El 30 de marzo de este mismo año escribimos una columna titulada “entre la incredulidad y la paranoia”, y hacíamos referencia a la pregunta que mucha gente se hacía en esas fechas: “¿Tú conoces a alguien que esté infectado por el coronavirus? Yo no y mis amigos tampoco”, esa era la frase que alimentaba la versión de que la epidemia fuera una invención del gobierno. Y en cierta forma tenían razón, pues todas las noticias que nos llegaban sobre muertes provenían del continente europeo.
Del otro lado estaban los que cayeron en la paranoia; no quieren ni asomar la cabeza a la calle, y obligan a la servidumbre a bañarse y cambiarse de ropa antes de entrar a sus residencias.
Pero, efectivamente, todavía no conocíamos a nadie que hubiera sido infectado por ese terrible mal. También había otro factor que nos hacía suponer que no nos pasaría nada, y es el hecho de que todos los que estaban resultando con covid eran personas que recientemente habían viajado a otro país.
Como si se tratara de una bitácora del terror, el 21 de abril escribimos:
“El encierro ya está teniendo consecuencias en el comportamiento de la gente y eso es algo preocupante. Ayer pudimos constatarlo personalmente en un par de tiendas de autoservicio, donde pudimos notar que las personas sólo están esperando un momento para explotar y desquitarse con el primero que se les ponga enfrente”.
Hoy, a nueve meses de distancia desde que comenzamos a escribir sobre el virus Sars Cov2-19, estamos al borde de la desesperación. Lo que al principio nos parecía novedoso y hasta divertido (videoconferencias, clases por zoom, venta de productos por internet), hoy ya nos tiene “hasta la coronilla”.
Lo peor es que cuando pensábamos que el fin de la pandemia estaba cerca, y el doctor López Gatell aseguraba que los contagios iban a la baja, vino el “rebrote” y con mayor intensidad, lo que obligó a regresar a semáforo rojo al estado de México y a la capital del país, coincidiendo esto con la entrada del periodo vacacional decembrino.
Esto provocó que muchas familias decidieran pasar la segunda cuarentena en sus casas de Acapulco o de Cuernavaca, y ahí es donde viene lo preocupante, pues en cualquier momento pasará Morelos al semáforo rojo.
El pasado fin de semana fue particularmente caótico. Por cuestiones familiares tuvimos que visitar la ciudad de México y fuimos testigos de que la gente estaba nuevamente en las calles como si nada. El comercio ambulante estaba en las calles como todos los años. “Si no aprovecho estos días, de qué voy a vivir los días que vienen”, escuché a uno de los vendedores que reconoció haber perdido varios familiares por esa enfermedad.
De vuelta a Morelos, pudimos percatarnos de que hubo muchas celebraciones en los jardines de fiestas de Jiutepec, en las que al principio todo mundo con su cubrebocas, pero al paso de las horas y ya con algunos tragos encima, se olvidaron de la sana distancia.
Es entendible: ya son muchos meses de encierro y de estarnos cuidando.
Pero también es entendible la molestia de los trabajadores de la salud. “Estás cansado de estar encerrado? Yo estoy cansado de ver gente internada, encerrada y muriendo en el hospital; estás cansado de rechazar invitaciones? Yo estoy cansado de rechazar pacientes porque está todo saturado; estás cansado de usar el cubrebocas porque te ahoga? Yo estoy cansado de usarlo por más de 7 horas continuas; estás frustrado por no poder pasar esta navidad como todos los años? Yo estoy frustrado de ver a familiares que no regresarán a reunirse con los suyos”, dice una carta firmada por un médico de nombre Santiago Treviño.
Y no es para menos., del total de pacientes confirmados, mil 310 son personal de salud: médicos, 433, de los cuales 378 se han recuperado y 24 han perdido la vida; enfermería, 580, con 544 que han superado la enfermedad y ocho fallecimientos; otros trabajadores, 297, 264 ya sanos, con 10 decesos.
La portada de esta semana de la revista Proceso es lapidaria; muestra a un médico recargado en una de las columnas del área de urgencias de un hospital, bajo el título de “devastados”. En sus páginas interiores vienen testimonios escalofriantes de lo que ocurre en los centros covid, donde ya están haciendo intubaciones sin ningún sedante.
La Secretaría de Salud informa que a la fecha en Morelos se han estudiado 21 mil 691 personas, de las cuales se han confirmado ocho mil 997 con coronavirus covid-19, 393 están activas, descartado 11 mil 118 y están como sospechosas mil 576; se han registrado mil 573 defunciones.
A nivel nacional, en donde el doctor López Gatell había pronosticado que “en un escenario catastrófico habría 60 mil muertos”, hoy seguramente ya llegamos al doble de esa cantidad. En nuestro caso, afortunadamente no hay bajas en la familia, pero sí en el gremio periodístico, donde tuvimos ya la pérdida de tres compañeros.
Por eso es que la Secretaría de Salud insiste en el llamado urgente a las y los morelenses a quedarse en casa, salir exclusivamente si es necesario, evitar organizar o acudir a fiestas, reuniones y/o posadas con familiares y amigos; y en todo momento portar el Escudo de la Salud completo.
“Recuerda a la ciudadanía general que derivado de la emergencia sanitaria que se vive en el país y en la entidad, estas fechas deben conmemorarse de manera diferente, priorizar la comunicación y convivencia por medios digitales; preferir en todo momento las compras en líneas, esto con el firme propósito de que el próximo año todas y todos puedan celebrar unidos y sobre todo saludables”, dice el último comunicado de la Secretaría de Salud del Gobierno estatal.
Nos pasamos los últimos meses pidiendo que ya se acabara el 2020 como si con ello se extinguiera la pesadilla del covid 19, y ahora que estamos a unos días de que termine la anualidad nos damos cuenta que muy probablemente continuaremos el 2021 con el mismo problema… o tal vez peor.
Por lo pronto, hasta hoy estamos vivos y sanos.
HASTA MAÑANA.