“Si alguna vez he dado más de lo que tengo.
Me han dado algunas veces más de lo que doy”
-Joaquín Sabina-
La felicidad, el éxito, el triunfo en la vida, son conceptos que para cada persona tienen un significado diferente. Sin embargo, después de ver lo frágiles que somos, me cuestiono sobre el tema.
¿La felicidad consiste en hacer todo lo posible por encumbrarse en sociedad? ¿En hacer dinero de todas las maneras posibles y muchas veces pisando a los demás?
Leí una historia que me hizo pensar muchas cosas: Cuentan que, encontrándose al borde de la muerte, Alejandro Magno convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos. El primero consistía en que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los mejores médicos de la época. El segundo fue que los tesoros que había conquistado, plata, oro, piedras preciosas, fueran esparcidos por el camino hasta su tumba, y por último, pidió que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.
Uno de sus generales, asombrado por esos deseos tan extraños, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones. Entonces, Alejandro le explicó:
Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos, ante la muerte, no tienen el poder de curar.
Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen. No hay tesoro que podamos llevarnos de la tierra.
Y quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que hemos venido al mundo con las manos vacías. Y con las manos vacías partimos cuando se nos termina el más valioso tesoro que es el tiempo.
Todos buscamos cosas desde que tenemos uso de razón. Queremos sobresalir. Y, además, al ver los modelos que tiene nuestra cultura, quisiéramos tener fama y dinero como esos personajes que vemos en televisión.
Hay quienes dicen que, en este final de siglo, la enfermedad de Occidente es la de la abundancia: tener todo lo material y haber reducido al mínimo lo espiritual.
Actualmente, se dice, estas nuevas generaciones ya no tienen valores. Sin embargo, considero que eso, sigue siendo parte fundamental de la educación en casa. Estas nuevas generaciones vienen de unos padres que fueron los que cambiaron los paradigmas de valores. Y siempre habrá de todo, y en todos los tiempos. Pero tal vez ahora se nota más. Es obvio que también contribuye el Estado y la clase política para el caos que vivimos. En este sentido dicen que no vale la pena intentar cambiar el mundo. Dicen que sólo basta con evitar que el mundo te cambie. Por eso creo que los padres son fundamentales para la edificación con buenos cimientos de los valores.
La felicidad no debe ser sólo personal. En su búsqueda también participa nuestra comunidad. A mí me duele ver las necesidades y la pobreza a mi alrededor. Sé que no puedo cambiar al cien por ciento lo que sucede a mi alrededor, pero sí puedo contribuir a que alguien la pase mejor. Debemos ser más humildes. Como dice Sabina en una de sus canciones: Me enamoro de todo. Me conformo con nada. Un aroma, un abrazo, un pedazo de pan…
Gandhi decía que la felicidad es cuando lo que piensas, dices y haces están en armonía. Y la armonía es holística. Abarca todo. También decía que no debes perder fe en la humanidad. La humanidad es un océano; si algunas gotas son sucias, el océano no se vuelve sucio.
Hay mucha violencia en nuestro entorno, así como antivalores. Pero debemos insistir en la búsqueda de la felicidad. Ser más sencillos. Ser incluyentes.
Para ser feliz debo amar y ser tolerante porque el odio y la intolerancia son los enemigos del correcto entendimiento. Es fácil el entendimiento. Sólo es cuestión de entender a los demás y ponernos de acuerdo.