Ha sido en el transcurso de estos 12 meses que hemos presenciado una serie de conflictos y movimientos, tanto de índole social, como político. Acciones de enfrentamiento entre poderes públicos contra otras estructuras de gobierno e incluso con instituciones u organizaciones, que derivaron en distintas formas de protesta y de resistencia, como plantones, marchas, mítines y hasta huelgas de hambre como métodos de defensa.
Más que en años anteriores, el actual se ha significado por toda clase de movimientos que ponen incluso en entredicho la moral y compromiso de muchas instituciones gubernamentales, que contrariamente a sus responsabilidades históricas de abonar a la paz, la armonía y tranquilidad en bien del estado, empujaron hacia la ingobernabilidad a partir de acciones impositivas.
Pero más allá de los problemas más visibles, ante lo cual pareciéramos no tener remedio al corto plazo, tampoco los actores políticos y figuras públicas se han comportado como corresponde a fin de encontrar vías de progreso y desarrollo para mejorar el nivel de vida de los morelenses.
Son algunos sucesos con cierta relevancia, ocurridos en el 2016, sin duda entre los más significativos, la batalla que protagonizaron, por un lado el gobierno estatal y por el otro, distintas organizaciones de corte ciudadano, incluyendo a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, por causas muy diversas.
Este asunto llevó mucho tiempo en lograr su pacificación, fue incluso necesaria la intervención de la Secretaría de Gobernación a fin de que los bloques entraran en calma relativa, aunque las diferencias siguen ahí, casi intactas. La UAEM continúa reclamando la entrega de recursos; los transportistas se mantienen en contra de la entrada en operación del modelo de servicio denominado “Morebús”, y tampoco se ha esclarecido del todo el tema de las fosas clandestinas de tetelcingo.
Como se ve, la problemática no ha tenido solución alguna, de tal forma que bien pudiera volver a resurgir aquello que se denominó el Frente Amplio Morelense (FAM) que tantos dolores de cabeza le causó a la administración estatal y cuyos principales personajes siguen ahí, defendiendo lo que a su juicio ha sido injusto.
En torno a esos sucesos, reiteramos, la intervención del gobierno federal sólo abonó en una tregua.
Con anterioridad al caso que nos ocupa, en ciertos momentos se vivieron inquietudes por desavenencias entre partidos políticos o grupos parlamentarios, como en el caso del Partido Acción Nacional, que fue igualmente castigado por haberse opuesto a temas como el aborto o la legalización de los matrimonios igualitarios.
En ambos puntos, el estado entró en serios conflictos con la Iglesia católica y los temas llevaron a jaloneos que llegaron a expresiones a favor y en contra en las calles. Sin embargo, como que los efectos no fueron mayores y además, muy coyunturales.
Sería pues el pleito con el FAM el que causó mucho desgaste institucional y por eso se tuvo que recurrir a instancias superiores a fin de que la sangre no llegara al río, porque las cosas se pudieron demasiado candentes.
Pero el choque de fuerzas en lo relacionado a la lucha de los tres poderes locales por obligar al presidente municipal de Cuernavaca a dejar el cargo ha vuelto a escalar niveles superiores y a pesar de que le han echado montón al edil, éste parece estar más firme que nunca.
Como pasó en relación al FAM, vivimos una polarización de fuerzas.
El asunto aún no concluye, hay la promesa de una segunda parte, como en telenovela, con muchas más emociones para aquellos que ven los toros desde la barrera, pero de preocupación para quienes requerimos de más seriedad e institucionalidad de las autoridades para poder sobre ponernos a tantas calamidades.
Como se puede apreciar, para nada este 2016 ha sido un año positivo y productivo, pudiera incluso decirse que la prudencia popular ha impedido que las cosas se salgan de control.
Malamente, el desgaste oficial se puede transformar en una debilidad que irá creciendo gradualmente y que seguirá siendo incluso obstáculo para pensar en resultados mejores en el 2017.
Y si éste ha sido difícil, hay que considerar que el venidero llegará muy cargado de tintes electorales, que llevarán a rompimientos entre distintos actores de la política y del ejercicio del poder.
El panorama nacional para nada muestra signos de bonanza, lo menos que se debería estar haciendo es evitar factores que abonaran en la indefinición política y social, pero comúnmente se priorizan intereses personales, de grupos o de partidos que los sociales y eso está pasando en el territorio zapatista.