En ésta ocasión, todos los indicadores sitúan ya al tricolor en una tercera posición, aunque bien podría incluso caer hasta el cuarto sitio si es que mantiene la tendencia a la baja en la preferencia de los electores a nivel nacional, y desde luego que los efectos comienzan a reproducirse en nuestra entidad.
Es cierto que a pesar de todo continúa siendo un partido con estructura superior a la de sus adversarios, pero la inconformidad popular que ha provocado el desajuste económico en México se antoja irreversible. Como que al gobierno en turno no le queda margen de maniobra a fin de impedir la catástrofe que amenaza con volver a desterrarlo de la casa presidencial.
El ya añejo opositor al sistema gubernamental Andrés Manuel López Obrador continúa dominando el escenario, seguido algo lejos por los panistas, que buscan a toda costa llegar en condiciones de competencia al 2018, pero que con serios conflictos internos a veces dan pasos hacia atrás.
Lo hemos dicho reiteradamente: las reformas estructurales, conflictos como la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, el movimiento magisterial que todavía no se logra apaciguar y la debilidad de la economía son las causas de que el priismo esté nuevamente en vísperas de perder el poder total.
Los análisis indican, sin embargo, que lo que más irrita a la población es la pérdida de su poder adquisitivo. Los números llevan a que es el tema que mayores tendencias alcanza en lo referente a su mala percepción del desempeño de las autoridades.
Es cierto, también la inseguridad tiene mucho que ver en lo anterior, igual que los índices de desocupación, pero nada se compara con que las familias consideren que cada vez disponen de menos dinero para poder cumplir con sus necesidades básicas.
Estamos próximos a la primera prueba de fuego del priismo en el Estado de México. Si no logra mantener la gubernatura en la justa que se realizará en junio, será la anticipada señal de que sus días están contados, porque se le ha considerado como experimento de laboratorio.
En Morelos, la mayor aproximación que se tuvo, después de la derrota del dos mil frente al Partido Acción Nacional (PAN), para intentar regresar a la gubernatura, fue en el 2012.
Recordamos que las campañas iniciaron con una ventaja promedio de 15 puntos del abanderado del PRI sobre el rival más cercano, pero a medida que se acercaba la hora de la verdad la distancia se venía reduciendo hasta que comenzó la reversión.
Fuera de eso, llegaban a cada elección por la gubernatura, ya con las manos abajo y sabedores de que acaso aspirarían a lograr algunos lugares en el congreso local y una que otra presidencia municipal.
Fue en el 2009 cuando a nivel de justa intermedia mostraron vitalidad, ganando prácticamente todo, pero desafortunadamente para ellos no estaba en juego la gubernatura.
Ahora parecieran estar en condiciones tan desafortunadas como luego del dos mil, que les generó desánimo total, así que por lo menos con los datos que a la fecha se disponen se anticipa una dolorosa derrota y por lo tanto, habrá que prepararse para una nueva alternancia en el ejercicio del poder central. Morelos igualmente puede experimentar cambios profundos en la administración estatal.
Nos quedan escasos 15 meses de aquí a la elección de junio del 2018; los tiempos de maniobra para la aplicación de estrategias a fin de recuperar terreno se agotan y no se observa alguna ruta que le pueda devolver vitalidad al partido en el poder.
Pero además, tenemos que sumar a lo anterior, el inconveniente de la llegada a la presidencia de los Estados unidos, de Donald Trump, cuya postura en contra de los intereses nuestros contribuye a socavar y debilitar al gobierno mexicano. Como que de pronto todos los santos se les pusieron de espalda.
Aún no se formaliza el proceso electoral y apreciamos ya enfrentamiento entre los grupos de poder. Oficialmente se aprovecha cualquier plataforma para criticar la actitud de algunos de los aspirantes a la presidencia, por considerarlas populistas.
Se advierte que una salida en ese sentido llevaría a la regresión en muchos aspectos y nos volvería a tiempos superados, pero los nulos resultados positivos de la actual administración parecen restarle credibilidad a esas posiciones.
Los mexicanos, en su inmensa mayoría, seguimos esperando que se nos haga justicia, prometida desde hace décadas.
Esa desesperación, sin duda, llevará a muchos electores a buscar una opción totalmente diferente, si es que se dan las circunstancias y todo lleva a estimar que no será ya precisamente a favor de los priistas. En todo caso, la batalla superior se estaría dando entre Acción Nacional y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Localmente están perfilados aspirantes a la gubernatura como el rector de la universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), Alejandro Vera Jiménez, el edil capitalino Cuauhtémoc Blanco, el diputado federal Javier Bolaños Aguilar, el senador Rabindranath Salazar Solorio, la legisladora federal Rosalina Mazari Espín y el delegado del ISSSTE Guillermo del Valle Reyes que parece, la intentará buscar, por citar a algunos.
De entre ellos, no vemos más, tendrá que salir el sucesor del actual gobernador, pero dos que tres todavía no definen la plataforma que los tendría que llevar a la contienda. El Cuau pareciera haberse decidido por el Partido Encuentro Social (PES) pero el rector aún no da color sobre hacía donde se inclinará.
A menos que ocurra alguna sorpresa, Bolaños se perfila como el candidato panista, aunque la “sagrada familia” le quiere meter cuñas con el diputado local Víctor Manuel Caballero Solano o el sacerdote con licencia Antonio Sandoval Tajonar.
Y es en el tricolor donde más figuras luchan por el mismo espacio: del Valle, Rosalina y se ha manifestado que incluso el ex edil capitalino Jorge Morales Barud pudiera levantar la mano de último momento. Por eso ahí la cosa es menos clara.