La ola de vacacionistas que ha llegado a Morelos con motivo de la semana santa ha encendido todas las alarmas, porque ocurre justo cuando los contagios y los decesos por el Covid-19 comienza a repuntar.
Por eso es entendible la petición del alcalde de Jojutla de imponer lo que llamó un “toque de queda”, a fin de que todas las personas se queden obligatoriamente en sus domicilios.
Definitivamente hay mecanismos claros para limitar los derechos constitucionales, en este caso el de libre tránsito, pero la emergencia sanitaria que vivimos parece requerir medidas extremas ante la indiferencia ciudadana.
La falta de acatamiento de las medidas para evitar que el coronavirus prolifere ocasionará más muertes de las debidas. Quizá cuando los decesos comiencen a multiplicarse la gente por si sola se encierre, pero entonces será demasiado tarde para evitar el colapso de los servicios hospitalarios.
Los llamados a la prudencia y al buen juicio no han funcionado, a pesar de que los países que viven envueltos en la pandemia nos muestran lo que pasará.
Todo indica que habrá que poner en la balanza el peso de la libertad de movimientos contra el valor de la vida.