El flujo de ciudadanos que llegaron a Morelos a vacacionar en plena contingencia fue importante y desafortunadamente eso repercutirá en algunas semanas en la extensión del contagio del Covid-19.
La ignorancia y la insensibilidad -sobre todo de los individuos jóvenes, que se sienten a salvo de la enfermedad- tendrá un precio elevado, aunque las acciones oficiales y comunitarias contribuyeron a reducir las aglomeraciones y hacer regresar a los insensatos.
Pero esas conductas hablan del enorme reto que enfrentan las autoridades para luchar contra la pandemia.
No se trata solo de cuestiones económicas que obligan a la gente a salir a las calles. Se trata de educación, de ética y de compromiso social.
Allí se expresa claramente el resultado de haber suprimido de la enseñanza básica materias como el civismo.
La dura experiencia del confinamiento debe servir para corregir errores del pasado y tomar acciones de gobierno sensatas que compensen y frenen el exceso de individualismo, una forma educada de llamar al egoísmo de quienes se sienten a salvo de la enfermedad que avanza silenciosa pero implacablemente ayudada por aquellos que burlan las disposiciones sanitarias.