboradores, se rodearon de cómplices, compadres, amigos y familiares que sólo van por el cobro quincenal.
Ya hemos abundado mucho en el caso de Temixco, donde la maestra Irma Camacho García está hecha bolas, superada y atada de manos por algunas figuras de menor peso, como la tesorera o la oficial mayor, que ya incluso pusieron un pie en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y lo que buscan es incluso, llevar al fracaso a la comuna para abonar así a un nuevo proyecto partidista y electoral.
Pero donde las cosas andan aún peor es en Xochitepec, porque el presidente municipal Alberto Sánchez Ortega está atrapado en medio de un grupúsculo con fuertes intereses que le disputan incluso el mando y lo ponen en vergüenza ante propios y extraños.
Aquí quienes conocen desde dentro el tema sostienen que más que un alcalde pareciera haber seis o siete, porque llega un momento en el que no se sabe quién es el que dirige o mal orienta el barco. Eso sí, hay dos o tres que gritan más fuerte que el Beto, entre ellos, el tesorero y el oficial mayor.
Bueno, en esa batalla penosa que está hundiendo el esfuerzo del gobierno municipal ya se llegó hasta a los golpes, precisamente por el control institucional. Un funcionario local explicaba a La Unión de Morelos que por haber contribuido en la campaña electoral a favor de Sánchez Ortega, Mauricio González, hijo del propietario del balneario Centro Campestre, Filadelfo González Orduña, llegó al extremo de reclamarle mayores espacios de control en la comuna, cosa que derivó en agresiones verbales.
Sin embargo, fueron los padres de éstos quienes se hicieron de golpes y a partir de ahí mantienen internamente una rivalidad que en esa cabecera municipal todos conocen y que es motivo de descrédito para el novato alcalde, que se acepta rebasado por las circunstancias.
Bueno, el temor de algunos cercanos del presidente es que al final del gobierno se enfrenten dificultades legales, porque no obstante que no han logrado desarrollar una sola obra de importancia con recursos propios, vienen inflando hasta en un 50 por ciento los costos de los proyectos financiados con dinero de la Federación.
Hace unos días se inauguró una techumbre derivada de esos fondos y un arquitecto sostuvo que el costo real no superaba los dos millones de pesos, pero se reportó un gasto de cinco millones. La dirección municipal de obras públicas no está cuidando ni las formas.
Al interior del cabildo prevalecen los intereses, la mayoría de los regidores tienen acuerdos con el edil, mediante la colocación de personal y algunas áreas de las que pueden verse beneficiados económicamente, por eso no hay contrapesos, la cuenta pública no es revisada por ellos y es sólo facultad de Beto y el tesorero.
El único con cierta experiencia es el regidor Horacio Rojas Alba, quien también ya se afilió al partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), pero que igual que la mayoría de sus compañeros, está prefiriendo mantener algunos privilegios familiares en lugar de llamar a la congruencia al cabildo.
A decir de los lugareños, cualquier área que se revise presenta serias dificultades, porque los titulares, como en el caso de Tránsito, en el que un militar retirado es quien controla el negocio, vienen abonando en sus intereses muy personales, lo que se especula es si Sánchez Ortega está siendo beneficiado por todo ese ambiente de corrupción.
Hasta donde se conoce, ha preferido conservar el séquito de vividores a costa del rompimiento con otros personajes que bien pudieran resultar de utilidad, como en el caso del diputado local Alberto Martínez, de quien se expresa groseramente. Más o menos lo mismo pasa con la legisladora federal Rosalina Mazari Espín, a pesar de que ella le ha gestionado recursos en buena cuantía.
Una de esas gestiones de la diputada posibilitó el inicio de la construcción de una unidad deportiva en Alpuyeca, denominada “la Fuerza de Xochitepec”, de la que en su primera etapa se habrían invertido cuatro millones de pesos, aunque lo desarrollado acaso valga dos millones.
El problema de Beto es que a fin de ganar las elecciones hizo compromisos electorales con muchos grupillos que al final, caso específico de Mauricio González, le vendieron la idea de que ganó por ellos y ahora intentan cobrar facturas de ese tamaño.
Por lo menos en la cabecera municipal la figura de Alberto Sánchez Ortega se presta ya al ridículo, los lugareños saben que una media docena de “colaboradores” se le subieron a las barbas y gobiernan por encima de él, aspecto que advierte de un seguro fracaso electoral para el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que ganó la justa en el 2015.
Y lo anterior lleva a consecuencias adicionales en contra del tricolor, buena parte de los cuadros valiosos que mantiene en la zona, ya considerando el desafortunado desempeño del alcalde, están haciendo acuerdo con partidos distintos, unos irán al de la Revolución Democrática (PRD), otros a Morena. Qué lástima, pero al Beto le falto carácter y experiencia, pese a que pintaba bien al principio.