“El arte de las relaciones se basa,
en buena medida, en la habilidad para relacionarnos
adecuadamente con las emociones ajenas.”
-Daniel Goleman-
No cabe duda que vivimos tiempos magníficos. Claro, habrá personas que vean el mundo de manera diferente a la mía. Dirán que hay mucha violencia, muchos medios de información, pero padecemos de falta de comunicación. Vivimos en un estado de competencia en el que la gente quiere más y más a nivel personal y económico. Comprobamos frecuentemente que todo lo que tenemos es desechable… hasta el amor. Las estadísticas nos confirman que los jóvenes de ahora no buscan tener una relación estable y mucho menos, tener hijos. Y además vemos, a diferencia de antes, que los hijos se lanzaban a la vida para buscar su libertad e independencia, que, actualmente, los hijos siguen viviendo en casa de sus padres a pesar de haber rebasado los treinta años de edad.
La pregunta sería: ¿Todo eso está mal? Y mi respuesta sería: Todo es como es y como permitamos que sea. Muchas cosas son tendencia, moda. Sin embargo, también depende de nosotros y de cómo eduquemos a nuestros hijos y de las reglas que adoptemos para vivir.
En mi opinión, vivimos tiempos increíbles en cuanto al desarrollo de las ciencias. Sean ellas sociales, de la salud, de tecnología y de todo tipo. Eso nos ayuda a avanzar en la vida y a desarrollar nuevas formas para vivir, tanto de manera intrapersonal como interpersonal.
Según mi perspectiva, puede ser diferente para ustedes, desde que Daniel Goleman, de manera comercial, publicó su libro “inteligencia emocional”, comencé a reflexionar sobre conceptos que ya traía desde adolescente, sobre el hecho de que no todas las personas de diez de calificación en las escuelas son las más sobresalientes en la vida. Es decir, que hay otros elementos que coadyuvan al desarrollo de una persona y le hagan sobresalir. Dicho de otra manera, tener éxito en la vida. Es lo que Goleman llamó “inteligencia emocional”. Sin embargo, desde antes ya había estudios sobre los elementos que hacen que una persona, no importando su excelencia en los estudios, salga adelante en la vida, pero eran materia de estudios especializados.
Al paso de los años, todos estos cambios, nuevos paradigmas de estudio del comportamiento humano y tecnológico, nos dan acceso a más herramientas para entendernos y comunicarnos.
De manera específica, en el campo del área psicológica, hay elementos que son fundamentales para nuestro desarrollo emocional. Uno de ellos es la resiliencia. Esta es la capacidad de una persona para salir adelante y reconstruir, deconstruir o construir su vida de manera positiva a pesar de los obstáculos y experiencias traumáticas que ha tenido en su vida. Es decir, que aun a pesar del sufrimiento que ha tenido que experimentar, en lugar de adoptar el patrón de la victimización, tiene un empuje emocional muy fuerte para sobresalir a pesar del infortunio.
Yo, siendo un niño ya lo había vivido. Ya lo había experimentado en mi entorno familiar y social. Pero en otros artículos escribiré sobre el particular.
Antes creía que esto que ahora conocemos como resiliencia era propias de solamente algunas personas muy fuertes de carácter. Pero ya con el tiempo, he comprobado que absolutamente todos tenemos esa capacidad de ser resilientes. Porque todos en menor o mayor medida, hemos tenido situaciones muy difíciles que hemos tenido que enfrentar y solucionar. La pérdida de un trabajo, la muerte de alguien querido, una separación o divorcio, entre otros conflictos.
La capacidad de resiliencia es inherente al ser humano, y las herramientas para ser resilientes se pueden aprender. Porque, por regla general, nos enfrentamos a nuestros duelos como podemos y salimos avante. Pero éstas se pueden aprender.
Y en el caso de la mediación, que es parte de lo que se conoce como medios alternos de solución de controversias, es una alternativa maravillosa para poder solucionar los conflictos interpersonales que todos tenemos, sin tener que hacer demandas en las que tendrá que intervenir un juez y quien decidirá quién “tiene razón”, quién no la tiene; “quién gana” y quién pierde un juicio.
La mediación ofrece bondades como: No me tengo que enfrentar a un enemigo, al contrario, trataremos de solucionar nosotros mismos, sin la intervención de un juez ni de abogados, sino con ayuda de un mediador, que servirá de guía entre nosotros, los que tenemos el conflicto, por medio de herramientas que nos ayudarán a ambas partes a solucionarlo de manera amigable, voluntaria, flexible, imparcial, y que traen aparejadas también otras ventajas. Al evitar un proceso judicial, las partes en conflicto se dan una oportunidad para transformar el conflicto en una experiencia de desarrollo humano, porque los dos se escuchan y validan, los dos reconocen sus necesidades e intereses, y, lo mejor, es que se pueden restablecer las relaciones de respeto mutuo como personas individuales. Y además hay un ahorro económico, de tiempo y de desgaste emocional.
Y para que se pueda dar el proceso de mediación en un conflicto, es necesario que las personas que lo realicen, tengan la voluntad de enfrentarse a esta situación traumática que se presenta. Y por ello, es necesario que ambas partes, tengan la capacidad de ser resilientes.
Abundaré sobre este tema la próxima semana.