En un día como hoy pero de hace dos años, el Instituto Nacional Electoral (INE) confirmaba lo que se había venido diciendo desde el domingo uno de julio por la tarde: en su tercer intento, Andrés Manuel López Obrador ganaba la presidencia de México. A dos años de distancia, el país está dividido en dos extremos, los que ven a un México “cayéndose a pedazos”, y los que ven a una nación que inicia un sexenio con cambios trascendentales.
“Montado en una ola de descontento colectivo por la corrupción y la violencia desenfrenadas, Andrés Manuel López Obrador fue elegido presidente de México este domingo 1 de julio con una victoria aplastante, que da un vuelco al sistema político dominante del país y le otorga un amplio mandato para reformar al país”, anunciaba la portada del influyente periódico The New York Times.
“La victoria de López Obrador lleva a un líder de izquierda al mando de la segunda economía más grande de América Latina por primera vez en décadas, una posibilidad que ha embargado de esperanza a millones de mexicanos (y a las élites del país, de temor)”, agregaba.
Y es que, después de los dos primeros intentos en los que espantó al electorado por su amenaza de mandar “al diablo las instituciones”, en esta ocasión fue cuidadoso de no pelearse con nadie, ni siquiera con el presidente en funciones, Enrique Peña Nieto.
Resistió todas las provocaciones que le hacían sus adversarios políticos y los conductores de televisión y radio (que veían en López Obrador un serio peligro para sus convenios publicitarios) y no dijo ninguna palabra ni frase que la oposición pudiera utilizar en su contra. Así logro ganarse a “los indecisos”, quienes además estaban decepcionados del cambio prometido por los dos gobiernos panistas y que nunca llegó.
En el 2012 los electores le habían dado una oportunidad al PRI que aseguraba haber aprendido la lección, pero que a lo largo de los últimos seis años había caído en escándalos como “la casa blanca” y la empresa OHL.
El reconocido sociólogo Roger Bartra dijo que el presidente electo "dio un viraje a la derecha tan grande que se acercó al viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI)".
"Este acercamiento al antiguo PRI le ayudó a captar simpatías de priístas descontentos con el giro tecnocrático del PRI actual", opina. Dice que AMLO es una "nueva encarnación de la tradición latinoamericana del populismo", según publicó la BBC de Londres.
¿Recuerdan el cierre de campaña de AMLO en el estadio Azteca? Una foto tomada desde abajo del templete donde el candidato alza la mano en señal de victoria mientras miles de papelitos de colores caen al suelo y al fondo se observan las gradas llenas de gente.
“El día que hagan una película de la vida de Andrés Manuel López Obrador, que termine con ésta imagen”, sugerimos en un tuit. Y es que, desde nuestro punto de vista, hasta ese momento todo le había salido bien al oriundo de Macuspana, y el final de la película (si se le quería ayudar para que quedara como un héroe) tendría que ser en ese momento, cuando el pueblo entero se le entrega.
Y eso lo decíamos porque era evidente que la situación no sería nada fácil. El país no cambiaría como por obra de magia a partir de que AMLO asumiera el poder, mucho menos cesaría la violencia que azota al país desde hace varias décadas.
“Me van a odiar, pero le estoy encontrando similitudes a AMLO con Graco Ramírez”, publiqué en mi cuenta de Twitter. Y es que recordarán ustedes que Graco prometió “terminar” (ni siquiera reducir, sino eliminar por completo) con la delincuencia en Morelos; luego comenzó a dar largas y terminó por decir que se había equivocado, y que eso lo había dicho “en la euforia de las campañas electorales”.
Fue él también quien dijo que “una cosa es lo que se dice en campaña y otra la que se hace como gobernante”. Entonces quedaba claro que todo lo que dijo AMLO en su campaña era solamente para obtener el voto.
El más claro ejemplo fue en el tema de la militarización de la Policía. Durante todas sus campañas insistió en que el Ejército debía volver a sus cuarteles, y ya como presidente lo primero que hizo fue crear la Guardia Nacional, integrada por soldados y marinos.
A dos años de distancia pareciera que hay dos Méxicos. Uno el de los “fifís” que protestan desde la comodidad de sus camionetas y que dicen que a México se lo está llevando la fregada, y otro el de los “chairos” que se regodean cada vez que detienen a un ex funcionario y no parece importarles mucho las estadísticas económicas. Ya hasta están pensando en desaparecer el PIB como mecanismo para medir la economía.
Los periodistas que veíamos en los horarios estelares de los noticiarios de televisión, hoy están “autoexiliados” y desde su lugar de residencia hacen investigaciones periodísticas como las que hacía Carmen Aristegui, quien hoy guarda silencio. Los medios públicos, que tradicionalmente han sido utilizados para difundir las notas positivas del gobierno, hoy no le piden nada a los medios de comunicación de Cuba y Venezuela que más que informar, adoctrinan.
Para regocijo de los opositores, la pandemia del coronavirus se vino a dar al principio del sexenio, generando una crisis económica y un índice de desempleo sin precedentes, pero que es una situación atípica. Insisten en que se debe cambiar la estrategia de seguridad, pero no dicen cómo, pues saben que a ellos tampoco les funcionó la suya cuando gobernaban.
El sexenio apenas inicia y es poco tiempo para calificar al gobierno cuantitativamente, máxime cuando se tiene una pandemia que ocurre cada 100 años a nivel mundial; pero lo que nadie puede negar es que sí tenemos una forma diferente de gobernar el país.
Y cada vez estamos más seguros de que cuando termine el sexenio de AMLO seguirá polarizado el país, por un lado los que ven políticamente una génesis y por el otro los que ven el apocalipsis.
HASTA MAÑANA.