Así que fui a hacerme un balayage con un tratamiento carísimo y un gélish a meses ¡sin intereses! ¡No, bueno! Yo soy súper buena para aprovechar descuentos y promociones. Haciendo cuenta de mis visitas al salón, pienso que cuando menos me han peinado más de 200 veces y tal vez que me estoy quedando corta. Me gusta lucir bien y sí se puede, impecable. Pero venir al salón de belleza es mucho más de lo que muchos piensan y esto incluye a hombres y mujeres, sé que muchos creen que es un acto de pura vanidad, pero ¡no! Sentarte en el trono de la belleza es simplemente terapéutico. Llegas y así, sin más, empiezas a contarle a la que te ha tapado las canas miles de veces todas tus penas, alegrías y pendientes. Y esa mujer escucha y escucha, sin cuestionarte, ni juzgarte, ¡para qué pagar un psicólogo!
De una mujer vanidosa mucha gente me califica, pero no me importaba porque a mí me gusta arreglarme para mí misma, para nadie más, yo decía.
No me importa gustarle a los hombres, me gusta más gustarme a mí misma, ver a una mujer cuidada al espejo cuando me veo en él, yo decía.
Otros pueden pensar que mi autoestima es tan baja que invierto dos mil pesos en ella a la semana, pero yo insistía en que no era así, que lo hacía para mí.
Hasta que el comentario de una compañera de trabajo cambió mi perspectiva de las visitas al salón de belleza.
“¿Vas a ir a la reunión de fin de año de la generación de la universidad?”. En ese momento vinieron a mi mente miles de imágenes de mi época universitaria. No todos fueron buenos recuerdos, pfff.
Pero de inmediato me di cuenta de la información que me estaba dando en esa pregunta. Claro que en esa cena estaría uno de mis ex y con el que juré que me casaría, pero además también iría la ex de mi actual galán. ¡Pum! Una bomba de tiempo se convirtió mi corazón. “Claro que iré”, le contesté.
Acto seguido, le marqué a mi estilista para agendar la cita y pedí servicio com-ple-to (el cual incluye exfoliación y mascarilla hidratante, tratamiento capilar y peinado con extensiones, mi cabello nunca será lo suficientemente largo, maquillaje que incluye pestañas postizas, maní y pedí). ¡Estoy dispuesta a deslumbrar a la banda de exs!
¿Ya se dieron cuenta para quién me voy a arreglar? ¡Horror! Ya sé, siempre estuve equivocada, ¿o me engañaba a mí misma?
Dios, en realidad me arreglo para los ex y las ex de mis exs! Esto puede sonar ridículo, ¡qué es la pura verdad! Quiero lucir de no inventes, cuando me vean esos exs, quiero que me vean radiante y feliz, y esto no es mentira, soy feliz, ¡pero quiero verme doblemente feliz!
Imagino que la ex de mi novio ira motivada con la misma idea que yo, ¡pero no nunca ni más guapa ni más flaca que yo!
Terrible la psicología femenina, ni yo la entiendo siendo fémina. Según una historia (posiblemente no cierta) alguien le preguntó a Sigmund Freud, el famoso médico austriaco y padre del psicoanálisis, qué era lo que nunca había llegando a entender después de haber estado su vida estudiando la mente humana, Freud dijo: “Las mujeres”.
Todo empezó con el buen fin y terminó con este fatal descubrimiento, ja… qué más da, yo continuaré entonces gastando e invirtiendo en mi arreglo personal para los exs, para las exs de mis exs, ¡para mí y para ustedes!
Hasta la próxima.