Me preguntó de qué hablaba, solté tu nombre.
Ella sonrió y se encogió en hombros esbozando un suspiro, replicó después “cuéntame más sobre ella”.
Ni tardo, ni perezoso, empecé por el principio. Recordé, la primera vez que me llegó inbox, comencé con contarle las situaciones que vivía y cómo llegaste a mi vida.
Sorprendida me dijo: “¿La conociste por internet?”.
Simplemente sonreí, le respondí, no creía en el amor hasta que ella me besó.
Continúe contándole de aquellas pláticas, de esos momentos donde me recostaba por largos ratos a escribirte, sin conocerte en persona te quería, te deseaba, te anhelaba...
Recordé la primera vez que te vi y le conté con lujo de detalles... Hasta la segunda cita. Saqué mi teléfono y vi nuestra primera foto juntos, sonreí como un tonto y continúe contándole de ti... De cuanto te amaba, de esa necesidad de volver a verte y verte todos los días. Me detuve un segundo en la charla, al encontrarme con una foto de los dos besándonos y sabía que la siguiente parte en la historia que había empezado, era esa: nuestro primer beso.
Le conté de esa vez, donde suertudo me dijeron, donde me sentía como un pavorreal meneando su cola extendida. Te veías hermosa, como siempre, como en las fotos que me habías enviado, como las dos veces anteriores.
Por primera vez, pude contarle a alguien lo que sentí esa noche, algo mágico, fuera de este mundo, algo que en verdad toca el alma, así fue nuestro primer beso.
Ella volvió a mirarme sorprendida y exclamo: “¡Esa princesa te trae muy loco! Cacheteando la banqueta”.
Moví la cabeza en seña de afirmación, le dije: “quisiera seguirte contando querida amiga, pero encontré a una mujer que me llena, que me vuelve loco, la mujer con la que quiero pasar el resto de mis días, la mujer que voy a amar toda la vida e incluso más allá de la eternidad. La única mujer capaz de hacerme ver despertando a su lado, la única mujer que me motiva a decirle infinidad de veces que la amo, que la deseo, que la necesito y que cuando no está conmigo la extraño. La mujer con la que quiero despertar cada mañana, besarla, acariciarla, sentirla mía, hacerle el amor en todos lados, como un loco amarla, cuidarla y protegerla”.
Mi amiga, simplemente soltó una lágrima, se levantó de aquella mesa y me dijo: “Ve, hazla feliz. Que yo no quiero volver a verte. No quiero volver a saber de ti. Porque esa mujer llena todos tus espacios y tu vida, esa mujer no le deja espacio a mi persona, no hay más espacio para ‘la soledad’ en tu vida...”
Se marchó desde el primer momento en que te besé mi amor y volvió sólo para decirme que tengo que luchar más por ti. Por enamorarte a diario de este tipo. De este pobre wey que te desespera y que es impaciente y juro que lucharé cada segundo por ver esa sonrisa tan hermosa, esos ojos infinitos que me fascinan y porque tú seas feliz a mi lado como yo lo soy contigo. ¡Te amo mi cielo! ¡Te adoro! Y gracias por derrumbar todo en mi vida con aquellos pasos firmes en tacones por aquel pasillo, porque fue el preámbulo de todo esto tan hermoso que me regalas día a día. ¡Te amo, mi cielo! Y de nuevo, gracias por hacerme el hombre más dichoso del universo. Te amo.
No hay nada en el mundo que se pueda comparar con el amor. Es el sentimiento que mueve el mundo, que mueve las fibras más sensibles del ser humano. Este hombre es sin duda un hombre enamorado y con ganas de gritarle al mundo que lo está. La mujer que inspiró estas líneas debe sentirse muy halagada y afortunada. Yo lo estuviera, sí estuviera en su lugar.
Este email llegó a mis manos y me encantó y por eso quise compartírselos, y aquí en confianza, les confieso que hasta una lágrima derramé, me emocionó mucho. Espero lo hayan disfrutado tanto como yo.
Hasta la próxima…