Eran los años 70, yo tendría unos nueve o diez años. la mayoría de las familias que conocía eran grandes. La mía por ejemplo así era. Cinco hombres y una mujer. Seis en total. En la familia de mi padre eran doce hijos e hijas, y en la de mi madre, creo que eran ocho.
Siempre me pregunté por qué era así. La respuesta que recibía en el pueblo de mi papá era que necesitaban muchos brazos para trabajar en el campo. Otra respuesta era que había que seguir los preceptos religiosos: hay que tener los hijos que Dios mande. La anticoncepción ni se mencionaba. Era pecado. ¿El aborto? Impensable. Pecado capital.
Recuerdo cuando empezaron a pasar esos comerciales en la tele que decían: “la familia pequeña vive mejor. La publicidad pugnaba porque las familias fueran más pequeñas. Decían que llegaría un día en que estaríamos sobre poblados.
Como saben, a los veinte años salí de mi país becado a la República Popular China. Y de ahí busqué otras oportunidades. Otros países. Bélgica se convirtió en mi segundo hogar. Específicamente, Bruselas. Conviví con mucha gente. Con muchas familias. Eso fue en 1984.
Fue un gran cambio. Veía mucha gente vieja en las calles. Pocos jóvenes de mi edad. Las familias que conocí tenían un solo hijo o hija. Pocos conocí con dos hijos. Muchas parejas no se casaban. Vivían en unión libre. En un caso, tal vez no lo crean, llegué a frecuentar una pareja de personas maduras que me invitaban a comer y conversar. Y compartían el pan, la sal y la mesa, con su perro. Mientras, yo pensaba que mi país era hermoso con tanta gente joven.
Pero han pasado los años y ahora, México se está convirtiendo en un país de gente vieja. O como se dice ahora, de adultos mayores.
En 2050, los adultos mayores seremos (si llego hasta ese tiempo. Y, si el cambio climático lo permite.) el 30% de la población. Y ya se necesitan, para ir previendo, políticas de salud públicas y asistenciales para tener mejores condiciones y llegar a una cultura del envejecimiento exitoso.
Se afirma que, en nuestro país, la población de 60 años o más es un sector social y económicamente vulnerable. Se estima que el 47% de los adultos mayores vive en pobreza, es decir, casi la mitad. Entre el 20 y el 30% sufre violencia física, psicológica, económica o abandono. Todo esto, según datos de la FES Zaragoza de la UNAM.
La esperanza de vida para el 2050 será de 86 años. Pero el hecho de vivir más no implica necesariamente, una mejor calidad de vida.
Es importante visualizar desde ahora las necesidades de este sector. Habrá necesidad de trabajadores sociales y enfermeras, gerontólogos, geriatras y personal médico especializados en servicios al adulto mayor.
En el caso de las familias, es fundamental que se les dé un trato digno. Hemos encontrado muchos casos en los que hay maltrato de todo tipo a los adultos mayores y, en otros casos, no hay estadísticas, pero algunos hijos e hijas los sacan de su propia casa para instalarse allí con sus propias familias. Por esta razón, se requiere avanzar en el respeto de sus derechos humanos, relacionados con su cuidado y no abandono, la prevención de la violencia y la atención oportuna de los síndromes geriátricos.
Todos nosotros, si tenemos suerte, llegaremos a la vejez. Me gustaría llegar a ella con seguridad, con atención, con amor, con políticas públicas que me den una vida digna. Me gustaría llegar a la vejez con la compañía que dice Francis Bacon: “Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer.”
Este es el momento de empujar para lograr esas políticas públicas de las que hablo. Ahora que todavía tengo fuerzas para luchar. Desarrollemos una cultura del buen vivir para la vejez. Y a ti: ¿Cómo te gustaría llegar a esa etapa de la vida?