Por un lado, en México el automóvil es rey: el Autódromo Hermanos Rodríguez ha sido renovado por completo para cumplir con las exigencias de la F1 y permitir así correr de nuevo la carrera, después de un periodo de ausencia de 23 años. Por el otro lado, Oslo quiere ser una ciudad donde el transporte público sea rey, en un gran esfuerzo por reducir las emisiones de carbono al ambiente.
Debo admitir que me encantan las carreras de la Fórmula 1. Mi conciencia ecológica me provoca una crisis existencial y me hace recordar el libro del autor Nevil Shute: On the Beach, que leí cuando joven y que me impactó muchísimo. Cuenta la historia del fin del mundo, debido a una ola de radiación que lentamente está cubriendo todos los países del mundo, matando a todas las poblaciones en su camino. Sólo queda Australia y sabiendo que van a morir, los australianos deciden llevar a cabo el Gran Premio de Australia con la poca de gasolina que les queda y, en esta ocasión, sin aplicar ninguna regla. Para muchos pilotos la muerte en la pista, era preferible a esperar morirse por la radiación. Es un libro que dejó una huella imborrable en mi mente y que contribuyó a mi conciencia ecológica.
Las carreras siguen y hoy la Fórmula 1 es un show de primer nivel, donde los pilotos son vistos como gladiadores y la velocidad es su razón de ser. Se trata de un deporte de élite y de glamour, de excesos de velocidad, alto consumo de gasolina, cambios constantes de llantas y, claro, el peligro inherente en una carrera de este tipo. Implica una inversión enorme de parte de los fabricantes de autos, además de las empresas que los patrocinan. Estamos hablando de millones y millones de dólares invertidos en estos vehículos tan especializados, en sus equipos de ingenieros, mecánicos, pilotos, transporte, instalaciones, médicos, publicidad, etcétera. De alguna manera la tecnología que evoluciona a través de estos autos, es aplicada posteriormente a los autos que tú y yo manejamos todos los días; ésa es la teoría. Se trata entonces de una industria, clasificada como deporte, que apoya y promueve 100% la industria automotriz.
La organización detrás de este deporte es increíble: emplean seis aviones Boeing 747-400 tipo Freighter para transportar más de 180 cajas con todo el equipo y material técnico de las diferentes escuderías, así como los autos Fórmula 1 con todas sus piezas. Así llegaron al aeropuerto de la ciudad de México antes de ser trasladados por 60 tráileres al Autódromo Hermanos Rodríguez. Una vez allí los equipos de diferentes escuderías comenzaron el armado y acondicionamiento de los vehículos, a fin de estar listos para las pruebas del viernes y sábado pasado y para la carrera el domingo. Así es como el show de la Fórmula 1 llega a cada país anfitrión de las carreras cada año. Los pilotos y sus equipos le dan la vuelta al mundo durante la temporada. Cada carrera es un evento que atrae a muchísimas personas, impulsa una derrama económica importante para cada país y además provee una excelente oportunidad de mostrar el país anfitrión como un lugar moderno y desarrollado a los millones de televidentes que siguen las carreras y, claro, genera mucho dinero para su supervivencia.
Las carreras en sí son emocionantes y extraordinarias. La velocidad que logran los autos es altamente peligrosa y para todos nosotros que batallamos con tantos baches y hoyos es algo inimaginable: los pilotos F1 alcanzan velocidades de más de 300 kilómetros por hora… A fin de cuentas el Gran Premio de México fue todo un éxito, tanto para las escuderías como para los organizadores y los patrocinadores. La renovación del Autódromo superó las expectativas. Más de 100 mil personas lograron conseguir boletos para disfrutar los tres días del evento.
Estamos lejos de lograr un centro de ciudad sin automóviles como lo pretende Oslo. En el centro de la Ciudad de México tenemos no sólo el aeropuerto, sino también este autódromo dedicado a la permanencia de los autos de carrera y la industria automotriz. El tema de la emisión de carbono al ambiente no figura en este deporte. A veces pienso que no importa, ya que no hay vuelta atrás y el mundo acabará cuando acabe. Mientras tanto, hay que disfrutar de la vida como podamos y seguramente muchísimas personas disfrutaron la Fórmula 1 este pasado fin de semana, yo incluida. Pregunta: ¿Es la carrera de la Fórmula 1 ecológica? Respuesta: claro que no.