Lunes, 27 Octubre 2014 18:00

Recordaremos a todos, conocidos y desconocidos, este Día de Muertos

Reportera
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Este próximo fin de semana estaremos celebrando el Día de Muertos. Este año caerá en fin de semana, lo que nos brindará el tiempo para dedicarnos a montar nuestras ofrendas y preparar la comida, cortar las flores, prender las velas, quemar el incienso y pensar en nuestros familiares, a quienes tanto extrañamos.

 Este año, la celebración también será un tiempo de mucha tristeza, más de la normal. Muchos de nosotros estaremos pensando no sólo en nuestros parientes y amigos que fallecieron de manera natural, sino también en aquellas personas cuyas vidas fueron finalizadas de forma violenta.

Ésta es la temporada anaranjada, el momento del año en que la naturaleza pinta los paisajes con tonos naranjas, rojos y amarillos. Son esas flores, silvestres o cultivadas, que utilizamos para decorar las ofrendas; son flores bellísimas, alegres y llenas de significado. En nuestro estado de Morelos las ofrendas suelen ser magníficas, no sólo en las casas sino en escuelas, universidades, zócalos públicos, iglesias, cementerios, por donde quiera. Las familias sacan sus calacas y catrinas que guardan para usar cada año, además de visitar los mercados para conseguir los dulces, calaveritas de azúcar, copal, velas, fruta y preparan la comida favorita de sus familiares. Sacan también las fotografías de los difuntos y decoran todo ello con las coloridas flores.

Se recuerda el 1 de noviembre el alma de los niños y el 2 de noviembre la de los adultos. La creencia popular es que las almas de los seres queridos que se nos fueron, regresan durante el Día de Muertos y es por eso que se les preparan tantas cosas, en su nombre y a su gusto. Se trata de una tradición muy mexicana que fascina a los turistas que están de visita en nuestro país en esta temporada. Para los europeos y los norteamericanos esta tradición es muy diferente a lo que acostumbran hacer en sus países. Podemos aprender mucho de los mexicanos en este sentido, porque tratan a la muerte con alegría, sin miedo y con mucho respeto.

Una ofrenda muy diferente ha sido montada paulatinamente este año en el foso protector de la Torre de Londres, en ocasión del centenario del inicio de la primera Guerra Mundial en 1914. La tradición de portar una amapola tiene sus orígenes en una fábrica en Inglaterra en la que se empleaba a ex-militares que fabricaban amapolas para la Legión Británica (http://poppies.hrp.org.uk) y desde entonces los ingleses donan para conseguir y portar una amapola en la solapa cada año, contribuyendo así al apoyo de la comunidad de veteranos militares. Pues bien, este año un mar de amapolas rojas fue instalado alrededor de la Torre para marcar los 100 años, lo que constituye una instalación artística espectacular y muy emotiva: 888,246 amapolas, hechas de cerámica, ya están montadas en nombre de cada uno de los soldados británicos caídos durante la guerra. Por eso, para mí, es una especie de ofrenda para recordar al casi millón de fatalidades militares sufridas durante la primera Guerra Mundial. Es una ofrenda visual muy poderosa y que llama la atención de la nación entera, además de la comunidad internacional. Nunca se nos va a olvidar la terrible violencia y la destrucción de esa guerra.

Cada año en México recordamos a los difuntos y por supuesto los más recientes son aquellos que sentimos con aún más dolor. Este año habrá familias, demasiadas familias, que pensarán en sus hijos que han desaparecido o que han muerto. Momentos de profunda tristeza. Se trata de los tiempos violentos que estamos viviendo actualmente, una violencia diferente a la de una guerra mundial pero igual de terrible, sino es que peor. Lo esencial de la ofrenda, entonces, es no olvidar a nadie, recordar a cada persona como era, revivir momentos alegres y conversaciones que tuvimos con ellos, pensar en las cosas que les gustaban y la comida que les encantaba. Traemos a nuestros seres queridos, por siempre, dentro de nuestros corazones y las ofrendas son pequeños tributos a la memoria colectiva.
Somos los seres humanos que habitamos este mundo que tanto hemos abusado de él. Dejemos de abusar de la Tierra y dejemos de abusar de nosotros mismos: mientras sigamos aquí todos tenemos el derecho de vivir, y vivir bien.

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