Al ver la final del Tour y disfrutar la victoria de un británico este año (el pasado domingo), me hizo reflexionar sobre la huella ecológica de este célebre evento.
Andar en bicicleta es muy saludable. Es la manera de hacer ejercicio desde la casa por excelencia, como lo son caminar y correr, sobre todo porque no producen emisiones de carbono. A muchos de nosotros nos gusta agarrar la bici y salir a pasear a donde sea, no sólo para hacer ejercicio sino además para aprovechar y disfrutar del paisaje y del campo.
El Tour de Francia cubrió este año una distancia total de 3,360 kilómetros. Al ver a los ciclistas tan determinados y fuertes uno puede soñar con hacer lo mismo. Pero la fuerza y el talento que se necesitan para mantener una velocidad constante y aumentarla cuando es necesario, además de hacer todo lo posible por llegar primero –o entre los primeros–, para mantener una posición entre los líderes, todo ello es sumamente difícil. Yo les tengo mucho respeto a estos ciclistas que tienen que aguantar sol, calor, frío, lluvia, caídas, accidentes, subidas, bajadas, ponchaduras, enfermedades, fiebres, malestar, insultos de espectadores y asaltos, entre muchas cosas más.
Cuando miramos el Tour de Francia es obvio que no se trata sólo de bicicletas y ciclistas, sino de equipos completos con autobuses, motocicletas y automóviles que les siguen y les sirven de apoyo durante cada etapa de la carrera. No sólo eso, pero también los representantes de los medios de comunicación son incontables, enviando noticias e información a numerosos países, y todos utilizan algún modo de transporte, incluyendo helicópteros. El gasto en gasolina es elevado: se trata de un evento con una huella ecológica muy, pero muy alta.
El Tour tiene un apego global. Atrae a muchos aficionados que viajan desde cada parte de Francia y de otros países hasta un cierto lugar del territorio donde se sabe que van a pasar los ciclistas. Es gente que quiere apoyar a sus paisanos en su carrera, lo cual es entendible. El problema es que llegan en automóviles, tiran basura y hacen campamentos en donde sea en los campos. El medio ambiente sufre, como resultado, porque el comportamiento humano interfiere de manera agresiva con el ecosistema, en cuanto a cantidades de basura, mucho ruido y la alteración de plantas, arbustos y árboles.
El impacto ambiental causado por los equipos que participan en el Tour de Francia es bastante grave. Desde los autobuses oficiales que transportan a los ciclistas durante las tres semanas que dura el evento, hasta el tremendo trabajo de los organizadores y patrocinadores del Tour que dejan una huella de cientos de miles de botellas de plástico y de regalos promocionales. Estamos hablando literalmente de millones de regalos entregados a los espectadores; muchos de esos regalos terminan en la basura. Es más, los ciclistas consumen comida especial en el camino de cada etapa y tiran al campo los empaques hechos de plástico. Dudo mucho que haya suficiente organización para levantar toda la basura que se genera durante los 21 días que dura la carrera.
Como si fuera necesario subrayar el punto de la huella ecológica, algo le pasó al ganador del Tour de Francia este año, Christopher Froome, en la última etapa en París. De repente, una bolsa de plástico quedó atorada en su rueda y afectó de tal modo su velocidad que se vio obligado a cambiar de bicicleta. Las bolsas de plástico son sinónimo de cuánto daño le hacemos a nuestro ambiente, de todo lo que estamos tratando de hacer para evitar ese daño y de cómo nuestras vidas son dependientes todavía del petróleo y sus derivados. Resulta entonces que la bici no es tan limpia como pensábamos...
Martes, 28 Julio 2015 00:00
El Tour de Francia y su fuerte huella ecológica
Reportera Rosalind Pearson
Lectura 2 - 4 minutos
Sin duda alguna, una de las pruebas deportivas más fascinantes y exigentes es el Tour de Francia. Este evento anual de ciclismo es el más importante para cualquier ciclista serio: ganar el Tour constituye el mayor de los retos. Es también el sueño máximo para cualquiera que tenga una bicicleta y a quien le guste subir y bajar montañas.
Publicado en
Ecología En Tus Manos
+De Rosalind Pearson
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