Independientemente de que hay ingredientes políticos y radicalismos que de ninguna manera pueden ser aceptados, el paro nacional de ayer surtió el efecto deseado por la mayor parte de la población: que las mujeres no son objetos, sino complemento de una sociedad.
Y sí, nos hicieron mucha falta en las actividades diarias de las ciudades, así que podríamos decir que aprendimos la lección y estamos muy contentos de que hoy todo regrese a la normalidad.
Se notó su ausencia en el transporte, en la atención de las oficinas, y sobre todo en las escuelas, aunque hubiese sido mejor que no suspendieran clases para ver qué hacían los maestros varones con todos los niños.
En lo personal, mi agente de seguros me envió mi póliza el domingo en la noche con la advertencia: “Mañana estaré desconectada todo el día, pero cualquier cosa déjeme mensaje”. Y lo cumplió. El desayuno en el restaurante se tardó más que otros días y no había suficientes cajeras en los bancos.
Afortunadamente sólo fue un día.
Qué lástima que para muchos padres, muchos hijos, muchos hermanos y hermanas, el 9 de marzo sea permanente. No volverán nunca porque fueron víctimas de feminicidios o porque están desaparecidas.
Y ese precisamente era el fin de este movimiento: que por un día nos pusiéramos en el lugar de esas personas que han perdido a un ser querido que es mujer, y de esa manera valoremos a las que todavía están vivas.
También ese era el propósito de la marcha del domingo, la cual desafortunadamente se vio empañada por esas mujeres radicales que ya vimos que también existen en Morelos y que causaron destrozos en la fachada del Palacio de Gobierno.
Ciertamente esas féminas están enojadas por muchas cosas y su indignación es totalmente comprensible, pero hay alguien que las está organizando. Es decir, hay alguien que mandó hacer esa tela morada muy larga que les sirvió para evitar que los fotógrafos y camarógrafos registraran sus actos vandálicos; hay alguien que les proporcionó la pintura en aerosol y lo que utilizaron para tratar de prenderle fuego.
También debe haber alguien que las está enseñando cómo hacer y cómo lanzar (muy mal por cierto) bombas “Molotov”. Son precisamente esos grupos los que se están aprovechando de un reclamo legítimo del sector femenino contra años de opresión, y que buscan obtener un beneficio político.
Pero en el fondo todas tienen razón. Debe haber un cambio de paradigma en la sociedad de tal manera que lo que antes era “socialmente aceptado y tolerado”, quede desterrado. Necesitamos “cambiar de chip”, pero no es fácil en una sociedad donde no hace muchos años los hombres se robaban a las mujeres y después iban los padres del varón a ver a los padres de la adolescente o joven a lo que se llamaba “el perdón” y todo se solucionaba con el matrimonio. Así pasó con nuestras abuelas, con algunas señoras septuagenarias y quizás hasta se siga dando esta situación en estos tiempos en algún lugar de la República Mexicana.
Recientemente platicábamos con unas compañeras reporteras en el cumpleaños de la hija de una de ellas, en una fiesta que fue “amenizada” por un payaso. El hombre con maquillaje y nariz roja basó su show en la ridiculización de las mujeres (gordas, feas, regañonas, etc.) y en los concursos ayudándole a los niños.
Tradicionalmente eso hacía reír mucho a la gente (prueba de ello es el éxito que tienen los payasos que se presentan los sábados y domingos en las escaleras del zócalo), pero de un tiempo a la fecha hay gente a la que ya no le causa gracia ese tipo de chistes. Al menos en el caso de nuestra amiga, difícilmente vuelve a ser contratado.
Los tiempos cambian y los hombres debemos entender que el papel de “Don Juan Tenorio” ya no causa gracia, ni en la oficina con las secretarias ni en la escuela con las alumnas. Antes le celebraban al profe un chiste “colorado”, hoy lo graban y lo denuncian.
En Morelos cuantitativamente estamos bien en cuestión de equidad de género. En el Congreso Local ya hasta se pasaron en el número de mujeres diputadas y en el Poder Judicial hay una gran cantidad de magistradas (comenzando por la presidenta) y muchísimas juezas.
En el Poder Ejecutivo tenemos a cuatro secretarias de gabinete. Hay gente que quisiera una paridad “a rajatabla”, pero nosotros consideramos que se deben poner a los mejores en el gobierno del estado, independientemente del género al que pertenezcan, y con esto nos referimos también al sector homosexual.
¿Qué sigue después de este primer paro nacional de mujeres? Esperemos que los jefes de oficina lo piensen dos o tres veces antes de ofrecerle a una mujer un ascenso a cambio de favores sexuales; que los taxistas y albañiles estén conscientes de que pueden ir a la cárcel por andar “piropeando” a las mujeres. Y así en todos los sectores.
Pero por otro lado también deseamos que lo que hoy parece ser una conquista del género femenino, degenere en un movimiento político que tenga a la violencia como factor permanente. Que no permitan que grupos políticos se aprovechen de la situación para “llevar agua a su molino”, o que utilicen a las víctimas para atacar al sistema.
Ya vimos que no siempre es un hombre el que viola o asesina a una mujer, y el caso de la niña Fátima es el más claro ejemplo: fue una mujer la que la raptó y la entregó a su victimario.
Pero también no estaría de más un poquito de autoprotección. Es cierto que la responsabilidad de garantizar seguridad es de las autoridades, pero ya en términos prácticos, mucho ayuda el que las mujeres no anden solas en altas horas de la madrugada, y que dejen a esas parejas que muestran alteraciones en su conducta o consumo de drogas o alcohol.
Las estadísticas no mienten: los responsables de los feminicidios son en su mayoría las parejas sentimentales de las víctimas. Y en el caso de las violaciones de menores, casi siempre son familiares o las parejas de la madre.
HASTA MAÑANA.