Los que nacimos en los setentas crecimos con la imagen de un PRI-Gobierno autoritario y represor, transas como ellos solos y antidemocráticos a más no poder, de ahí que tengamos pocos conocidos en ese partido y prácticamente nada de amigos.
De hecho, los únicos priístas con quienes nos une una amistad son dos jóvenes, Miguel Ángel Alarcón Urban y Jonathan Márquez Godínez, el primero de Yautepec y el segundo de Temixco, a quienes conocí a través de redes sociales.
Miguel Ángel presume cada vez que puede su foto con el entonces candidato a gobernador Jorge Carrillo Olea. Era un niño al que no le terminaban de crecer los dientes, y siempre me platica de su árbol genealógico:
“Mi padre, Miguel Ángel Alarcón Rojas, fue Presidente Municipal de Yautepec en el trienio 1994-1997. Mi tío Roberto Guerrero Guerrero, casado con una hermana de mi papá Blanca Nieves Alarcón Rojas, fue dos veces Presidente Municipal de Yautepec, 1976-1979 y 1992-1994 por consejo municipal. Mi abuelo José Urbán Aguirre, fue gobernador interino de Morelos en el año de 1932. Y mi mamá fue oficial del Registro Civil”, dice.
Es un buen muchacho al que le tocó nacer, desgraciadamente para él, en la etapa final del otrora “partido aplanadora”. De hecho, en 1994, cuando el candidato del PRI a la gubernatura visitó su casa en Yautepec, fue el último “carro completo” del tricolor, pues en el 97 el PAN ganó la capital del estado y de ahí se desgranó la debacle.
A Jonathan Márquez lo conocí en persona cuando era secretario particular del delegado de Infonavit, Eliasib Polanco Saldívar. Lo volví a ver cuando era candidato a diputado por su natal Temixco y luego, sorpresivamente, apareció a la derecha del máximo dirigente del PRI a nivel nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, mejor conocido como “Alito”.
Al igual que Miguel Ángel, Jonathan no conoce al PRI triunfador, al menos no al PRI-Morelos. Si hubiera ocupado ese cargo en otros tiempos, su poder sería inmenso pues habría podido influir en las elecciones de varios estados.
No sabemos si para bien o para mal, pero “Alito” decidió regresar a Jonathan a su lugar de origen, y el pasado 17 de marzo lo designó dirigente del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional.
Márquez Godínez, ex secretario de Organización del CDE, asumió el cargo de presidente por medio del mecanismo de prelación que establecen los estatutos en caso de ausencia simultánea del presidente y la secretaria general del partido, situación que se cumplió, ante la renuncia de Alberto Martínez González y la solicitud de licencia temporal de Maricela Velázquez Sánchez.
Aunque se trata del máximo cargo dentro del instituto político, el joven priísta recibe “el cascajo” de lo que alguna vez fue una organización fuerte. Hoy solamente hay que ver el edificio de la calle Amacuzac, en la colonia Vista Hermosa, para darse una idea de cómo está el PRI en Morelos.
Sin muebles, descarapelado, sucio y deprimente. Pues así está el partido que le encargó la dirigencia nacional a Jonathan.
A pesar de su corta edad, Márquez Godínez tiene amplia experiencia partidaria. Empezó como secretario de Organización del CEN de la Red Jóvenes por México, presidente del entonces Frente Juvenil Revolucionario (FJR) en Temixco y coordinador regional del CEN del FJR en Puebla, Morelos y Ciudad de México; en su entidad natal, Morelos, ha sido asesor en el Poder Legislativo, y en la administración pública federal y municipal.
El nuevo dirigente del tricolor en Morelos se ha desempeñado en el Comité Ejecutivo Nacional del PRI como secretario adjunto a la Presidencia, coordinador nacional de Afiliación y Registro Partidario, y coordinador de la Comisión de Seguimiento de los Acuerdos Internacionales de la Organización de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos, en la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe; en 2018 recibió el Galardón al Mérito Militante.
Para su mala fortuna, le toca ser oposición tanto a nivel nacional como en la entidad y hasta en el municipio, de ahí que en lugar de hacer lo que hicieron sus antepasados (aplaudir al gobernante en turno), le toca criticar y exigir trabajo a la administración gubernamental.
Y ya empezó. Ayer dirigió una carta al gobernador del estado, Cuauhtémoc Blanco Bravo (¿habrá sido su ídolo como futbolista?) en el que hace cuestionamientos con respecto a la estrategia asumida por el gobierno de Morelos con respecto a la Pandemia por el Covid 19.
Tras advertir que la misiva no tiene “ninguna otra intención, tan solo para abonar a la tranquilidad de los militantes del PRI y de los ciudadanos de Morelos, le agradecería, Gobernador, me respondiera las siguientes preguntas: 1. ¿Tenemos el número de pruebas necesarias para detectar y prevenir brotes de COVID-19? 2. ¿Qué medidas piensa tomar el Gobierno del Estado para lograr que los ciudadanos cumplan con el aislamiento voluntario, decretado por el Gobierno Federal, y así evitar el riesgo de un contagio masivo?”.
El joven priísta está en lo suyo, pues está asumiendo su papel de oposición. Lo que no se entiende es ¿qué papel está desempeñando en este asunto la senadora Lucía Meza Guzmán?
Y es que la ex perredista soltó un tuit la noche del domingo en el que critica la actuación del gobierno de Morelos con respecto al coronavirus. “En esta emergencia sanitaria, no se valen las simulaciones, las diatribas ni el desvío de recursos para saciar objetivos de imagen política. Es un crimen hacer uso de recursos destinados para la parte más crítica de esta emergencia sanitaria, dirigida a combatir el Covid 19”.
¿Y ahora para donde tira la senadora? ¿Obedece a intereses de Graco Ramírez (quien la hizo diputada local y federal y le dio chamba a su marido), al Partido Morena o ya está trabajando para su nuevo partido?
Porque si de simulaciones y “objetivos de imagen política” hablamos, Lucía Meza Guzmán es el más claro ejemplo de ello.
HASTA MAÑANA.