¿Por qué el Ejército está haciendo labores de policías cuando la Ley dice que están para cuidar la soberanía nacional y auxiliar a la población en desastres naturales? ¿Por qué los policías federales entran a las casas sin ninguna orden de cateo y se llevan gente detenida?¿Si la Constitución dice que nadie puede ser molestado en su persona o en sus bienes por qué un subprocurador fue retenido casi una hora por soldados hasta que pudo comprobar su identidad? O la otra: ¿Por qué la “ronda” de Ocotepec porta armas de uso exclusivo del Ejército si no es una corporación policiaca?
Ahí comienzan los problemas para el profesor, pues si trata de justificar la presencia de los militares en las calles viene la segunda andanada de preguntas: ¿entonces estamos en una situación de excepción? ¿No vivimos en un Estado de Derecho? ¿Entonces a veces sí y a veces no tiene vigencia nuestra constitución?
El catedrático termina por admitir que a él le toca enseñar el “deber ser”, pero que la realidad es muy diferente.
CRONICA DE UN TOQUE DE QUEDA
La ventaja de escribir semanalmente es que el columnista puede analizar más detenidamente los acontecimientos que los reporteros diaristas ya dieron a conocer, pero sobre todo porque hay tiempo suficiente para conocer otras versiones de los hechos y las reacciones de las autoridades.
Aunque a algunos lectores les parecerá a destiempo, hoy dedicaremos esta columna a repasar lo que ocurrió el 16 de abril en Cuernavaca a raíz de la circulación de un correo electrónico que anunciaba un “toque de queda” a partir de las 20 horas.
Y es que con el paso de los días posteriores a tan inusual acontecimiento, pude recabar testimonios realmente ilustrativos de ciudadanos, así como declaraciones de funcionarios que me permitieron llegar a conclusiones que no habría alcanzado hace dos o tres semanas.
Primeramente expongo mi caso personal que seguramente fue muy parecido al de la mayoría de habitantes de Cuernavaca, sobre todo aquellos que por su trabajo son tomados por el círculo familiar como referencia de lo que sucede. Así pues, ese viernes comenzó para quien esto escribe como un día “normal”, si así se le puede llamar a un día en el que se tiene que reportar para el medio electrónico que uno labora un par de ejecutados, algunos cateos, retenes, levantones y narcomensajes.
La primera referencia que tuve del llamado “narcomail” fue una llamada telefónica de un familiar. “Oye, iba a venir (equis) a cenar a la casa, pero dice que mejor otro día porque hoy se va a poner muy feo a partir de las ocho de la noche”, me dijo. Y luego la interrogante: “Tú que andas en eso, ¿deveras es para tanto? “.
“Bueno, de que hay dos grupos disputándose la plaza y que se están dando con todo es cierto, pero de eso a que uno no pueda salir en la noche hay mucha diferencia”, le dije.
Pero luego vino el cargo de conciencia: ¿y si de verdad pasa algo y por hacerme caso mi familia sale perjudicada?
Y entonces dije la frase que seguramente también usaron todos los periodistas, policías, funcionarios y demás a quienes nos consideran en la familia “el que todo lo sabe y si no lo inventa”: “Pues mira, no es para tanto, pero si no tienes nada qué hacer en la calle durante la noche, mejor quédate en la casa. Más vale”.
La recomendación obviamente fue interpretada como un “sí es cierto lo del mail, algo ha de saber pero no lo quiere decir”.
Pasaba ya del mediodía cuando un conocido llegó del Tribunal Superior de Justicia con un volante en el que sugerían no salir a la calle ese día. “Lo están repartiendo”, dijo.
Más por morbo que por preocupación pedí a un compañero que me reenviara el mentadísimo mail. Más tarde seguiría llegando el mismo mensaje a mi bandeja de correo electrónico de diversos remitentes, algunos realmente preocupados, otros hasta divertidos con el asunto.
La redacción del llamado “narcomail” hacía imaginar a cualquiera una situación catastrófica, algo así como la película de “Robocop” cuando la policía se pone en huelga y los delincuentes toman las calles para hacer de las suyas.
Todo iba bien hasta que el mensaje anuncia que “ya estamos apalabrados con nuestros contrarios que nos vamos a acribillar este fin de semana donde nos encontremos”, y luego adelanta también que andarían vestidos de negro para identificarse entre ellos y matar a los contrarios”.
Pero todo lo demás tenía coherencia y lo que es peor, había pruebas de que dicha disputa por el territorio existe. Así lo habían venido demostrando las –hasta ese momento- 50 ejecuciones incluyendo colgados, descuartizados y despellejados, algunos de ellos menores de edad. PRIMERA CONCLUSIÓN: SI ESTO HUBIERA OCURRIDO HACE SEIS MESES, NO NOS LA HUBIÉRAMOS CREIDO.
Varios intentamos continuar con nuestras actividades cotidianas, consientes de que el riesgo de vivir entre narcotraficantes es permanente, y no se reduce a unas cuantas horas, además de que se antojaba lógico que la supuesta guerra iniciara después de la media noche (como de hecho ha venido ocurriendo) y no en punto de las 20 horas cuando todavía ni oscurece. “A las 9 de la noche es buena hora para encerrarse, por si las dudas”, pensé.
Pero varios detalles nos hicieron partícipes de esta psicosis a pesar de nuestra resistencia. Comenzaron a llegar los telefonazos: en la UAEM están regresando a los alumnos del turno matutino… también en las particulares. En el Centro Morelense de las Artes, una hoja pegada en la puerta anunciaba: “Por causas de fuerza mayor, se suspende el evento programado para hoy”.
La conferencia impartida por el presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal en el Salón de Plenos del Palacio Judicial de Cuernavaca no se vio afectada por el extraño fenómeno “ciber-social”, pero cuando la comitiva bajaba las escaleras para despedir al invitado especial, un convoy de patrullas o motocicletas que pasaba a toda velocidad por la calle Francisco Leyva nos hizo reaccionar: “Ah jijo, parece que sí es de cierto”. El salón de plenos, con el diputado Fidel Demédicis como segundo ponente, se fue quedando vacío.
Me comuniqué con mi contacto de nota roja, el que se entera antes que nadie de lo que sucede en la urbe. “¿Deveras ya empezó la guerra?”, pregunté por el Nextel. “Pues no sé, pero a las seis de la tarde aventaron un descabezado en la autopista”, me contestó.
“Upss, estos cuates comenzaron antes de la hora acordada”, pensé. Por si las dudas, y tomando en cuenta que hasta ese momento ninguna autoridad había salido a desmentir el supuesto “toque de queda”, comencé a recoger a los hijos de sus respectivas actividades. Encendí la radio del coche, y escuché a un optimista Alberto Millán recomendar a sus radioescuchas en “Metrópoli” que salieran a divertirse, que no pasaba nada, pero su comentario personal no era respaldado por ningún funcionario que representara a la autoridad. Justo en ese momento pasaba yo frente al Iker, donde la gente se arremolinaba en la salida para pedir su coche al valet parking o buscar un taxi.
Había comenzado la verdadera psicosis. Conforme se acercaban las 8 de la noche la gente comenzó a abandonar los centros comerciales y las plazas públicas. Los taxis eran insuficientes para evacuar a la gente y algunos choferes ya no querían hacer viajes fuera del municipio.
Camino a casa me surgió una interrogante: ¿Cómo va a manejar Televisa-Cuernavaca esta situación? TV Azteca había quedado fuera de cualquier cobertura por sus horarios de transmisión, la prensa escrita sólo haría una reseña “a toro pasado” y no existe ningún noticiario radiofónico nocturno.
A esas alturas, el mensaje del toque de queda estaba prácticamente en todas las computadoras, y los que no tienen acceso a esos avances tecnológicos, se enteraron mediante el mecanismo más efectivo que existe para propagar una información: de boca en boca. Obviamente, con el riesgo de que la información se vaya deformando al pasar de una persona a otra, en lo que se conoce como “el teléfono descompuesto”.
Y es en esos momentos cuando el ciudadano común recurre a lo que considera una voz autorizada para resolver todas sus dudas: la televisión.
No me quedaba la menor duda de que la transmisión del noticiario de Jorge Jiménez sería la diferencia entre una psicosis moderada y una psicosis total. Pensé que justo a las 9 de la noche aparecería el gobernador del estado en el estudio de televisa para dar un contundente mensaje de “aquí no pasa nada, todo es una broma de mal gusto”.
Pero no hubo ningún mensaje contundente. Sólo un tibio, ambiguo e incomprensible boletín informativo al que dio lectura el conductor de noticias. Decía así: “En seguimiento de las acciones que ha venido impulsando el Gobierno del Estado de Morelos, este día en la reunión de coordinación entre el Gabinete de Seguridad, la 24ava Zona Militar, la Delegación de la Procuraduría General de la República y la representación de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, se revisaron, actualizaron y reforzaron los trabajos encaminados a garantizar la seguridad de los morelenses como derecho constitucional”.
En contraparte, el espacio televisivo inició con una tétrica “cortinilla” con la leyenda “Violencia en Morelos”, con una musiquita de película de terror y como fondo imágenes de levantamientos de cadáveres y narcomensajes. La primera información fue sobre el descabezado de la autopista que se encontró a las seis de la tarde y enseguida comenzó a transmitir imágenes de cómo las calles se iban vaciando.
Si alguien faltaba de enterarse de la amenaza, ahí supo que había un narcomensaje HASTA ESE MOMENTO NO CONFIRMADO, PERO TAMPOCO DESMENTIDO POR LAS AUTORIDADES.
Por si esto fuera poco, los jóvenes que usan Twitter o Facebook en sus computadoras o teléfonos celulares, comenzaron a circular mensajes de supuestas balaceras. Era pues, una segunda versión de “La Guerra de los Mundos” de Orson Welles, pero ahora por internet.
Para las 11 de la noche, los pocos restauranteros o “antreros” que habían decidido no hacer caso al toque de queda, se convencieron de que los clientes ya no llegarían, y optaron por cerrar sus puertas y mandar a su casa al personal.
A esas horas, el noticiario de Cablemás difundió imágenes recientes de las calles de Cuernavaca, sólo para confirmar que estaban, ahora sí, totalmente desoladas. ¿Y la Policía? La verdad es que, según confesaron algunos jefes policiacos, ellos también se creyeron la versión de que habría enfrentamientos y se resguardaron en sus cuarteles. Sólo un par de patrullas estatales recorría el centro esporádicamente.
Con la luz del día se fue la intranquilidad pero vino el enojo. Después de confirmar que no se había registrado un solo incidente durante toda la noche, los restauranteros y antreros estaban indignadísimos por haber perdido miles de pesos en una noche de quincena por una broma de mal gusto que ninguna autoridad pudo contrarrestar.
Y entonces vinieron las reacciones. Declaraciones de que “las calles son nuestras, no de la delincuencia”, “nadie va a secuestrar nuestro derecho al libre tránsito”, proliferaron en las siguientes horas y días. Los titulares del Ejecutivo Estatal y Municipal recorrieron las calles y establecimientos para dar testimonio de que no había nada qué temer.
Pero lo hicieron a destiempo, y el daño ya estaba hecho. En pláticas posteriores “off de record”, funcionarios de primer nivel admitieron que lo que realmente sucedió es que el fenómeno fue creciendo conforme pasaban las horas, que nunca creyeron que fuera a tener tanto impacto en la población, y que cuando quisieron reaccionar ya era demasiado tarde, por lo que prefirieron trabajar “para que ya no vuelva a suceder”.
A posteriori, el área de Comunicación Social del Gobierno Estatal recomendó a los medios electrónicos no difundir más este tipo de mensajes y menos presentarlos con cortinillas que pudieran provocar más psicosis. De hecho, en los siguientes días comenzó a circular un nuevo mensaje firmado por el CPS en el que reiteran la advertencia a la población de que seguirá “la limpieza” ordenada por el nuevo “jefe de jefes”, pero éste ya no fue difundido por los medios como el primero.
LO QUE VIENE
Nada de lo que ha venido ocurriendo en los últimos meses en Morelos es nuevo. Todo eso ya sucedió en años anteriores en Reynosa, Tijuana, Apantzingan, Morelia, y últimamente en diferentes municipios del Estado de Guerrero.
No quisiéramos ser alarmistas, pero es por simple lógica que lo que hoy está ocurriendo en otras ciudades que comenzaron antes su “guerra” contra los narcos, podría suceder en Morelos en unos años o meses.
Hace un par de años nos enterábamos de cuerpos descuartizados, delegaciones de la PGR balaceadas y ejecuciones a plena luz del día, a través de las noticias provenientes del norte del país. Hoy lo leemos diariamente en nuestros periódicos locales.
En el norte secuestraron a un pueblo completo hace unos días; antes rafaguearon un centro de rehabilitación y mataron a varios jóvenes; hace unas horas un convoy de camionetas llegó a un bar, seleccionaron a ocho parroquianos, los llevaron al estacionamiento y los fusilaron.
Y en Guerrero, antier asesinaron a un presidente municipal, pero hace meses fue un diputado y el dirigente de un partido.
Ojalá nos equivoquemos.
DE TODO UN POCO
No aprenden.- Después de 10 años de que se intentó poner a un militar al frente de la Dirección de Tránsito de Cuernavaca, lo que ocasionó una subversión de la tropa que culminó con su renuncia, hoy lo vuelven a intentar en la persona del teniente coronel Roberto Guzmán Castellanos, “quien ha dirigido algunas oficinas de tránsito en la Ciudad de México”, dice el boletín que anuncia su nombramiento.
Una de cal.- Como Profesor Huésped Distinguido, fue reconocido el Procurador de Justicia Pedro Luis Benítez Vélez por las autoridades del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Campus Cuernavaca, tras su participación con la Conferencia sobre Bioética que el Fiscal del Estado impartió ayer a estudiantes de nivel licenciatura.
El reconocimiento al Procurador Benítez Vélez corrió a cargo del Rector del ITESM de la zona sur, Sergio Martínez, y de la directora del ITESM Cuernavaca, Alejandra Vilalta y Perdomo, para lo cual fue develada una placa que permanecerá en un muro de personalidades prominentes.
Becas para jóvenes.- Emotiva ceremonia la del pasado miércoles en las instalaciones de Canacintra, donde se entregaron becas para jóvenes de escasos recursos que quieran estudiar computación e inglés. Dichas becas fueron otorgadas por el Programa Nacional de Apoyo a la Capacitación y el Empleo de México (Pronacem) cuyo fundador es el empresario Ladislao Huesca Ochoa y que actualmente coordina el contador público Gilberto García Ruiz.
Lástima que al evento no llegaron el diputado Othón Sánchez ni Osvaldo Castañeda por cuestiones “de agenda”.
1 comentario
Hey
buenas noches soy una madre de familia que esta preocupada por lo… Compartelo!