El caso Morelos es muy significativo en ese tema, lo vimos durante los últimos meses del año pasado, por los motivos que sean, como sociedad nos tocó observar una serie de conflictos y rupturas entre frentes que se asumieron antagónicos y que parecían dispuestos a eliminarse entre sí.
En ese clima de enfrentamiento de todos contra todos, se vieron involucrados los tres poderes, algunos ayuntamientos y hasta la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), que en su oportunidad encabezó lo que denominaron el Frente Amplio Morelense (FAM).
Esas diferencias trascendieron el ámbito de esos poderes, partidos y entidades y alcanzaron a amplios sectores sociales que igual se sumaron a tal o cuál frente, llevando a una especie de inestabilidad que a nadie convenía, porque todos salían perdiendo.
Como que el periodo vacacional de fin de año representó una extraordinaria oportunidad para que los principales actores de esas luchas estériles entraran en reflexión y entendieran que las actitudes beligerantes sólo obstruían el buen desarrollo de la entidad en su conjunto y quizás silenciosamente, sin que se pusieran de acuerdo entre sí, decidieron deponer las armas y darle vuelta a la página de la rijosidad.
Sorprendentemente, con el comienzo del 2017, las cosas cambiaron radicalmente: quienes amenazaban con llevar al alcalde de Cuernavaca Cuauhtémoc Blanco Bravo a juicio político y destitución, lo dejaron en paz. La UAEM también bajó el nivel de inconformidad que mostraba y, apoyada por la Federación, comenzó a resolver su déficit presupuestal, que amenazaba con huelgas de sus sindicatos y el estado de cosas se orientó hacia el cumplimiento de responsabilidades de cada quien.
En este momento, si algo extrañamos quienes nos dedicamos a la tarea de informar, son aquellos conflictos, porque para el trabajo que nos toca desarrollar eran materia explotable diariamente. Bueno, había días en que teníamos que atender seis o siete manifestaciones, marchas o plantones procedentes de diversas trincheras, que obviamente obedecían en su existencia a ese clima político en el que nos encontrábamos.
Nos encontramos pues en una coyuntura en la que las circunstancias para un mejor desempeño institucional están dadas, ojalá sea aprovechada, porque como bien dice aquel dicho “después de la calma suele venir la tempestad” y no estamos lejos de que eso suceda, porque ya sabemos que cuando inicia un proceso de elección, todo cambia.
Es cuestión de semanas o de dos o tres meses para que arranque de manera más abierta el activismo electoral de muchos personajes, que desde todos los partidos, van a buscar una candidatura a cargos de elección popular y lo primero que hacen es arremeter contra los posibles adversarios.
Cuando esto se dé, volveremos a padecer las mismas consecuencias de la difícil situación de finales del 2016, porque son todos contra todos y no existen límites ni consideraciones, las campañas negras entre contendientes, incluso del mismo partido, alcanzan condiciones extremas, así que lo más prudente es que se aproveche este espacio de tregua que se concedieron los políticos como regalo de año nuevo.
Extrañamente, como no nos había tocado observar nunca antes, la posición del nuevo gobierno en la Unión Americana en contra de diversos intereses nacionales ha sido un factor que obligó a todos a deponer las diferencias y actuar con coincidencias a fin de defender el territorio.
Grupos contrarios, partidos políticos antagónicos, incluso aquellos identificados como radicales, modificaron su discurso e hicieron a un lado los intereses naturales en la disputa por el control del poder, a fin de abonar en la unidad de esfuerzos.
Pero eso tampoco durará mucho, el futurismo electoral está en puerta y el trato entre adversarios en la batalla por posiciones a distribuir en el 2018 romperá toda clase de acuerdos y pactos, porque a esos niveles, sólo hay intereses, el amor a México es un posicionamiento de discurso para engañar a los electores.
Claro, en lo que se refiere al ambiente que hoy priva en la entidad, el gobierno federal tuvo una decisiva participación, fue la Secretaría de Gobernación, a cargo de Miguel Ángel Osorio Chong, la que ayudó al retorno de la calma.
Los frentes más fuertes en la confrontación que coyunturalmente enfrentamos, eran, por un lado, el de la UAEM, que se quejaba de una desatención en lo referente a la entrega de recursos para superar un déficit financiero que lleva años y por el otro, el del edil capitalino Cuauhtémoc Blanco Bravo que era víctima de una persecución.
En lo referencia a la universidad, la Secretaría de Gobernación indujo a la Secretaría de Educación y a la de Hacienda, a buscar una salida y sentó a sus titulares con el rector Alejandro Vera Jiménez. Se lograron acuerdos fundamentales, pero bajo una condición, que se depusieran las posiciones de enfrentamiento con los poderes locales, de ahí, que rector, maestros y alumnos regresaran a las aulas.
En lo referente a Cuernavaca, también la Federación obligó a los actores en conflicto a deponer las armas. No es algo que se pueda confirmar documentalmente, porque en eso se busca no dejar testimonio por escrito, pero quienes estuvieron cerca de las negociaciones con Gobernación afirman que desde ahí se instruyó a los tribunales federales a fin de que ampararan y protegieran al presidente municipal contra sus detractores, que venían muy encarrilados a fin de obligarlo a renunciar al cargo.
Es pues así como los ánimos fueron apaciguados y cada quien se vio obligado a bajar la guardia.
No obstante, pareciera que sólo se trata de una tregua que en cualquier momento se puede romper, porque las diferencias entre antagonistas seguramente no se superaron.