El acto realizado en Plaza de Armas en Cuernavaca fue acompañado de una pequeña marcha de padres y madres de algunas de las muchas víctimas que a lo largo de ese tiempo integran una interminable lista que todavía no ve fondo, ya que todos los días se cuentan nuevas historias de terror del que, por cierto, nuestro gremio periodístico tampoco escapa, ahí está el caso más reciente de Chihuahua o los ocurridos en Veracruz.
Ofrecer alguna cifra más o menos cercana de crímenes durante esa década es prácticamente imposible, se faltaría a la verdad, porque está probado que no se puede confiar en la información oficial al respecto. Se menciona que debieron ser más de 200 mil los caídos en medio del fuego cruzado en los seis años del calderonismo, pero como decía el mismo Sicilia, con suma facilidad podrían agregarse unos 150 mil mas, independientemente de una cantidad impresionante de desaparecidos.
Pero en efecto, el Movimiento por la Paz y la Dignidad estimó en un millón, a las personas desplazadas de sus lugares de origen a consecuencia de la violencia y eso se ha dado en estados como Guerrero, Michoacán, Tamaulipas y Sinaloa, sólo por citar a algunos.
Incluso, una madre procedente de Cancún, Teresa Carmona, cuyo hijo murió a manos de los delincuentes, estuvo en el acto, al que igualmente concurrió Pietro Amelio, quien diría que todo lo que sigue pasando en nuestro país es un pleito por el control del monopolio del delito.
En efecto, las instituciones no pueden excusarse en aquello de que “los delincuentes se están matando entre ellos”, su responsabilidad es someter al estado de derecho a todos los que se pasen de listos, pero el problema sigue siendo que la maldad es tan rentable económicamente, que da recursos para comprar toda clase de consciencias y personajes de las estructuras del poder público.
Una década ya es mucho como para que no se logre restablecer el orden, ello sólo se entiende en un mundo de complicidades, en el que la impunidad es el elemento más visible que alimenta el poder de la delincuencia y da fe de que las instituciones se han subordinado al poder del dinero.
Nuestro territorio se asemeja mucho a un campo de guerra minado por las fuerzas antagónicas en una batalla sin cuartel y ahí tenemos las fosas como ejemplo de ello, restos humanos diseminados por todos lados que muestran a un país en llamas.
Sicilia decía que cuando ese movimiento cobró fuerza, se trabajó respecto a una propuesta que intentaba por lo menos resarcir un poco de daño a aquellas familias afectadas por la delincuencia, la famosa Ley de Víctimas, pero los puntos expuestos ante instancias competentes, jamás fueron asumidos y cumplidos, no obstante que era un compromiso.
A saber, verdad y justicia, es decir que al menos las instancias gubernamentales hablaran con la verdad sobre el tema, pero ha sucedido todo lo contrario. Fin a la estrategia de guerra, que igualmente ha sido ignorada o el combate a la corrupción, a cuyo respecto qué le podemos decir, usted juzgue conforme a lo que pasa en todos los niveles de gobierno.
Como se ve, el tema es bastante delicado, intentar profundizar en él es incluso peligroso, porque la maldad ha crecido tanto, que tiene tentáculos por todos lados y nunca se sabe cuando se dialoga o habla con alguno de sus miembros, así sean funcionarios públicos.
Apostarle a la alternancia en el ejercicio del poder público en México, como estrategia ciudadana para buscar remedio a esa enfermedad tampoco dio resultado alguno, porque el cáncer ha penetrado todos los espacios, partidos políticos y corrientes.
Priistas, panistas, perredistas y agregados enseñan indicios de contaminación y de complicidades de algunos de sus personajes con la delincuencia organizada. El panismo permitió el crecimiento del monstruo en los 12 años que gobernó la nación. Vicente Fox Quesada, el primer presidente de la alternancia, optó por no hacer nada, para no meterse en problemas, pero ello acrecentó el grado de impunidad y maniobrabilidad de los malosos.
Felipe Calderón quiso mostrar que venía con la clara intención de acabar con ellos, pero intencional o involuntariamente sólo despertó el avispero, en un estrategia errónea que alimentó la carrera por el control de las armas y heredó a Enrique Peña Nieto un país inmerso en la absoluta inseguridad, con más de la mitad de los estados controlados por el crimen. Bueno, ahí está aún su territorio natal, Michoacán, sin poder superar esa desafortunada coyuntura.
Por el lado del perredismo, hay que recordar que en la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa en iguala, Guerrero, aparece la complicidad del mismo entonces gobernador Ángel Aguirre Rivero y del que fuera edil de Iguala, por eso insistimos en que nadie escapa y aquel que se sienta libre de culpas “que tire la primera piedra”.
Las secuelas de todo eso tiene a miles de familias inmersas en el dolor y la desesperación, no es lo mismo perder un hijo por cuestiones naturales que debido a un entorno en el que dominan las armas de fuego y la perversidad, tolerada por las autoridades, que han preferido recibir beneficios de ello a cumplir con su responsabilidad de salvaguardar la integridad física y los derechos constitucionales de sus gobernados.
Así pues, los del Movimiento por la Paz y la Dignidad hicieron ayer un pequeño recordatorio a los tres niveles de gobierno, respecto a promesas incumplidas en el reclamo de atención al penoso peregrinar de familiares de víctimas, cuyos expedientes siguen abiertos, porque no se ha querido o podido poner tras las rejas a los responsables de tan horrendos sucesos y que seguramente continúan abonando en la destrucción y quebrando de la paz pública en todos lados.