Martes, 22 Marzo 2016 05:14

Contaminación y contingencia

Reportera
Lectura 3 - 5 minutos

Para los morelenses que visitaron la Ciudad de México la semana pasada la experiencia seguramente fue más retadora que de costumbre. La calidad del aire era muy peligrosa para la salud de cualquier persona que anduviera por la capital. Una nube de contaminación cubrió la ciudad, de tono café, el color que resulta de un aire lleno de elementos dañinos. No es la primera vez que sucede esto, ni será la última vez, desafortunadamente.

Es fácil echar la culpa a las autoridades actuales, a los conductores de los vehículos que llenan las calles, a quien sea. El problema comenzó hace muchos años y con el paso del tiempo ha ido empeorando. La culpa es colectiva. Cuando la Comisión Ambiental de la Megalópolis activó la fase uno de contingencia, fue porque en el suroeste de la capital -la semana pasada- los índices de ozono alcanzaron 203 puntos IMECA (Índice Metropolitano de la Calidad del Aire). Desde hace 11 años no se había activado la fase uno de contingencia; en enero de 2005 los índices alcanzaron 167 puntos IMECA por partículas suspendidas. Es decir, el aire contenía partículas sólidas o líquidas de polvo, cenizas, hollín, metálicas, cemento o polen. Este año fue aún peor y la contaminación afectó a todos terriblemente. Se trata de un coctel muy peligroso, ciertamente, y por eso se recomendó evitar todas las actividades al aire libre y no fumar en espacios cerrados. Los niños, adultos mayores y personas con problemas respiratorios y cardiovasculares tenían que permanecer en interiores; quedaba prohibida la quema de cualquier sustancia o material al aire libre, incluso las fogatas, recomendaron utilizar el transporte público en lugar de autos particulares, sugirieron compartir el auto con compañeros de trabajo, etcétera. Nos quedó muy claro que la situación fue realmente seria.

Esta ocasión fue alarmante por muchas razones. No sólo se trató de que se ponía en riesgo la salud de toda la ciudadanía, sobre todo los niños y los adultos mayores, sino que puso de manera tajante muchos otros temas sobre la mesa:

Nuestros autos operan con una calidad muy inferior de gasolina.

Llevamos nuestros autos dos veces al año a un verificentro, cuyo objetivo es sujetar los autos a una inspección para determinar el grado en que un auto de combustión interna descarga emisiones nocivas a la atmósfera. Los contaminantes que son medidos son las emisiones de CO² y óxidos de azufre. Es muy conocido y muy frecuente que muchos verificentros falsifican los resultados reales al recibir un soborno.

Existe el programa Hoy no Circula desde 1989 que obliga a los autos a no circular un día por semana. Al iniciar el programa mucha gente invirtió en un segundo auto. El resultado a largo plazo: aún más autos en las calles.

Los camiones de carga, los autobuses, las ambulancias, las patrullas policiacas, todo tipo de vehículo oficial que pertenece a las autoridades son, en general, mal cuidados y generan enormes cantidades de emisiones nocivas.

El sistema de transporte público es insuficiente para ofrecer una alternativa viable a la gente, que prefiere manejar sus autos a tener que esperar una ruta o tomar el metro. Los metrobuses de la Ciudad de México también son fuente de mucha descarga de emisiones peligrosas.

Circulan pocos autos eléctricos o híbridos en la ciudad y no se sabe de ningún incentivo por las autoridades para promover su compra.

Se ha hablado desde hace años del problema del transporte en la capital. Las decisiones, como la construcción de segundos pisos, sólo contribuyen a aumentar la cantidad de autos.

Hay millones de topes en las calles de la ciudad. Sirven para frenar la velocidad de los conductores y son necesarios porque nadie respeta los límites de velocidad. Al pasar un tope, lo cual implica frenar y cambiar de velocidad, un auto emite más emisiones, inevitablemente.

Es muy fácil comprar un auto. El número de autos registrados en la zona metropolitana prácticamente se duplicó en 8 años (2005-2013), al pasar de 3.5 millones a 6.8 millones. No existen desincentivos reales en todo el valle de México para reducir el uso de autos de todo tipo.

Es un hecho que la Ciudad de México sufre de una de las peores congestiones vehiculares del mundo.

Ya se levantó la contingencia; los puntos IMECA han disminuido. Una buena noticia. Sin embargo, el aire que respiramos en la capital siempre está lleno de partículas suspendidas. Menos, sí, pero la amenaza y el impacto negativo sobre nuestra salud siguen. Es muy probable que ocurra de nuevo. Sólo es cuestión de tiempo. ¿Y quién tiene la culpa? Nosotros, una vez más, por supuesto.

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